El debate sobre el islam se ha convertido para Nicolas Sarkozy en una trampa de difícil salida. Rechazada por los musulmanes, censurada por la oposición, criticada por numerosos intelectuales y mal vista por una parte de su propia familia política –que esta semana le apresuraba a dar marcha atrás–, la iniciativa recibió ayer el tiro de gracia. La Conferencia de Responsables de Culto en Francia –una organización nacida el pasado otoño que reagrupa a los máximos dirigentes de las tres iglesias cristianas, el islam, el judaísmo y el budismo– publicó una tribuna en el diario católico La Croix en la que, con palabras mesuradas pero de significado inequívoco, cuestiona abiertamente la oportunidad de un debate de tales características en un momento preelectoral como el actual. pues a su juicio podría “suscitar confusiones que no pueden ser sino perjudiciales”.
Los firmantes de la declaración –entre los que se encuentran el presidente de la conferencia episcopal francesa, el cardenal André Vingt-Trois; el Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim, y el presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán, Mohamed Moussaoui– expresan su total adhesión al principio de laicidad consagrado en la ley de 1905. “La laicidad es uno de los pilares de nuestro pacto republicano, uno de los soportes de nuestra democracia, uno de los fundamentos de nuestra voluntad de convivencia. Cuidémonos de no dilapidar esta conquista”, dicen. Pero cuestionan la oportunidad y la forma de abrir ahora un debate. “¿Hace falta, en el contexto actual, un debate sobre la laicidad?”, se preguntan los representantes religiosos, que recuerdan que en los últimos años ha habido ya numerosos debates sobre la laicidad, que han desembocado en informes y grupos de trabajo, dando así a entender que probablemente es innecesario. Y añaden aún otra pregunta: “Un partido político, por mayoritario que sea, ¿es la instancia adecuada para conducirlo en solitario?”. Tras aludir a las crisis “política, económica, financiera y moral” que sacuden hoy a la sociedad, preconizan implícitamente la anulación del debate: “No añadamos confusión al periodo confuso que atravesamos”, aconsejan con cautela.
La tribuna de las seis grandes confesiones de Francia se añade a un sinfín de declaraciones y peticiones surgidas en las últimas semanas en contra de una iniciativa que amenaza con presentar al islam como un problema y atizar las divisiones sociales. Un grupo de políticos, intelectuales y artistas firmó la semana pasada un manifiesto pidiendo la retirada del debate, lo mismo que han hecho los principales dirigentes musulmanes franceses. Militantes musulmanes de la UMP, el partido gubernamental, han roto públicamente sus carnets de afiliado y destacados miembros del partido y el Gobierno, como el ministro François Baroin, titular de Presupuesto y Portavoz del Ejecutivo, han propugnado directamente dar marcha atrás. De momento, sin ningún éxito.
Nicolas Sarkozy reiteró el lunes, cuando aún estaba fresca la derrota de las elecciones cantonales, su determinación de celebrar el controvertido debate, previsto para el próximo día 5. Y ayer, su principal ariete, el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, lo volvió a repetir, relativizando la tribuna de los religiosos.
Sarkozy y Copé ya pueden insistir en su presunta buena fe, que nadie les cree. El debate, formalmente reconducido al tema de la laicididad, siempre tuvo en realidad –y sigue teniendo– como objeto el islam en Francia. Y su repentina aparición en el discurso político de la UMP –tras el fallido debate de la identidad nacional y la prohibición del velo integral en el espacio público– se inscribe en la estrategia de Sarkozy de disputar el electorado popular a la extrema derecha.
Una provocadora estrella verde
El colectivo Banlieues Respect y el Consejo de los Demócratas Musulmanes de Francia (CDMF) han tomado la provocadora iniciativa de llamar a los musulmanes franceses a identificarse públicamente con una estrella verde en su indumentaria para expresar así su rechazo al debate organizado por la UMP sobre el islam, que consideran estigmatizador. La idea, cuyo eventual seguimiento es todavía una incógnita, ha generado ya airadas críticas, toda vez que asimila falsamente la situación de los musulmanes hoy en Francia con la persecución de los judíos bajo la ocupación nazi. El presidente del CDMF, Abderramán Dahmane, era hasta hace dos semanas consejero del Elíseo en materia de Integración, hasta que Nicolas Sarkozy le despidió por criticar públicamente la organización del debate.