Nada, o casi nada, de lo
que hizo el sábado por la tarde en La Défense, el barrio de negocios de
París, el agresor del soldado francés Cédric Cordiez ha escapado a las cámaras
de videovigilancia. Gracias a las imágenes del sistema de videoprotección de la
empresa que gestiona el transporte público regional, la RATP, los
investigadores de la policía disponen de un fiel retrato del individuo y han
podido reconstruir sus pasos antes y después del ataque.
Uno de los datos más reveladores, puesto que parecería
confirmar el carácter terrorista de la acción y el móvil islamista del autor,
lo constituye el hecho de que instantes antes de apuñalar al soldado en el
cuello el agresor se recogió brevemente no lejos del lugar del ataque y rezó
una plegaria. Así lo desveló ayer el diario Le Parisien,
según el cual la policía logró recuperar asimismo una bolsa de plástico abandonada en su huida por el atacante en la que había un cuchillo en su funda,
otra funda pero sin su cuchillo y un envase de zumo de naranja empezado, así
como un pullover. Todo ello está siendo analizado en busca de rastros de ADN,
El ministro del Interior, Manuel Valls, declaró en
televisión que los investigadores de la sección antiterrorista de la brigada
criminal de la Policía disponen de “pistas serias” para identificar al
atacante, que sigue huido.
Los hechos se produjeron el pasado sábado, alrededor de las
seis de la tarde, en el gran hall subterráneo de La Défense, donde confluyen
varias líneas de transporte público (RER, Transilien, metro, tranvía) y varios
centros comerciales. La víctima, Cédric Cordiez, del 4º regimiento de Cazadores
de montaña de Gap (Altos Alpes), estaba realizando labores de vigilancia en el
marco de la operación antiterrorista Vigipirate. Integrante de una patrulla
compuesta por otros dos soldados, Cordiez avanzaba en último lugar, lo que
aprovechó su agresor para atacarle por la espalda y clavarle un arma blanca
–acaso un cuchillo, acaso un cutter– en el cuello, antes de salir huyendo hacia
el centro comercial Les Quatre Temps y perderse entre la multitud que
frecuentaba el lugar a esa hora de la tarde.
Cédric Cordiez, de 23 años y padre de un niño de dos, salvó
la vida por dos centímetros. Según su compañera sentimental y madre de su hijo,
Aurélie, la herida llegó a esa distancia de la arteria carótida. Ingresado en
el hospital militar Percy, en Clamart (al sur de París), Cordiez fue dado de
alta ayer mismo y “recuperado” por su unidad. Los médicos le han dado diez días
de baja. Su suegro relató que el militar se había cruzado con su agresor un
cuarto de hora antes, pero que nada en él le hizo despertar sospechas. Cuando
recibió la puñalada, sólo sintió un golpe y su primera intención fue perseguir
a su agresor, pero se derrumbó. La herida, aunque se reveló superficie, fue
espectacular e hizo brotar abundante sangre.
El comandante del 4º regimiento de Cazadores, el coronel
Hervé de Courrèges, subrayó ayer la violencia del ataque y elogió la actuación
de sus hombres, que en su opinión “reaccionaron particularmente bien”.
Fuertemente armados, los soldados no podían utilizar sus armas si no a riesgo
de causar víctimas entre los cientos de personas que se encontraban en el
lugar.
Un ataque parecido se produjo el pasado 7 de mayo –antes,
pues, del asesinato de un militar en Londres– en Roussillon (Isère), cuando un
hombre entró en un cuartel de la Gendarmería y al grito de “¡Alá es grande!”
clavó un cutter en el cuello de uno de los agentes. Abatido de un disparo y
detenido, se descubrió que en su casa tenía libros de tipo islamista.
Considerado inicialmente como un desequilibrado mental, fue encarcelado acusado
de intento de asesinato agravado.
Las autoridades no vinculan el ataque de La Défense con este
caso, ni tampoco con el de Londres. Pero lo cierto es que todos parecen dibujar
un tipo de atentados cometidos por individuos aislados, que no precisan de gran
infraestructura ni preparación.
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