El supuesto caso de espionaje industrial del que habría sido víctima el programa del vehículo eléctrico de Renault podría no haber existido nunca. Un gran bulo, un engaño, una estafa incluso –todo, menos espionaje– sería la causa de que tres veteranos directivos de la firma fueran fulminantemente despedidos, acusados de la peor de las traiciones, y que estuviera a punto de desencadenarse un conflicto diplomático entre Francia y China, a quien se acusó de estar detrás de la presunta conspiración. La investigación de la Dirección Central de Información Interior (DCRI) lo más sólido que ha encontrado hasta ahora es menos que polvo: nada.
Renault, aún sin dar definitivamente por enterrada la posibilidad de un caso de espionale, admitió ayer abiertamente que la “hipótesis” de que la compañía haya sido víctima de una manipulación es más que verosímil. De confirmarse, ello tendría un efecto devastador sobre la dirección.
El director general de Renautl y número dos de Carlos Ghosn, Patrick Pélata, explicó la situación el lunes al primer ministro francés, François Fillon, y al ministro de Industria, Eric Besson. Y ayer lo hizo públicamente en una entrevista en Le Figaro, donde aseguró que en caso de confirmarse la existencia de una manipulación, los tres directivos despedidos serían reintegrados en la empresa y la dirección asumiría sus responsabilidades: “Si no hay caso de espionaje, asumiremos todas las consecuencias hasta el más alto nivel de la empresa, esto es, hasta mí”, dijo Pélata, ofreciendo implícitamente su dimisión y salvando al presidente.
El Gobierno francés, que ya se sintió ninguneado cuando estalló el caso –nadie le previno, pese a ser el Estado el principal accionista de Renault– se apresuró ayer a tomar nota de la disposición de Pélata a dimitir. La ministra de Economía, Christine Lagarde, subrayó que, evidentemente, si se demuestra que no hubo espionaje, pedirá “responsabilidades”.
El caso se inició con una denuncia anónima, enviada a la dirección a finales del pasado verano. Renault decidió en aquel momento –y ese fue su “gran error”, según han subrayado expertos en inteligencia industrial– encargar una investigación interna, en vez de ponerlo en conocimiento de la DCRI. Como resultado de esa investigación, que ahora podría revelarse fraudulenta, la empresa creyó confirmadas sus sospechas y en enero pasado despidió a tres directivos: Michel Balthazard, miembro del comité de dirección; Bertrand Rochette, su adjunto, y Matthieu Tenenbaum, director adjunto del programa del vehículo eléctrico. Los tres han defendido siempre su inocencia y han presentado una demanda por denuncia calumniosa.
El único indicio del supuesto espionaje, aportado por la investigación interna de Renault a partir de la denuncia anónima, sería la existencia de varias cuentas bancarias en Liechtenstein y Suiza a través de las cuales los tres directivos sospechosos cobrarían supuestos sobornos a cambio de pasar información a la competencia. La investigación de la DCRI ha revelado que no existe ninguna de las cuentas bancarias citadas en Suiza y –a falta de la confirmación oficial– podría pasar otro tanto con la de Liechtenstein. La identidad del denunciante anónimo no ha sido hasta ahora desvelada. Y las motivaciones que le movieron, todavía menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario