sábado, 5 de noviembre de 2011

Tras Grecia, Italia...

La cumbre del G-20 arrancó el jueves en Cannes con Grecia hundiéndose en el abismo - y amenazando con arrastrar detrás de sí a toda la zona euro-y acabó ayer, viernes, con Italia señalada con el dedo como el nuevo eslabón débil de la cadena. La desconfianza de los mercados financieros hacia la situación de Italia - lastrada por un deuda de 1,9 billones de euros y obligada a endeudarse a elevadísimos tipos de interés (6,4%)-y el temor a una extensión de la crisis de la deuda a la tercera economía de Europa han acabado forzando al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, a aceptar la supervisión exterior.

La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) van a colocar a partir de ahora a Italia bajo control. La decisión, adoptada de común acuerdo durante la cumbre del G-20, aparece formalmente como un gesto voluntario del Gobierno italiano para tranquilizar a los mercados. Pero esta benévola presentación de las cosas no oculta el hecho de que la política de ajustes del Gabinete de Berlusconi va a ser "evaluada", "supervisada" y "verificada" por la Comisión Europea y el FMI, que cada tres meses enviarán a sus expertos a Roma para controlar la aplicación efectiva de las reformas comprometidas por el primer ministro italiano en la cumbre de Bruselas del 26 y 27 de octubre, en particular las reformas de las pensiones y del mercado de trabajo, así como el programa de privatizaciones.

El control no afecta tanto al contenido de las reformas, decididas ya por el Gobierno taliano, como a su real implementación. Italia no necesita por el momento ninguna ayuda financiera internacional, y de lo que se trata precisamente es de que eso no llegue a ser necesario. "Italia tiene enormes activos", reconoció ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien no obstante subrayó que la superación de la crisis - que "en parte es psicológica"-precisa la adopción de medidas que restablezcan la confianza de los mercados. La "invitación" a la intervención del FMI en Italia - dijo-es un ejemplo. Como ilustró con franqueza la directora del Fondo Monetario, Christine Lagarde, el problema de Italia es de "falta de credibilidad".

La crisis de la zona euro ha acabado centrando la cumbre de Cannes. Los países del G-20, que habían exigido a los europeos un plan creíble para salir del atolladero, han valorado las medidas acordadas en la cumbre de Bruselas, pero han acordado reforzarlas. Una vez más, con la intervención del FMI, como había planteado Barack Obama, que tras la cena oficial del jueves se reunió durante una hora con todos los dirigentes europeos presentes en Cannes: Nicolas Sarkozy; la canciller alemana, Angela Merkel, Silvio Berlusconi; José Luis Rodríguez Zapatero, y los presidentes del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y de la Comisión, José Manuel Durao Barroso.
Los países de la zona euro acordaron en las horas previas al inicio de la cumbre del G-20 acelerar las medidas decididas en Bruselas, y en particular la ampliación de la dotación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) -que debe pasar de 440.000 millones de euros a un billón-, con el fin de evitar que la crisis abierta en Grecia por el anuncio de controvertido referéndum no se extendiera a otros países, como Italia o España.

Para que este "cortafuegos" funcione eficazmente, el FEEF será reforzado desde el exterior. Descartada la implicación del Banco Central Europeo (BCE) –a lo que se opone Alemania– será el FMI quien asuma este papel. Con este fin, los países del G-20 acordaron ampliar los recursos del Fondo Monetario –algo que antes de la espantada de Grecia era rechazado por países como Estados Unidos o Alemania–, aunque la fórmula exacta debe definirse de aquí a la próxima reunión de minsitros de Economía programada en febrero. El FMI verá asimismo ampliadas sus funciones, con la creación de una nueva línea de créditos a corto plazo, más flexibles, para ayudar a aquellos países que, pese a aplicar una política económica rigurosa y una situación sólida, tengan problemas de liquidez a causa de ataques exteriores.

ALIVIO DE ESPAÑA

Hay veces que figurar en el comunicado final de una cumbre internacional, como le sucedió ayer a Italia, es algo parecido a una condena. No es el caso de España, que ha atravesado la prueba sin dificultades. E incluso con elogios, como los que reiteró al principio de la cumbre el presidente francés, Nicolas Sarkozy, al valorar el esfuerzo y el sentido de la responsabilidad tanto del Gobierno como de la oposición. Lo cierto es que, a diferencia de Italia, nadie ha pedido a España estos días ninguna medida adicional de ajuste. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodriguez Zapatero, aprovechó la oportunidad para sacar pecho y desautorizar a quienes han “encasillado” a España entre los países problemáticos de Europa. Zapatero reivindicó que las reformas adoptadas han permitido evitar le necesidad de pedir ayuda al exterior -“España es capaz de financiarse por sí misma”, remarcó– y, como consecuencia, la imposición de condiciones más duras.

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