La irresistible atracción de la clase política francesa por pasar las vacaciones en países del Magreb está empezando a pasar una inesperada factura a Nicolas Sarkozy y su Gobierno, pillados de repente en una incómoda proximidad con los regímenes dictatoriales árabes que se están viniendo abajo a causa de la presión popular.
Tras el viaje privado de la hasta ahora ministra de Asuntos Exteriores, Michèle Alliot-Marie, las pasadas Navidades a Túnez –que le ha costado el cargo– y de la visita particular que efectuó por esas mismas fechas a Egipto el primer ministro, François Fillon, invitado por el derrocado presidente Hosni Mubarak, un nuevo caso ha saltado ahora a la palestra: Henri Guaino, consejero especial del presidente francés –al que escribe sus discursos– e inspirador de la iniciativa de la Unión por el Mediterráneo, pasó la Nochevieja en Libia, según ha confirmado él mismo al semanario Les Inrockuptibles, que ha desvelado la noticia.
El caso de Guaino es, a priori, muy diferente de los otros dos. El consejero de Sarkozy no viajó a Trípoli invitado por el régimen de Gadafi, sino por el embajador de Francia en Libia –un amigo suyo personal–, en cuya residencia se alojó “cuatro días y cuatro noches”. Durante su estancia –asegura– no mantuvo contacto alguno, ni oficial ni oficioso, con las autoridades libias. A diferencia de lo que sucedió con Alliot-Marie en Túnez, no había en aquel momento en el país ningún movimiento insurreccional. Y el viaje se lo pagó enteramente de su bolsillo. “Pagamos hasta los billetes para entrar en los sitios arqueológicos”, ha subrayado Guaino, quien no se privó de marcar distancias con el caso de Alliot-Marie lanzando un dardo envenenado a la ex responsable del Quai d'Orsay: “No encontré a nadie en el aeropuerto que me ofreciera llevarme en su avión privado”, dijo en alusión a la excusa que utilizó Alliot-Marie para justificar los desplazamientos que hizo en el jet particular del empresario tunecino Aziz Miled, socio de un yerno del depuesto Ben Ali.
Pero que Guaino no haya cometido ninguna falta no evita que se traslade a la opinión pública, por la acumulación de casos, una negativa sensación de sospecha.
Si algún vínculo político incómodo acaba apareciendo en el caso de Libia no parece que vaya a venir, sin embargo, de la mano de Henri Guaino, sino de uno de los miembros del Gobierno: Patrick Ollier, ministro de Relaciones con el Parlamento y –¡embarazosa coincidencia!–, compañero sentimental de Alliot-Marie. Presidente desde 2003 del Grupo de Amistad Franco-Libio de la Asamblea Nacional , Ollier ha mantenido fluidos contactos con el régimen libio –Gadafi incluido– y trabajó activamente, a partir del levantamiento del embargo internacional, por reanudar las relaciones comerciales con Libia. Según parece, Sarkozy estuvo tentado de aprovechar el cese de Alliot-Marie para dejarle también fuera del Gobierno...
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