viernes, 4 de noviembre de 2011

La zona euro, foco de inquietud

"No podemos aceptar la explosión del euro, porque eso supondría la explosión de Europa", afirmó anoche con tono grave - aunque con un aspecto un poco más distendido que la víspera-el presidente francés, Nicolas Sarkozy, determinado junto con la canciller alemana, Angela Merkel, a defender la moneda única e impedir el contagio de la crisis griega a otros países en situación difícil, como Italia o España. Para el resto de los países del G-20, sin embargo, el problema excede Europa, en la medida en que puede acabar arrastrando a la economía mundial a una nueva recesión, y no parecen dispuestos a dejar en las solas manos europeas la resolución de la crisis. El seísmo provocado por la iniciativa unilateral del primer ministro griego, Giorgos Papandreu, de someter a referéndum el plan de salvamento de Grecia acordado la semana pasada en Bruselas ha puesto demasiado en evidencia la fragilidad de la respuesta europea.

La cumbre del G-20, que ayer se inició oficialmente en Cannes, apenas tuvo ojos para otra cosa que para la situación en Grecia y la crisis de la zona euro. "La tarea más importante del G-20 en los próximos días es resolver la crisis en Europa", subrayó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tras su llegada a Cannes, donde mantuvo encuentros bilaterales con Sarkozy y Merkel. La presión sobre los europeos procedente de los países emergentes conocidos como BRICS - Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-era asimismo apremiante.

Durante la tarde y noche de ayer, los representantes de los países de la eurozona yde las instituciones europeas negociaban con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros países del G-20, entre ellos Estados Unidos, la forma de reforzar el dispositivo diseñado por la zona euro para evitar un efecto dominó. Así lo reconoció Sarkozy cuando se le preguntó sobre la suficiencia del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) - que deberá estar dotado con un billón de euros-para hacer frente a una crisis de la deuda de un país como Italia. "Ese es precisamente el objeto de las discusiones", dijo el presidente francés, quien remarcó la necesidad de "hacer algo creíble, ambicioso y rápido".

Una de las cuestiones que están sobre la mesa es una mayor implicación del FMI, cuyos fondos podrían ser reforzados - a título voluntario, con la contribución de determinados países-y sus funciones ampliadas, estableciendo una nueva línea de créditos a corto plazo para países enfrentados a turbulencias externas.

Una minicumbre europea abordó, por la mañana, la necesidad de acelerar la puesta en práctica de los acuerdos de Bruselas, como medio de evitar la extensión de la crisis. El principal instrumento de este "cortafuegos", como lo definió un miembro de la delegación española, es la activación inmediata del Fondo Europeo de Estabilidad, que podría adoptar la forma jurídica de una agencia de financiación. El FEEF debería asegurar la compra de deuda en los mercados secundarios, ayudar a la recapitalización de los bancos cuando resulte necesario y, en caso extremo, la concesión de créditos para cubrir problemas de liquidez. En la reunión participaron Sarkozy, Merkel, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi - miembros de la zona y del G-20-,así como los presidentes del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, y de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, y la directora del FMI, Christine Lagarde.

La situación cambiante en Grecia parecía inclinar anoche a los dirigentes europeos hacia un prudente optimismo, más acusado en Sarkozy, más reservado en Merkel. El ultimátum lanzado al Gobierno griego la víspera con la congelación de toda ayuda internacional y la amenaza de una salida de la zona euro, parecía haber surtido efecto. El mismo efecto, como apuntó el presidente francés, de un "electrochoque".

ESPAÑA

José Luis Rodríguez Zapatero defendió ayer, en la primera jornada de la cumbre del G-20, en la población francesa de Cannes, la necesidad de compensar las políticas de ajuste y consolidación fiscal de aquellos países obligados imperativamente a hacer recortes - como España-con políticas de estímulo de la economía de la parte de aquellos países cuya situación económica se lo permite, según señalaron fuentes de la Moncloa. La ministra de Economía española, Elena Salgado, subrayó después que hay países con superávit comercial en todas las regiones del mundo - una forma elegante de señalar a Alemania, en Europa-,con capacidad para aplicar políticas que impulsen el crecimiento económico.

El presidente del Gobierno español coincidió en este terreno con otros dirigentes internacionales, entre ellos el presidente francés, Nicolas Sarkozy, persuadido de que una austeridad generalizada ahogará toda posibilidad de recuperación económica. Precisamente, uno de los objetivos principales de la presidencia francesa del G-20 es alumbrar al final de la cumbre una estrategia global, concertada, de salida de la crisis, en la que cada país sin embargo se comprometería a aplicar políticas adaptadas a su situación: la consolidación presupuestaria, en aquellos casos en que las finanzas públicas no dejen margen para otra cosa, y un mayor compromiso de quienes sí lo tienen para estimular la demanda interna.

En su intervención, Zapatero se alineó con la posición francoalemana en relación con Grecia - favorable por tanto a la suspensión de la ayuda internacional mientras aquel país no asuma los compromisos que adquirió en Bruselas-,pero pidió a la vez que el G-20 envíe al pueblo griego un mensaje de esperanza.

El presidente del Gobierno aprovechó que su intervención se produjo justo después de la del primer ministro británico, David Cameron, para subrayar que si el Reino Unido, pese a tener una deuda y un déficit superior a los españoles, no tiene los mismos problemas que España es porque el Banco de Inglaterra compra la deuda británica - de la que detiene un 20%-,mientras que no sucede lo mismo en la zona euro con el Banco Central Europeo (BCE). Zapatero, sin embargo, no tenía ninguna posibilidad de convencer a la canciller alemana, Angela Merkel, totalmente hostil a tal práctica.

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