domingo, 27 de noviembre de 2011

"La estrategia alemana conduce a la catástrofe"

Autor de un libro de referencia sobre el declive francés publicado en 2003 –La France qui tombe (titulado en España “Francia en declive”)–, el economista y abogado Nicolas Baverez (Lyon, 1961) hace un severo juicio sobre la situación económica de Francia, que ve como la próxima víctima de los mercados financieros. Para Baverez, prolífico ensayista y miembro del comité director del Instituto Montaigne –uno de los más influyentes think tank franceses–, la intransigente ortodoxia de Alemania puede conducir al mundo a una depresión global.

- ¿Francia va por el mismo canino que Italia?

- Francia está en una situación de extrema vulnerabilidad que la convierte en el nuevo blanco de los mercados. Su deuda pública es inferior a la de Italia (86% contra 120% del PIB), pero tiene déficit primario, mientras los italianos tienen excedente (-2,5% contra +1,9% del PIB). Los fundamentos de la economía francesa se degradan: crecimiento potencial inferior al 1%, partes del mercado en caída libre, déficit comercial de más de 70.000 millones de euros –récord en el seno de la zona euro–, un paro que va camino del 10% de la población activa, exclusión de seis millones de personas que viven en 750 guetos urbanos... Francia no es víctima de la crisis iniciada en 2008, sino de la implosión de su modelo económico. Un modelo fundado, desde hace más de tres decenios, en un crecimiento a crédito, impulsado por el consumo y alimentado por las transferencias sociales, es decir, por la deuda pública. Este modelo se estrella hoy contra la crisis de los riesgos soberanos.

- ¿La degradación de la deuda francesa es inevitable?

- La situación de los mercados, con un spread de más de 200 puntos de base con Alemania, muestra que Francia, de hecho, ya ha perdido su triple A, por más que el anuncio de su degradación por las agencias aún esté por llegar. Francia ha estado mucho tiempo protegida por la diversión que ofrecía Italia a causa de Silvio Berlusconi y por la solidaridad de la pareja franco-alemana. Con la llegada al poder de Mario Monti y el rechazo nítido de Alemania de acudir en socorro de París, Francia deviene el corazón de la crisis, atrapada entre el hundimiento del crecimiento y el aumento de los tipos de interés. Como Italia, perderá el control de su deuda si los tipos que se le aplican pasan del 6%.

- Los dos planes de austeridad del Gobierno de François Fillon ¿se han quedado cortos?

- Los planes más bien han acelerado el problema. De entrada, son muy limitados, con un ahorro de 18.000 millones de euros, cuando harían falta 120.000 de aquí a 2016. A continuación, sólo hay 2.500 millones de reducción de gastos,  no especificados –por tanto, virtuales–, mientras 15.500 millones proceden del aumento de impuestos, la mitad de los cuales a cargo de las empresas. Y eso cuando el gasto privado no representa más que el 43,4% del PIB. Los planes no obedecen a ninguna estrategia macroeconómica de recuperación. Francia carece de una estrategia de modernización que asocie el rigor, a fin de volver al equilibrio de aquí a 2016, la recuperación de la competitividad –dirigiendo el dinero a inversiones productivas, la investigación y la innovación, y reduciendo el coste del trabajo con el abandono de las 35 horas–, la lucha contra el paro y la negociación de un nuevo pacto social. Al rechazar el rigor y la degradación, Francia corre detrás de los acontecimientos. Para acabar perdiendo la triple A y cayendo a la vez en la recesión.

- Algo tendrá que ver la proximidad de las elecciones...

- Evidentemente, hay una parte de cálculo electoral. Pero las cosas cambian. La clase política francesa busca desesperadamente una prórroga para prolongar tres decenios de endeudamiento furioso. Pero la continuacion del crecimiento a crédito es imposible, no sólo a causa de los tipos, sino por la desconfianza de los inversores, con un doble riesgo para la solvencia y la liquidez. Francia, como en 1983, debe optar entre reorientar drásticamente su modelo o sufrir la tutela de la UE y el Fondo Monetario Internacional.

- Nicolas Sarkozy prometió en 2007 una ruptura que no se ha producido. ¿Decepcionado?

- La historia es siempre inesperada. La ruptura ha tenido lugar, pero en el sistema mundial, no en Francia. Choque deflacionista de 2008, crisis de las deudas soberanas y del euro, declive de Estados Unidos y Japón, basculamiento del capitalismo hacia los países emergentes, revoluciones en el mundo arabo-musulmán... las rupturas estratégicas se han multiplicado. Pero la modernización de Francia no se ha producido. Es imposible juzgar el quinquenato de Nicolas Sarkozy a partir de su programa de 2007, pues todo ha sido barrido y convertido rápidamenteen obsoleto por la crisis. La contribución de Francia a la gestión de la crisis ha sido muy positiva, a través de la constitución del G-20, el salvamento de los bancos, el plan europeo de relanzamiento de 2008 y 2009, los esfuerzos para salvar el euro y la UE... Pero, como sucede a menudo en su historia, los franceses se han revelado incapaces de aplicarse ellos mismos los consejos generalmente sagaces que reparten a los demás.

- Francia ha tenido un papel activo frente a la crisis, pero desde este verano es Berlín quien impone sus puntos de vista...

- Incontestablemente. La dificultad no proviene de divergencias políticas entre ambos países, sino de sus divergencias económicas y sociales. Alemania concentra hoy los factores de poder en Europa y tiene la llave del destino tanto del euro como de la Unión, pero no tiene ni voluntad ni estrategia de liderazgo. Alemania se mantiene, por otra parte, apegada a dogmas monetarios que son anacrónicos y peligrosos en las circunstancias actuales. Francia se mantiene inventiva, móvil, y dispone de un verdadero savoir-faire en materia de gestión de crisis, pero ha perdido los medios de poder que podrían respaldar sus ideas y propuestas.

- Las propuestas de Francia ¿son a su juicio las correctas?

- No se puede poner fin a la crisis del euro si no es por la mutualización de las deudas –a través de las euro-obligaciones– o por su monetización a través del Banco Central Europeo, que es de lejos la solución más eficaz, la menos costosa y la más natural. Los franceses lo han comprendido. Pero son los alemanes quienes deciden. Y son muy desconfiados, no saben si Francia se mueve por el interés europeo o por la voluntad desesperada de seguir gastando el dinero que no tiene. Francia paga hoy muy caro, incluido en términos de soberanía y de influencia diplomática, el hecho de haber aplicado la eutanasia a su aparato productivo y dejado desintegrar sus finanzas públicas.

- ¿La estrategia alemana nos conduce a la catástrofe?

Si se mantiene, sí. Italia es la tercera economía de la zona euro y la cuarta deuda mundial –más de 1,9 billones de euros–. Si la deuda italiana salta porque Berlín persiste en prohibir la monetización de la deuda por el BCE, Europa pero también el mundo se hundirán en una gran depresión comparable a las de los años treinta, indisociable de la explosión de la mundialización y de un retorno hacia economías cerradas y administradas. La responsabilidad de Alemania sería inmensa no sólo de cara a Europa,  sino frente al planeta entero. Por eso tengo la convicción de que Alemania, que ya ha mostrado signos de apertura sobre las euro-obligaciones, acabará por aceptar la monetización cuando disponga de garantías políticas y jurídicas sobre la vuelta al orden de los países deficitarios, con Francia a la cabeza.

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