sábado, 19 de marzo de 2011

Al borde de la guerra

Todo está militarmente preparado para lanzar los primeros ataques aéreos sobre Libia. Sólo falta amarrar la articulación política de la intervención. Superado el gran escollo del Consejo de Seguridad de la ONU, que dio agónicamente luz verde la noche del jueves a una actuación internacional en socorro de los rebeldes libios gracias fundamentalmente al empeño de Nicolas Sarkozy, el presidente francés ha convocado una cumbre hoy en París para acabar de constituir la coalición internacional que asumirá la responsabilidad de intentar neutralizar a Gadafi. Sarkozy y su principal aliado en esta empresa, el primer ministro británico David Cameron, buscan asegurar el compromiso activo del mayor número posible de países arabes, con el fin de evitar que la intervención militar aparezca a ojos del mundo árabe como una operación exclusivamente occidental.
Esta tarde, a las 13.30h, el presidente francés reunirá en el Elíseo a los máximos responsables de la ONU, la Liga Árabe, la UE y todos aquellos países dispuestos a comprometerse en la coalición para definir el momento y la modalidad de la intervención militar. El cumplimiento y credibilidad del alto el fuego anunciado por Gadafi condicionará sin duda la decisión. Junto a Francia y el Reino Unido, que llevarán el peso de la acción, han anunciado su participación Estados Unidos –aunque su grado de compromiso es aún muy vago–, Bélgica, Canadá, Italia, Noruega y España, que pueden aportar fuerzas de apoyo y/o respaldo logístico. Entre los países árabes sólo Qatar se ha comprometido hasta el momento, aunque en París se espera poder convencer también a los Emiratos Árabes Unidos.
Una de las cuestiones más peliagudas que hay sobre la mesa es la eventual participación de la OTAN. La Alianza Atlántica acordó intensificar los preparativos militares ante una posible intervención pero todavía debe decidir cuál ha de ser su papel. Francia, que dirige la orquesta, no quiere saber nada de la Alianza. “No pensamos que sea una buena señal que la OTAN, en tanto que tal, intervenga en un país árabe”, comentó a este respecto el portavoz del Quai d'Orsay, Bernard Valero.
Todo indica que el peso de la intervención militar recaerá en las fuerzas aéreas francesas y británicas. Francia prevé utilizar su base aérea de Solenzara, en el sur de la isla de Córcega, para lanzar los ataques de sus Rafale, Mirage y Typhoon, y podría desplazar al teatro de operaciones a su buque insignia, el portaaviones Charles de Gaulle –con cuarenta aviones en su cubierta–, actualmente amarrado en la base de Toulon, que siempre se mueve acompañado de un submarino y media docena de buques. Los aviones británicos, Tornado y Typhoon, podrían despegar de alguna de las bases del sur de Italia –que Roma decidió ayer poner a disposición de la coalición–, probablemente la de Sigonella (Sicilia) 
Lastrado por la desastrosa aventura de Tony Blair en la guerra de Iraq, el premier británico, David Cameron, se apresuró ayer a justificar ante la opinión pública la intervención militar en Libia y asegurar que en ningún caso habrá tropas británicas sobre suelo libio. Nicolas Sarkozy, por su parte se dirigirá hoy a la nación –y al mundo entero– al término de la cumbre del Elíseo.
La situación del presidente francés es políticamente muy diferente de la del primer ministro británico. La iniciativa y el empuje demostrado en el caso libio por Sarkozy, erigido inopinadamente en nuevo gendarme del Mediterráneo, ha sido unánimemente aplaudido en Francia y todas las fuerzas políticas, a excepción –bello regalo– del Frente Nacional, apoyan la intervención militar en defensa de los rebeldes.
El bombardeo de un puñado de objetivos estratégicos podría constituir el arranque de la intervanción militar de la coalición internacional en Libia. La neutralización de la aviación de Gadafi, integrada por una veintena de viejos cazas, no parece difícil. El problema, y el riesgo, vendrá cuando haya que atacar en tierra a columnas de vehículos y tropas.

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