¿Quién era realmente
Cristóbal Colón? ¿Genovés, portugués, catalán, corso...? El enigma sobre sus
orígenes ha hecho del legendario almirante lo más parecido a un apátrida. A
fuerza de ser de todos, no es de nadie. Quizá ello explique el incomprensible
desparpajo con que el Ayuntamiento de Barcelona ha aceptado que Nike lo enfunde
con fines publicitarios en una camiseta del Barça, saltándose con pértiga las
propias ordenanzas municipales que lo prohíben explícitamente.
Hay quien dirá que entre tapar con una lona publicitaria el
andamio de un monumento en obras –práctica ampliamente extendida en todo el
mundo y que en Francia, por ejemplo, se aprobó en el 2007– y convertir en reclamo
publicitario el monumento mismo hay sólo un paso. Pero ese paso es
simbólicamente gigantesco y no parece que las autoridades municipales se hayan
dado el tiempo suficiente de reflexionar sobre sus implicaciones. El
Ayuntamiento ha abierto una puerta que puede dar entrada a cualquier (otro)
despropósito.
El interés de Nike por Colón es comprensible. Junto a la
Sagrada Família, es el monumento más identificativo de Barcelona. Su altura lo
hace muy visible. Pero ¿cuál es el interés del municipio? ¿El dinero? ¿Esos
94.000 euros caídos del cielo que a priori deben ir a parar a financiar obras
sociales.? Uno, en su militante ingenuidad, creía que el Ayuntamiento de
Barcelona –gracias a una rigurosa gestión económica iniciada en la época de
Pasqual Maragall y seguida después por Joan Clos, Jordi Hereu y Xavier Trias–
gozaba de unas cuentas lo suficientemente saneadas como para no tener que
malvender las joyas de los antepasados.
Si el argumento principal es el dinero, ¿cabe deducir que el
gobierno municipal hubiera aceptado impávidamente vestir también con una
camiseta del Barça la estatua del general Prim? ¿la de Francesc Cambó? ¿la de
Rafael de Casanova? ¿Por qué no la Dona i ocell de Miró?
¿o el dragón de Gaudí en el Parc Güell? Y, ya puestos, ¿por qué sólo con la
camiseta del Barça? ¿Por qué no ponerle al bueno de Cristóbal, que parece
aguantarlo todo con beatífico estoicismo –empezango por las cagadas de las
gaviotas–, una camiseta del Espanyol, o del Real Madrid, o de La Roja?
Si ademas del dinero, la razón es la personalidad del Barça,
a quien –en tanto que presunto estandarte de la catalanidad– habría que
permitírselo todo, haría la falta más flagrante. Y doble.
Los monumentos, las estatuas, son algo más que un recurso
estético, un adorno. Son el testimonio de la historia de una ciudad, un
homenaje a los hombres (y mujeres) y a los episodios que la han marcado. Son el
patrimonio de todos y, por eso mismo, no pueden ser de nadie. Comerciar con
ello es un abuso.
Por lo demás, a Colón la camiseta le sienta
horrible.
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