Un año después
de acceder al Elíseo, François Hollande se ha decidido finalmente a dar el paso
y tomar la iniciativa en Europa. El presidente francés aprovechó ayer la
apertura simbólica de su segundo año de mandato –oficializada en una
multitudinaria conferencia de prensa con 400 periodistas de todo el mundo– para
anunciar una “ofensiva” política con el objetivo de relanzar la integración
europea y “corregir la trayectoria” de la política de austeridad económica,
causa a su juicio de la recesión generalizada en Europa. Hollande tendió la
mano especialmente a la canciller alemana, Angela Merkel, a quien propuso
alcanzar un compromiso para avanzar decididamente en la unión política de la
zona euro.
“No tenemos ningún miedo de la unión política”, afirmó con
rotundidad el presidente francés, enormemente cauto hasta ahora –pusilánime,
según sus críticos– en el dossier europeo, consciente de que la Unión Europea
es causa de una importante división en la izquierda francesa, incluido el
Partido Socialista, como se vio en el referéndum perdido del 2005. Hollande no
abandonó, sin embargo, toda su prudencia y eludió de forma descarada una
pregunta directa sobre el federalismo.
Consciente de que la Unión Europea es cada vez más impopular
entre los franceses –el apoyo ha caído al 45%, según un reciente sondeo de Pew
Research Center–, el presidente francés no es menos lúcido para ver que la
única salida a la crisis puede ser europea. Ayer mismo lo admitió al subrayar
que la recuperación del crecimiento económico, más allá de las medidas internas
que adopte Francia, “dependerá mucho de las decisiones europeas”. Acorralado en
el plano interior por una situación económica cada vez más degradada y
enfrentado a una profunda desconfianza de la opinión, Hollande sabe que la
única esperanza de salir de la recesión pasa por Europa.
El presidente francés puso cuatro temas sobre la mesa. En
primer lugar, la instauración de un auténtico gobierno económico de la zona
euro –con reuniones mensuales y un verdadero presidente elegido para un mandato
prolongado–, con la misión de coordinar las políticas económicas de sus
miembros, armonizar la fiscalidad, empezar a establecer una convergencia en el
terreno social y luchar contra el fraude fiscal. En una fase posterior de
integración, la zona euro debería poder tener un presupuesto propio dentro de
la UE y disponer de capacidad de endeudamiento.
Hollande no evocó sino de forma colateral la unión bancaria,
aunque para Francia es también un punto fundamental. En las últimas semanas,
París y Berlín han avanzado en la definición de las etapas para ponerla en
marcha. El presidente francés planteó asimismo la creación de una comunidad
europea de la energía que fomente de forma coordinada las energias renovables y
prepara la transición energética.
Por último, aunque no en último lugar, Hollande urgió también
a adelantar la aplicación del plan europeo para el empleo juvenil –dotado con
6.000 millones de euros y previsto a partir del 2014– y la definición de una
estrategia de inversiones en el ámbito de las nuevas industrias y los sistemas
de comunicaciones.
Todo o casi todo lo que incluye el plan de Hollande está de
un modo u otro sobre la mesa. Lo nuevo, lo esencial, es que Francia parece
finalmente haber decidido tomar la iniciativa, en lugar de intentar con mejor o
peor fortuna contrarrestar las líneas políticas emanadas de Berlín.
El planteamiento de Hollande pasa por encontrar un nuevo
equilibrio entre las políticas de ajuste presupuestario –que globalmente no
contesta– y las políticas de crecimiento, y consideró a este respecto que la
posición de Bruselas favorable a dar un plazo suplementario de dos años a
varios países –Francia y España entre ellos– para reducir el déficit al 3% es
un signo en la buena dirección. “Es necesaria una toma de conciencia sobre la
necesidad de apostar prioritariamente por el crecimiento y el empleo”, dijo.
El presidente francés quiere empezar a avanzar ya a partir
del Consejo Europeo de junio y alcanzar un “compromiso” con Alemania, sin
esperar a la celebración de las elecciones alemanas de otoño. “Alemania ha
dicho en varias ocasiones que estaba dispuesta a una unión política. Francia
está igualmente dispuesta a dar contenido a esta unión”, afirmó el presidente
francés.
