Francia no está dispuesta a dar ni un paso atrás en su apuesta por la energía nuclear, así se produzca en Japón una catástrofe de dimensiones bíblicas. El mismo día en que el Gobierno francés, por boca de su ministro portavoz, François Baroin, evocaba “el peor de los escenarios posibles” en el accidente de la central nuclear japonesa de Fukushima –esto es, “un impacto superior al de Chernobil”–, Nicolas Sarkozy hacía una declaración solemne en la que reafirmaba su fe en la energía nuclear y descartaba todo replanteamiento de la política energética aplicada en las últimas décadas. Con 19 centrales y 58 reactores nucleares en funcionamiento, que producen el 80% de la electricidad, Francia es la segunda potencia atómica del mundo, al que exporta su tecnología.
El desarrollo de esta potente industria arrancó en los años sesenta bajo el impulso de De Gaulle y se reforzó en los setenta, a raíz de la crisis del petróleo de 1973. Desde entonces, no ha sido puesta en cuestión por ninguno de los grandes partidos franceses, ni de la derecha ni de la izquierda.
“Francia ha hecho la apuesta de la energía nuclear, que constituye un elemento esencial de su independencia energética y de la lucha contra los gases de efecto invernadero”, declaró ayer en el Consejo de Ministros el presidente francés, quien aseguró “seguir convencido hoy de la pertinencia de esa elección”. “Debemos mantener la sangre fría”, añadiría después en un acto público.
Sarkozy subrayó que esta opción es “indisociable” del compromiso de asegurar la máxima seguridad de las instalaciones nucleares y prometió de nuevo –como ya había anunciado su primer minsitro, François Fillon– que el Gobierno procederá a una exhaustiva revisión de los sistemas de seguridad de todas y cada una de las centrales francesas, que tendrá en cuenta las enseñanzas de lo sucedido en Japón. El presidente defendió asimismo la armonización de los sistemas de seguridad a nivel europeo e internacional, y anunció su decisión de abrir un debate en materia energética en el seno del grupo G-20, presidido este año por Francia.
Debate interno también está dispuesto Sarkozy a que lo haya. En este sentido se dice abierto a “escuchar” las propuestas que hagan los diferentes actores para “optimizar” la política energética. Nada, sin embargo, que conduzca a cuestionar la idoneidad de la apuesta nuclear. Y menos aún a someterla a referéndum nacional como reclaman los grupos y partidos ecologistas. “No hay ninguna consulta referendaria que considerar sobre este tema, seamos serios y razonables”, descartó ayer el ministro Baroin.
Los Verdes, aquí, no pueden contar con la complicidad del Partido Socialista, tradicionalmente pro-nuclear. El PS se limitó ayer a pedir en el Parlamento una moratoria en todos aquellos proyectos que comporten un aumento de la capacidad nuclear del país y una revisión –ya aunciada por el Gobierno– de los niveles de seguridad de las centrales.
Francia, que ha enviado equipos de ayuda a Japón para socorrer a las víctimas del terremoto y el tsunami y ha ofrecido asimismo ayuda en materia de seguridad nuclear, ha recomendado a los ciudadanos franceses residentes en el país que se trasladen hacia el sur o regresen a Francia.
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