“Ahora hay que
pasar a otra cosa”, “se ha terminado el tiempo de las manifestaciones”, “se
acabó, c’est fini!”... El masivo
movimiento desencadenado en Francia contra la autorización del matrimonio
homosexual exhaló ayer su último suspiro. Con la ley aprobada, avalada por el
Consejo Constitucional y oficialmente promulgada, los promotores de la
contestación y el principal partido de la derecha –la Unión por un Movimiento
Popular (UMP)– dan ya la batalla por terminada, y perdida. Su principal
preocupación es ahora cómo aprovechar la inercia creada por este formidable
empuje conservador cara a las elecciones municipales y europeas del año que
viene.
La mayoría de los miles –decenas o centenas, según quien los
contara– de manifestantes que participaron ayer en la gran manifestación
convocada por las organizaciones anti bodas gais tenían la conciencia de estar
en el final de una etapa. La participación, aunque numerosa –150.000 según la
policía, más de un millón según los organizadores–, fue de todos modos
claramente inferior a la anterior manifestación del pasado 24 de marzo. “Es
lógico que haya menos gente, una vez la ley ya aprobada”, admitió la líder del
movimiento, la ex humorista Frigide Barjot, quien ayer no acudió a la
manifestación a causa de las amenazas recibidas de parte de grupos de extrema
derecha. “Por mi, se ha terminado”, declaró.
Terminadas las manifestaciones, entiéndase, porque el
movimiento quiere hacer valer la fuerza que ha adquirido en los últimos meses
para influir de forma determinante en la campaña de las elecciones locales.
Barjot explicó que su movimiento –conocido bajo el nombre de La Manif para
todos (en contraposición al eslogan gubernamental del “matrimonio para todos”)–
elaborará una carta de principios que someterá a los candidatos, particularmente
los de derechas, y en los casos en que nadie los asuma promoverá candidaturas
propias.
La iniciativa amenaza con crear desgarros en la derecha,
empezando por París, donde la aspirante mejor situada para encabezar la
candidatura de la UMP, Nathalie Kosciusko-Morizet, se ganó las iras de los anti
bodas gais por abstenerse en la votación de la ley. Una facción del propio
partido se ha manifestado en contra de NKM precisamente
por su tibieza en este asunto.
Desbordada por un movimiento que nunca ha controlado –aunque
sí acompañado–, la UMP trata ahora de ponerle fin de forma ordenada para
fagocitarlo políticamente. “Ésta es la última manifestación en la que
participo, ahora la próxima cita son las urnas”, declaró el presidente interino
del partido, Jean-François Copé, en alusión a las próximas elecciones
municipales. Preocupado por la división existente en el seno de la UMP sobre la
conveniencia o no de seguir con las protestas en la calle. Copé llamó a los
opositores al matrimonio homosexual a “transformar su compromiso
social en un compromiso político”.
La jornada de protesta de ayer estuvo marcada por el temor a
la acción violenta de los grupúsculos de extrema derecha, que en las últimas
semanas han estado especialmente activos y han acabado infiltrando el
movimiento. El ministro del Interior, Manuel Valls, advirtió públicamente del
riesgo de disturbios y apeló a los manifestantes a no acudir a la protesta con
niños. Para evitar desbordamientos como hubo la última vez, y sobre todo
durante la celebración del triunfo de liga del Paris Saint-Germain, el Gobierno
desplegó una fuerza de seguridad integrada por 4.500 policías y gendarmes. A lo
largo de la manifestación, los agentes detuvieron a 96 personas, en su mayoría
por llevar consigo objetos contundentes o peligrosos. Una parte de los
arrestados (36) quedaron en detención preventiva.
A pesar de las advertencias de Valls, que Copé calificó de
“intimidaciones”, fueron numerosas las familias –en muchos casos, con niños de
corta edad– que acudieron a la manifestación. Alternativamente, en algunos
lugares la Iglesia –muy combativa contra la reforma– organizó guarderías en las
parroquias para facilitar la participación en la protesta. Durante la marcha no
hubo ningún incidente de relevancia. Una vez dispersada, algunos grupos
protagonizaron diversos incidentes.
El movimiento contra el matrimonio homosexual, dirigido por
organizaciones ajenas a los partidos políticos –tanto la UMP como el Frente
Nacional (FN) sólo han hecho seguidismo–, ha experimentado en las últimas
semanas una deriva radical, con la utilización de un lenguaje extremadamente
violento, que ha sido aprovechada por algunos grupúsculos de extrema derecha
para tratar de llevar el agua a su molino. Uno de ellos, Printemps Français
(Primavera francesa), ha surgido y crecido al amparo de la protesta y sus
acciones radicales han llevado al Ministerio del Interior a plantearse su
prohibición.
El movimiento ha despertado a la Francia de derechas, pero
no ha frenado la reforma del presidente François Hollande: la primera boda gay
se celebrará pasado mañana en Montpellier.
Asalto ultra a Solférino
Una veintena de activistas de la organización de extrema
derecha Generación Identitaria asaltaron la sede del Partido socialista (PS),
en la calle Solférino de París, y tras alcanzar el terrado desplegaron una
pancarta reclamando la dimisión del presidente François Hollande. La policía
les desalojó poco tiempo después y el PS anunció que presentará denuncia.
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