A las 8.10 horas de la
mañana del 24 de enero de 1966, un avión Boeing 707 de Air India, el Kangchenjunga, que viajaba de Bombay a Nueva York, se
estrelló violentamente, por razones todavía hoy desconocidas, contra la cumbre
del Mont-Blanc, a 4.750
metros de altitud, dejando tras de sí un trágico rastro
de 117 muertos e insondables misterios. Casi medio siglo después, un hallazgo
sorprendente ha añadido nuevos interrogantes a aquel drama: un joven alpinista
de Saboya encontró el pasado 9 de septiembre en el glaciar de Bossons una caja
metálica en cuyo interior, cuidadosamente guardadas en pequeñas bolsas con la
inscripción Made in India, había un centenar de piedras
preciosas –rubíes, zafiros, esmeraldas...– por un valor de cientos de miles de
euros. Los expertos apenas tienen ninguna duda de que forma parte de los restos
del Kangchenjunga, del cual ya se halló el año pasado,
en el mismo glaciar, una valija diplomática.
El joven alpinista, cuya identidad permanece bien guardada,
entregó su tesoro a la brigada de la Gendarmería Nacional de Haute-Tarentaise
–que agrupa a varios municipios, entre ellos Val d’Isère y Tignes–, según
explicó el comandante de Albertville, Sylvain Merly, al diario Le
Dauphiné Libéré. “Es un joven honesto, que comprendió enseguida que
las joyas pertenecían a alguien que había muerto en el glaciar”, declaró el
comandante Merly.
Si no se consigue determinar la identidad de los
propietarios o herederos –una tarea ardua, habida cuenta del tiempo
transcurrido–, las joyas pasarán a ser propiedad de su descubridor, tal como
prevé al artículo 716 del Código Civil francés, una razón adicional según los
gendarmes para mantenerle en el anonimato. Mientras tanto, el tesoro de los
Alpes permanecerá bajo custodia de la fiscalía. Un joyero que ha examinado las
piedras preciosas a petición de la Gendarmería ha evaluado su valor en entre
130.000 y 240.000 euros.
Los gendarmes dan prácticamente por hecho que la caja con
las joyas procede del Boeing 707 que se estrelló en 1966, pues en los últimos
años se han ido encontrado numerosos objetos y restos de este avión. Pero
podría ser también de otro aparato indio que dieciséis años antes, el 3 de noviembre
de 1950, se empotró también en las laderas del Montblanc: un Loocked L-749,
bautizado Malabar Princess, que cubría la línea
Bombay-Londres, y en el que viajaban 45 personas. Ninguna de ellas sobrevivió
tampoco.
En los últimos años, especialmente con el deshielo del
verano, el glaciar de Bossons ha ido devolviendo restos de ambos aviones que
han despertado el apetito de los buscadores de rarezas y tesoros. Debido a sus
características –fuerte pendiente y relieve accidentado, con numerosas
grietas–, los alpinistas tienden a evitar el glaciar de Bossons. Salvo quienes
quieren remover sus entrañas en busca de hallazgos sorprendentes. Ninguno hasta
ahora había sido de tanto valor. Al menos, que se conozca... Los exploradores
han encontrado, desde los años setenta, sorpresas macabras –restos humanos–,
piezas procedentes de ambos aviones –un motor del Malabar
Princess, una rueda, trozos de la carlinga– y objetos de todo tipo,
desde piezas de bisutería a carteras, pasando por zapatos o recortes de prensa
de 1966. En agosto del 2012, dos alpinistas descubrieron un saco de correo
marcado como “Diplomatic Mail. Ministry of External Affaires”, del Gobierno
indio. El correo estaba muy dañado por la humedad, pero representantes de la
legación diplomática india en Francia recuperaron su contenido con el fin de
salvar lo salvable y hacer llegar a su destinatario –eso sí, con más de
cuarenta años de retraso– lo recuperado.
El hallazgo de la caja con las joyas es el último, pero no
el único misterio, que rodea el accidente del Boeing 707 de Air India en 1966
–donde, además de la tripulación y los pasajeros, viajaban una veintena de
monos macacos–, cuyas causas siguen siendo una incógnita. En su momento se
especuló con la posibilidad de una colisión accidental en el aire con un avión
militar italiano, e incluso con un atentado. Esta última hipótesis se sustenta únicamente en el hecho de
que entre los pasajeros del Kangchenjunga se encontraba
el célebre ingeniero atómico Homi Jehangir Bhabba, considerado el padre del
programa nuclear indio. Los defensores de la teoría de la conspiración han
especulado con una acción de servicios secretos occidentales para detener el
programa nuclear indio.