El mundo del celuloide ha sido, este fin de semana, el escenario de una guerra sorda de memorias enfrentadas. La paralela carrera de los Oscar y de los César –su versión francesa- ha sido una competición artística indirecta teñida de intereses políticos. Dos películas de signo totalmente diferente –incluso contrapuesto–, ambientadas en dos épocas distintas de la historia argelina, se han disputado la gloria y el reconocimiento de la industria cinematográfica. Sólo una lo ha obtenido.
La primera, Hors-la-loi (Fuera de la ley), del franco-argelino Rachid Bouchareb, retrata la violenta represión francesa en su antigua colonia en 1945. La segunda, Des hommes et des dieux (Hombres y dioses), de Xavier Beauvois, relata el asesinato en 1996 de siete monjes franceses en el monasterio cisterciense de Tibéhirine a manos presuntamente de terroristas islamistas. Presentada por Argelia a la competición por el Oscar a la mejor película extranjera, Hors-la-loi consiguió colarse en la exclusiva lista de las cinco finalistas nominadas, para ser finalmente derrotada por la producción danesa In a Better World (En un mundo mejor). Avalada por Francia, Des hommes et des dieux, Gran Premio del Jurado del festival de Cannes 2010, fue descartada por los académicos de Hollywood en la selección final –evitando así una confrontación directa con la película de Bouchareb en el teatro Kodak de Los Ángeles-, pero los franceses la han compensado ampliamente con tres César, entre ellos el de mejor film, negando a su competidora todo galardón.
El film de Bouchareb es, en realidad, una coproducción internacional en la que Francia ha participado poniendo la parte del león. Justamente por eso resulta significativo que sea Argelia –país cuya participación no pasó del 20%– quien la haya apadrinado. Más aún si se tiene en cuenta la airada polémica que despertó en Francia su estreno en el festival de Cannes. Los detractores de la película, básicamente alineados en la extrema derecha –aunque también los ha habido en las filas del partido de Nicolas Sarkozy, la UMP–, reprochan a Bouchareb haber falsificado la realidad histórica de la masacre de Sétif, ocurrida el 8 de mayo de 1945. El realizador se ha defendido, sin gran éxito, argumentando que su obra no es un documental sino una ficción cinematográfica...
El 8 de mayo de 1945, mientras se festejaba la victoria aliada sobre la Alemania nazi, una manifestación proindependentista en la población argelina de Sétif derivó en un baño de violencia que se extendió a otras ciudades y que acabó con una sanguinaria represión militar. Los historiadores cifran las víctimas en 10.000 argelinos y 103 europeos. Un desequilibrio evidente que el film de Bouchareb, sin embargo, eludió al obviar completamente (¿por qué?) la matanza de civiles franceses y europeos que desencadenó las brutales represalias de las autoridades coloniales.
Des hommes et des dieux no ha levantado polémica alguna, pero sí se convirtió –con más de tres millones de entradas vendidas- en un fenomenal éxito. Contra pronóstico, el martirio de unos monjes cristianos, ejemplo de generosidad y entrega, sacrificados en el altar de la intolerancia religiosa –nótese, islamista-, tocó la fibra de los franceses. Los valores cristianos parecen cotizar de nuevo al alza en vísperas del inquietante debate que sobre el islam quiere abrir ahora, en clave preelectoral, Nicolas Sarkozy...
A poco más de un año de que se celebre el 50º aniversario de la independencia, Argelia y Francia abordan separadas por un abismo el recuerdo de su dolorosa historia común. “En ambos lados se constata una dificultad para afrontar el pasado. En Argelia hay una sobreconmemoración de los acontecimientos, a veces falsificados, mientras en Francia prevalece el olvido”, opina el historiador Benjamin Stora.
Los franceses, lastrados por la mala conciencia de haber sido la potencia colonial –acrecentada por la historia negra de la represión, la tortura y la violencia de la OAS–, han tendido a pasar página de la guerra de Argelia, aún a costa de prácticamente ignorar el sufrimiento de las víctimas propias y desentenderse de quienes –más de un millón de colonos europeos, los pieds-noirs, y decenas de miles de harkis, argelinos que combatieron en el ejército colonial– fueron forzados al exilio, cuando no masacrados por osar quedarse.
Casi cincuenta años después, con 2,5 millones de argelinos viviendo en Francia, la reconciliación sigue siendo una asignatura pendiente.
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