“Francia y Alemania tenemos el deber de hacer avanzar
Europa, no podemos decidir en lugar de los demás pero sí hemos de arrastrar a
los otros”, añadió Hollande, quien advirtió que “si Europa se queda como está
ahora probablemente será su fin”. “Si queremos una Europa sólida –agregó–
debemos darle un proyecto, que no puede ser sólo el control del déficit público.
Debemos darle ambición”.
En el timón hay un
capitán determinado y decidido a mantener el rumbo. Éste es el doble
mensaje que François Hollande, cuya popularidad está por los suelos –“en el
cenit”, bromeó él mismo– quiso enviar ayer a los franceses al inicio de su “Año
II”. Durante cerca de dos horas y media, el presidente francés se libró a un
ejercicio de pedagogía y persuasión, con el fin de tratar de devolver la
confianza a una ciudadanía profundamente decepcionada y refractaria. “Ofensiva”,
“movimiento”, “valentía”, “decisión”... fueron algunas de las palabras clave
que Hollande quiso asociar a su gestión, habitualmente señalada como indecisa,
dubitativa, pasiva o timorata. Con sus palabras, el presidente de la República
quiso transmitir esperanza, mientras que el contenido de su exposición prometía
sacrificios.
Hollande empezó defendiendo la política económica adoptada
por su Gobierno y las principales medidas aprobadas hasta ahora –rigor
presupuestario y estabilización del gasto público, Pacto de Competitividad,
Banco Público de Inversiones, nuevos contratos para fomentar el empleo juvenil,
reforma del mercado de trabajo, control de la banca– y avanzó la próxima
presentación de un a priori ambicioso Plan de Inversiones para los próximos diez
años que se concentrará en los terrenos de la economía digital, la energía, la
salud y las infraestructuras de transporte. El montante real de este plan está
todavía por ver... Pero el presidente francés ya avanzó que su financiación
será el fruto de un cóctel público y privado, incluidos aquí los fondos de
inversión extranjeros.
Hollande, persuadido de llevar el rumbo adecuado, consideró
que este conjunto de medidas acabará dando frutos a medio o largo plazo. Su
problema es que, hoy y aquí, Francia lleva dos trimestres consecutivos con una
contracción del PIB del 0,2% y el paro –que está alrededor del 10,7%– sigue
creciendo, sin que las previsiones para este año puedan dar alas a ningún
optimismo. “Yo pido ser juzgado por los resultados al final de mi mandato”,
reivindicó. Fiel a su línea, el presidente dio por acabada la crisis financiera
y atribuyó la recesión actual a la política de austeridad aplicada hasta ahora
de forma inflexible en la zona euro.
El menú de las próximas reformas no es tampoco para levantar
el ánimo. Junto a la reforma de la formación profesional y la prestación de
desempleo, confirmó la revisión de la políticas de ayudas a la familia –hasta
ahora iguales para todos, serán moduladas según la renta– y la reforma del
sistema de pensiones, que con toda seguridad se convertirá en el proyecto más
controvertido y más conflictivo de su mandato. El tenor de la reforma quedó
claro: “Si se vive más tiempo, es lógico que se tenga que trabajar un poco más
de tiempo”, argumentó.
Hollande aprovechó la ocasión para rechazar la posibilidad
de un cambio de Gobierno inminente y reafirmar su confianza en el primer
ministro. “Jean-Marc Ayrault es un primer ministro valiente, leal y
desinteresado”, afirmó el presidente de la República, quien ha abandonado definitivamente
el uso de la primera persona del plural para hablar de su gobierno: “Sólo hay
una línea política, la que yo he fijado”.
Royal olvida pero no perdona
La excandidata presidencial socialista Ségolène Royal,
durante más de 20 años pareja sentimental de François Hollande, se refirió ayer
al tuit que el año pasado escribió la primera dama, Valérie Trierweiler,
apoyando al rival de Royal en su circunscripción de cara a las legislativas.
“Hay que perdonar. Pero el perdón es una cosa, el olvido, otra”, dijo.
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