Los países del G-20 acordaron una estrategia global, coordinada, para relanzar la economía mundial y salir del marasmo que amenaza con una nueva recesión. Según los términos del acuerdo, el plan de acción por el crecimiento marca compromisos diferentes en función - forzosamente-de la situación en que se encuentre cada país. Así, la mayoría de los países desarrollados, con una situación difícil de sus finanzas - entre los que se cuenta España, pero también Francia y el Reino Unido-,deben seguir dando prioridad a las políticas de consolidación fiscal y presupuestaria. A los demás, en cambio, se les pide un mayor compromiso para relanzar la actividad.
Los que tengan una situación más sólida, como Alemania, deberían dejar funcionar los "mecanismos de estabilización automáticos", es decir, dejar que aumente el déficit por el efecto natural de ralentización de la economía. Y los que presentan excedentes corrientes importantes, como China y otros países emergentes, se comprometen a adoptar reformas que impulsen la demanda interna y a introducir una mayor flexibilidad en sus tipos de cambio. Este último compromiso, por vago que aparezca, introduce una novedad muy importante, y así lo valoró el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pues significa que China empieza a aceptar la necesidad de revisar el tipo de cambio del yuan, como le piden los occidentales.
En el comunicado final, los países del G-20 se comprometen a potenciar la dimensión social de la globalización, ofreciendo una especial atención al problema del empleo de los jóvenes y al establecimiento - como principio-de un "zócalo" mínimo de protección social en todo el mundo. Eso sí, adaptado a la realidad de cada país.
A nivel financiero, la cumbre aprobó como estaba previsto una lista de bancos de importancia sistémica mundial - esto es, cuyos problemas podrían tener repercusiones a escala global, como la quiebra de Lehman Brothers en el 2008-,que serán sometidos a una vigilancia reforzada y a los que se exigirá un incremento adicional de sus fondos propios. En la lista, integrada por 29 establecimientos, está el español Banco Santander.
En este ámbito, el G-20 se puso asimismo de acuerdo en regular el denominado shadow baking, para evitar que las mayores exigencias impuestas a los bancos deriven a otras entidades financieras que no tienen el estatuto de banco las actividades más arriesgadas. "No permitiremos el retorno a los comportamientos precrisis en el sector financiero", señala con contundencia el comunicado. Asimismo, se refuerza la presión sobre los países - una lista de un total de once-que no han adaptado su legislación a las nuevas exigencias mundiales y que siguen actuando como paraísos fiscales.
Tal como quería Francia, en la cumbre se acordaron también una serie de medidas - en materia de información y regulación-destinadas a reducir la volatilidad de los precios agrícolas, así como de los mercados de la energía. A medio plazo, los países del G-20 se comprometen a acabar con los subsidios a los combustibles fósiles.
La cumbre se puso asimismo de acuerdo en la necesidad de prevenir la tentación del proteccionismo y acordó buscar nuevos métodos y nuevas vías de aproximación para revitalizar las negociaciones de la ronda de Doha sobre el comercio internacional.
Uno de los debates a priori más conflictivos era el de la instauración de una tasa sobre las transacciones financieras para obtener nuevos recursos con los que financiar la ayuda al desarrollo. Una opción, entre otras, planteada en el informe elaborado por el fundador de Microsoft, Bill Gates, y del que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha hecho una bandera. El comunicado final incluye esta medida como una posibilidad - sin ningún compromiso-y da vía libre a que los países que lo deseen la apliquen. Sarkozy ya anunció el acuerdo de Francia, Alemania, España, Argentina y Brasil, entre otros, para ponerla en práctica. La Comisión Europea ya trabaja en ello.
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