“¿Tantos
millones de hombres hablaremos inglés?” se exclamaba ya en 1905 el poeta Rubén
Darío, lamentando le hegemonía creciente de la cultura anglosajona y la pérdida
de terreno –en su caso– del español. Más de un siglo después, el avance de la
lengua de Shakespeare en todo el mundo es incontestable y la mismísima Francia,
adalid de la “excepción cultural”, se dispone a certificar su triunfo dándole
entrada franca en la universidad.
El proyecto del Gobierno socialista de facilitar la
enseñanza en inglés en la educación superior no pasará, sin embargo, sin dolor
y ya ha generado una viva polémica entre los partidarios de la apertura y los
defensores de las esencias. La iniciativa ha abierto una neta división tanto en
el mundo académico como en el político.
La medida de abrir la mano en la cuestión de la enseñanza en
inglés ocupa, en realidad, un único artículo del proyecto de ley de Enseñanza
Superior enviado por el Gobierno al Parlamento. En él se reconoce –como
excepción a la legislación vigente– que “una parte” de la enseñanza impartida
pueda serlo en otro idioma diferente del francés –se trata del inglés, aunque
no se explicite– siempre que sea “en el marco de acuerdos con universidades
extranjeras o programas financiados por la Unión Europea”. El objetivo, según
la ministra de Enseñanza Superior, Geneviève Fioraso, es hacer más atractivos
los centros de enseñanza superior franceses para los estudiantes extranjeros.
Francia cuenta con 278.000 estudiantes extranjeros, gran parte de los cuales
proceden de países francófonos (Magreb y África del Oeste), mientras son
relativamente pocos los procedentes de países emergentes como China, India o
Brasil.
En la práctica, las grandes escuelas –no tanto las
facultades universitarias– ya imparten cursos enteramente en inglés. Es el caso
de la escuela de negocios ESSEC, por ejemplo, cuyo director general, Pierre
Tapie –presidente a la vez de la Conferencia de Grandes Escuelas–, es un
ardientye partidario de la reforma. “Este proyecto significa un avance
importante”, ha declarado. Todos estos casos, sin embargo, son únicamente
tolerados, pues la realidad es que la legislación actual no lo permite. Así, el
artículo 121-3 del Código de la Educación –que es el que se trata de modificar–
establece que el francés es la lengua obligatoria de la enseñanza, los exámenes
y concursos, las tesis y las memorias en los centros públicos como privados. Y
sólo admite como excepciones las escuelas internacionales o cuando haya
profesores extranjeros invitados. La reforma pretende hacer saltar este
candado.
La idea ha sido naturalmente bien recibida, aplaudida
incluso, por los equipos académicos de las grandes escuelas –de negocios, de
economía, de ingeniería...– que ya utilizan el inglés, así que por algunos
insignes científicos. Un grupo de investigadores encabezado por los premios
Nobel de medicina y de física Françoise Barré-Sinoussi y Serge Haroche publicó
el pasado día 8 una tribuna en <CF21>Le Monde</CF> en la que
defendían la introducción del inglés como lengua vehicular en la enseñanza
superior y sostenían que la medida reforzará “la inserción de Francia en el
mundo”.
Sin embargo, tanto o más numerosos –y desde luego, más
virulentos– han sido los pronunciamientos en contra. La Academia Francesa lanzó
el primer ataque serio el pasado 21 de marzo, cuando difundió una declaración
en la que denunciaba una medida que a su juicio comportará la “marginalización”
de la lengua francesa y pedía al Parlamento que frene el proyecto
gubernamental. Entre las voces contrarias están las del filósofo Michel Serres
–que sin embargo enseña en Stanford– y el ensayista Jacques Attali. Para todos
ellos, la iniciativa sólo puede ir en detrimento del francés y convertirla
incluso a largo plazo en una “lengua muerta”.
A nivel político, la oposición a la introducción del inglés
atraviesa todo el arco parlamentario, desde la derecha y la extrema derecha
hasta los comunistas. Y empieza a ser particularmente audible en el Partido
Socialista, uno de cuyos diputados, Pouria Amirshashi –que es de origen iraní–,
encabeza un grupo de 50 parlamentarios opuestos al texto.
El frente empresarial
Si hay un ámbito donde el inglés ha ganado más terreno es el
empresarial. En las multinacionales, ya sean francesas o asentadas en Francia,
muchas veces con empleados de diversas nacionalidades, el inglés es la lengua
de comunicación principal. Una cuarta parte de las empresas radicadas en la
región de París utiliza tanto el inglés como el francés y un 9% sólo el inglés.
Ver a Louis Gallois, ex presidente de Airbus y de EADS, dar una conferencia de
prensa en París en inglés, muestra la mutación que se está produciendo en
Francia. La ley de empleo del francés aprobada en 1994 –más conocida como ley
Toubon–, sin embargo, vigila que no se sobrepasen ciertos límites. Así, algunas
empresas han sido condenadas por no respetar la obligación de utilizar también
el francés en los documentos internos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario