El ambiente en Francia es eléctrico. La tormenta financiera que descarga sobre Italia ha empezado a salpicar a a este lado de los Alpes. Hasta el punto de que la pregunta “¿puede ser la segunda economía de Europa el próximo objetivo de los ataques de los mercados financieros?” ha dejado de ser un tabú. Las señales emitidas por los mercados son muy poco tranquilizadoras.
La diferencia –spread– entre los tipos de interés de las obligaciones a 10 años de Alemania y Francia alcanzó ayer un nuevo récord, situándose en algo más de 170 puntos de base. Los dos grandes motores económicos de Europa mantienen oficialmente la misma calificación –AAA–, pero mientras los alemanes pagan un 1,77% de interés, los franceses deben pagar un 3,45%. Poco importa que, para Francia, sea uno de los tipos de interés históricamente más bajos. Lo preocupante es que el spread con Alemania –que era de sólo 30 puntos el pasado mes de mayo– no para de crecer.
Los analistas consideran que,más allá del efecto llamada que los bonos alemanes ejercen sobre los inversores, los mercados dejan traslucir su desconfianza hacia Francia. Tanto por la exposición de sus bancos a la deuda soberana italiana como por el estado de sus cuentas públicas. “No nos hagamos ilusiones, en los mercados la deuda francesa ya no es AAA. No hagamos las cosas por una nota perdida”, advertía ayer desde las páginas del diario económico La Tribune Jacques Attali, que presidió la comisión de expertos sobre el crecimiento.
Lo más llamativo es que esta situación se produce después de que, el pasado lunes, el primer ministro, François Fillon, anunciara el segundo plan de austeridad desde el verano, que comportará un ajuste adicional de 7.000 millones de euros sobre los Presupuestos del Estado de 2012, que se añaden a los 12.000 millones del plan de agosto. El objetivo oficial es reducir el déficit el déficit al 3% en 2013 y alcanzar el equlibrio presupuestario en 2016.
El problema, para Francia, es que no son sólo los mercados quienes desconfían. También la Comisión Europea pone en duda las previsiones y cálculos de París. Si el Gobierno francés acaba de revisar a la baja su previsión de crecimiento para el año que viene –del 1,75% al 1%–, Bruselas lo rebajó ayer aún más, hasta situarlo en el 0,6%. Una evolución más acorde con la marcha actual de la economía francesa: el Banco de Francia anunció el miércoles que prevé un crecimiento cero para el cuatro trimestre.
A la vista de las circunstancias, el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, advirtió ayer que cara a 2013 “serán necesarias medidas suplementarias para corregir el déficit público excesivo” e instó a París a “anunciar lo más rápidamente posible” lo que pretende hacer para cumplir los objetivos de la UE.
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