Salón Napoleón III, palacio del Elíseo, 15.45h de la tarde. Una puerta se abre. En una puesta en escena calcada de la Casa Blanca , una figura avanza desde el fondo en dirección al atril. Nicolas Sarkozy, con paso decidido y andar patizambo, se dirige hacia su encuentro particular con la Historia. París es esta tarde el centro del mundo. Y el presidente francés, el líder indiscutible de la comunidad internacional. Estados Unidos, por una vez, ha preferido un papel de reparto. La hora es grave. Se trata, aunque se diga en voz baja, de entrar en guerra. Mientras habla al mundo, los aviones franceses ya sobrevuelan Libia.
El mejor Sarkozy es el de las crisis. Impulsivo y audaz, rápido y oportunista, es un mediocre capitán en mar llana, pero un comandante extraordinario en plena tempestad. Lo demostró largamente en 2008, cuando aprovechó la inhibición norteamericana –fruto del largo periodo de transición de poderes entre George W. Bush y Barack Obama– y su presidencia semestral de la Unión Europea para ocupar el escenario y autoerigirse en el primer líder mundial. La resolución de la crisis de Georgia, en verano, fue cosa suya. La respuesta coordinada de la comunidad internacional a la crisis financiera del otoño, con la revitalización del G-20, también. Su liderazgo fue ampliamente aplaudido. Dentro y fuera.
La crisis en Libia, en la que Estados Unidos –por razones históricas y políticas– ha preferido quedar en segundo plano, ha dado a Sarkozy una nueva e inesperada oportunidad de auparse a la categoría de líder mundial. Y de restaurar, de paso, a nivel interno una imagen política desastrosa. ¿Quién se acuerda hoy de su pasividad ante las revueltas populatres en Túnez y Egipto? ¿Quién osaría hoy acusar a Sarkozy de aceptar un papel subalterno y seguidista de Estados Unidos en el plano internacional? El presidente francés se ha comportado en la crisis libia como un perfecto gaullista. Francia va por libre. Y cuando puede, a contracorriente.
A poco más de un año de las elecciones presidenciales, Libia puede cambiar el guión de la derrota anunciada de Sarkozy. Pero probablemente, el presidente francés mira mucho más allá.
Salón Napoleón III, palacio del Elíseo. Pocos minutos después de las 16h de
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