Un sudor frío recorrió a primera hora de la mañana del jueves los despachos de la Agencia Francia Tesoro (AFT), organismo encargado de gestionar la deuda del Estado francés. En aquel momento, con cerca de 7.000 millones de euros por colocar, el diferencial (spread)de los tipos de interés de la deuda francesa a diez años respecto a los de Alemania superaban la barrera simbólica de 200 puntos básicos - o dos puntos porcentuales-por primera vez en veinte años. Sólo fue un susto. Al final de la jornada, el spread entre Francia y Alemania se había resituado en 175 y los títulos del tesoro francés lograron ser colocados sin problemas.
Pocos motivos tiene Francia, sin embargo, para sentirse aliviada. El coste de su deuda, aunque todavía en márgenes sostenibles, no ha parado de crecer en los últimos meses, aumentando la distancia con Alemania. Y la crisis de la zona euro ha acabado por alcanzarla. Junto a países teóricamente a salvo - como Austria, Holanda o Finlandia-,Francia ha empezado también a ser objeto de tensiones en los mercados financieros. Segunda economía del continente, si Francia vacila, es el penúltimo baluarte del euro el que se tambalea. Si cayera, el efecto dominó alcanzaría a la última pieza: Alemania.
Con una deuda pública de casi 1,7 billones de euros (el 86,2% del PIB) - según datos del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) correspondientes al segundo trimestre del año-,y un déficit público que alcanzó en el 2010 el 7%, Francia es uno de los países más endeudados de la zona euro. Con una economía que tarda en arrancar - el crecimiento del 0,4% en el tercer trimestre apenas oculta el -0,1% del segundo-,un paro elevado - casi el 10%-y una balanza comercial negativa, Francia es el eslabón débil del motor franco-alemán. Algo que ha empezado a traducirse en un acusado desequilibrio político en favor de Berlín.
"La diferencia creciente entre los tipos de interés de la deuda de Francia y Alemania demuestra que empieza a haber dudas y tensiones de liquidez sobre la deuda francesa", constata el profesor Radu Vranceanu, director de investigación del departamento de economía de la escuela de negocios Essec, para quien la zona euro está pagando "el derrumbe del mito de la infalibilidad de los países desarrollados". Especialista en crisis financieras y de cambios, política monetaria y deuda pública, Vranceanu ve "extremadamente difícil" detener la actual espiral de desconfianza de los inversores - "los compradores de deuda están desapareciendo", afirma-y considera que todos los países de la zona euro, sin excepción, pueden verse confrontados a crisis de falta de liquidez. "Ningún país está al abrigo, incluida Alemania", advierte.
En medio de la tormenta, Francia se agarra como un clavo ardiendo a la máxima calificación de su deuda - la famosa triple A-,pero su mantenimiento es más que dudoso. La agencia Moody´s decidió ponerla bajo vigilancia hace unas semanas y Standard & Poor´s llegó a avanzar - por error-su degradación la semana pasada. Para muchos observadores, su pérdida es sólo cuestión de tiempo. "Francia ha perdido, de facto, la triple A, es inútil obstinarse", afirmaba días atrás en una entrevista en La Tribune el ex presidente de la comisión para el Crecimiento, Jacques Attali, en cuya opinión Francia sólo escapará a "la dictadura de los mercados" con una "política rigurosa sobre las finanzas públicas".
De momento, los dos planes de austeridad consecutivos aprobados por el Gobierno - con un ahorro de 19.000 millones de euros-no han bastado para restaurar la confianza. Como las malas noticias nunca vienen solas, la última edición del informe Euro plus monitor,elaborado por el centro de estudios europeo The Lisbon Council y el banco alemán Berenger, hecho público esta semana, emite un severo juicio sobre la situación de Francia, a la que no duda en colocar en el puesto 13. º - por encima de Italia (14. º ) y por debajo de España (12. º ) - en su clasificación de los 17 países de la zona euro. "Las alarmas deberían sonar en Francia", cuyos resultados - advierte el informe-"son demasiado mediocres para un país que quiere salvaguardar su lugar en los puestos de cabeza".
Si las agencias de notación llegan a la misma conclusión, la pérdida de la triple A es inevitable. Y con ella caería algo más: el propio Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) creado para poner freno al contagio. "Si Francia pierde la triple A, habría que rehacer la última construcción europea, pues la fuerza de disuasión del fondo reposa sobre el hecho de que emite con una doble garantía triple A, la de alemanes y franceses", señalaba Daniel Cohen , vicepresidente de la Escuela de Economía de París, en Le Nouvel Observateur.
