lunes, 28 de marzo de 2011

Sarkozy, de derrota en derrota

Si las elecciones cantonales francesas, de las que ayer se celebró la segunda vuelta, resultaran ser un anticipo de las presidenciales del año que viene, el futuro político de Nicolas Sarkozy no podría ser más sombrío.
El partido del presidente francés, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) fue ayer batido en toda regla por el Partido Socialista (PS) con una abrumadora diferencia: 36,4% a 19,1%. La elevadísima abstención –un 55%–, la división del voto conservador –las candidaturas independientes captaron el 10,3% de los sufragios– y la fortaleza demostrada por la extrema derecha explican esta distancia.
El Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen retrocedió ayer en la segunda vuelta –como era de esperar, a causa del voto útil– del 15,2% al 11,4% de los sufragios globales y sólo logró dos victorias locales en Carpentras y Brignoles (Provenza-Alpes-Costa Azul). Pero en aquellos cantones donde estuvo presente no sólo no vio disminuido su apoyo respecto a la primera vuelta, sino que incluso lo reforzó, con resultados de hasta el 40%. “Estamos ante un auténtico voto de adhesión”, se felicitó anoche la presidenta del FN, quien subrayó que “el frente republicano se ha hundido”.
En esta ocasión, el denominado frente republicano sólo ha existido en realidad a medias. Porque si el PS había llamado a votar a la derecha, allí donde hiciera falta, para frenar al FN, la UMP no hizo otro tanto: la consigna de Sarkozy –frente a la que se alzaron en el partido mayoritario algunas voces disidentes– fue la de no votar ni al Frente Nacional ni a la izquierda. Empeñado en recuperar a los votantes de la extrema derecha, que le valieron la victoria en el 2007, el presidente francés busca desesperadamente seducirles a base de derechizar y radicalizar su discurso, aún a riesgo de dar alas a su adversario.
Anoche, algunos dirigentes de la UMP insistían más que nunca en la necesidad de abordar sin tapujos los temores de una parte de la población francesa ante los fenómenos de la inmigración, la inseguridad y la globalización, de seguir jugando –en definitiva– en el terreno de la extrema derecha con un discurso peligrosamente parecido. El problema, para la UMP, es que esta estrategia –abundantemente puesta en práctica en los últimos días por el ministro del Interior, Claude Guéant, mano derecha de Sarkozy – no ha hecho sino alimentar al FN.
Un nuevo sondeo de TNS Sofres confirma hasta qué punto la UMP se está dejando comer el terreno. Según esta encuesta, si las elecciones presidenciales se celebraran hoy, el socialista Dominique Strauss-Kahn sería el vencedor de la primera vuelta (34%) seguido por Marine Le Pen (21%), lo que dejaría a Sarkozy (17%) fuera de carrera.
El mapa político de Francia está en pleno proceso de recomposición. Tras estas elecciones, la tercera fuerza política del país ya no son los verdes de Europa Ecología ni los centristas del Movimiento Demócrata (MoDem), sino el Frente Nacional fundado por Jean-Marie Le Pen, convenientemente modernizado y remozado por su hija.
“El resultado [del FN] demuestra que el voto de protesta no debe ser subestimado ni banalizado. Este partido debe ser combatido y las causas de su audiencia deben ser lúcidamente evaluadas y tratadas”, declaró anoche el primer ministro, François Fillon, que se desmarcó de la línea fijada por Sarkozy y llamó a votar contra el FN en la segunda vuelta. Fillon relativizó asimismo la amplitud de la derrota de la UMP: “La izquierda progresa, pero el retroceso de la mayoría es menos importante de lo previsto”.
El Partido Socialista, aliado en la mayoría de los casos a los verdes, se vio confortado, en cambio, como la única alternativa política real a la UMP. Los socialistas no sólo avanzan en su implantación territorial –al arrebatar a la derecha la mayoría en cuatro departamentos–, sino que afianzan la serie ganadora de las municipales de 2008 y las regionales de 2010.
“Los franceses han abierto hoy la vía del cambio”, proclamó la primera secretaria del PS, Martine Aubry, quien en una implícita advertencia dirigida a los barones de su partido tentados de abrir nuevas luchas intestinas por la designación del candidato al Elíseo –que se decidirá en primarias–, alertó: “Tenemos un deber de victoria”.

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