Para Vranceanu, el FEEF no puede arreglar el problema. "El fondo de estabilidad no existe, es una maquinaria virtual. Lo único creíble sería la intervención del Banco Central Europeo (BCE). Si el BCE empieza a comprar masivamente deuda europea, puede estabilizar la situación", argumenta. No es el único. Esta es la opinión prácticamente unánime en Francia. El presidente, Nicolas Sarkozy, ha defendido en vano esta idea - y otra subsidiaria, como la conversión del FEEF en un banco susceptible de financiarse en el BCE-frente a la negativa radical de la canciller alemana,
Angela Merkel, que el jueves reafirmó su determinación de no ceder en este punto. Para los alemanes, la actuación del BCE como un auténtico banco central abriría la puerta al riesgo de un inflación desbocada, lo que les remite a los sombríos años treinta y el ascenso del nazismo.
"Si el contagio llega finalmente a Alemania, deberán plantearse si asumen ese riesgo. Y quizá lo hagan. Pero no lo harán para salvar al resto", opina Vranceanu, para quien los alemanes se verán enfrentados entonces a una decisión crucial: "Deberán decidir si siguen en el euro, o no".
Una deriva típicamente francesa
El laxismo presupuestario francés,que tanto horror causa allende el Rin, es un mal enraizado en el país desde hace tres décadas.Desde la elección de François Mitterrand, todos los gobiernos franceses sin distinción de ideología, así de izquierda como de derecha, han tirado alegremente de la chequera. Hasta la victoria socialista de 1981, las finanzas públicasestaban bajo control. ValéryGiscard d´Estaing, quien sin embargo tuvo que lidiar con la primera crisis del petróleo, dejó el Elíseo con una deuda públicadel 20,7% del PIB - menor que la que había encontrado-y un déficitdel 0,3%. Cualquier país de la zona euro soñaría con estar hoy en semejante situación. Durante sus dos septenios (1981-1995), en los que se incluyen dos periodos de cohabitación con gobiernos de derechas - con Jacques Chirac y Édouard Balladur-,Mitterrand elevó la cuenta al 55,5% del PIB. Una vez investido Jacques Chirac presidente de la República,nada cambió esencialmente en este terreno. Al cabo de sus dos mandatos (1995-2007), que incluyen tambiénun periodo de cohabitación con el socialista Lionel Jospin al frente del Ejecutivo, la deuda se había colocado ya en el 64,2% del PIB...
Esta deriva, sobre el papel, tendría que haber cambiado con la llegada de Nicolas Sarkozy al poder. Su primer ministro, François Fillon, lo proclamó nada más ser designado, en el 2007, con una controvertida frase que encerraba un notable grado de osadía: "Estoy al frente de un Estado en quiebra", dijo el jefe del Gobierno francés,sin que se sepa todavía quéera más atrevido: si dramatizar el estado de las finanzas públicas- algo que hoy sería letal-o ponerse políticamente por encima del jefe del Estado. En cualquiera de los casos, las proclamas no fueron seguidas de hechos y cuatro años y medio después,la deuda se come ya el 86,2% del PIB y el déficitha alcanzado récordshistóricos. Nicolas Sarkozy ha adelgazado la Administración - a base de amortizar la mitad de los puestos de trabajo de los funcionarios que se jubilan-,pero esta ganancia no ha compensado ni de lejos los regalos fiscales realizados al inicio de su mandato. El presidente francésha esperado al año 2011 a aprobar sus primeros planes de austeridad, por un montante - 19.000 millones de euros en total, la mayor parte procedente de subidas de impuestos y sólo en menor medida de un recorte del gasto-que algunos observadores consideran irrisorio. Entre ellos, Jacques Attali, quien a partir del informe de su comisión de expertos sobre el Crecimiento del 2010 propugnaba recortar 95.000 millones de euros en tres años. "El primer plan de Fillon no estaba a la altura y el segundo, tampoco", considera a la luz de sus propuestas. Radu Vranceanu entiende que, desde el punto de vista de la sostenibilidad de la deuda a largo plazo, las medidas gubernamentales "son suficientes". "El Gobierno ha hecho lo que debía", asegura. Aunque, a la vez, expresa serias dudas de que los recortes, que "no son de un rigor extraordinario", devuelvan la confianza a los inversores.
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