Una Juana de
Arco aguerrida, con un yelmo en la cabeza, presidía ayer la gran pancarta del
tradicional acto del Primero de Mayo del Frente Nacional (FN), cuyo eslógan –en
plena campaña de las elecciones europeas– era inequívocamente antieuropeo: “No
a Bruselas, sí a Francia”. La Doncella de Orléans, en el imaginario de la
extrema derecha francesa, no combate hoy contra los ingleses, sino contra los
europeístas, acusados de un crimen de lesa patria al ceder la soberanía
nacional a la Unión Europea, una especie de monstruo de mil cabezas que la
líder del FN, Marine Le Pen, llamó ayer a “derribar”. En Europa, el soberanismo
es esto.
Una decena de alcaldes frentistas recién elegidos, con sus
bandas tricolores, mostraban en el estrado el empuje del FN, que en las
elecciones europeas del próximo día 25 podría convertirse por primera vez en el
partido más votado de Francia. Así lo vaticinan diferentes sondeos, que lo
colocan en cabeza –ligeramente por delante de la Unión por un Movimiento
Popular (UMP) y a bastante distancia del Partido Socialista (PS)– con entre el
22% y el 24% de los votos. Marine Le Pen aprovechó el acto del Primero de Mayo
para alentar a sus seguidores a votar, instándoles a eludir la “trampa infernal
de la abstención”. “Los que no vayan a votar dejarán a los partidarios de la
Unión Europea la posibilidad de seguir su obra funesta –arengó–. Cumplid con
vuestro deber de patriotas. Es un deber crucial, mucho más de lo que parece.
¡Es el momento de preguntarse sobre le UE y decir basta!”. “¡No me decepcionéis
e id a votar!”, añadió.
Escoltada por su padre, Jean-Marie Le Pen –fundador del
partido– y su sobrina, Marion Maréchal-Le Pen, la líder del FN se dirigió a una
multitud de varios miles de personas –entre 5.300 y 20.000 según la Prefectura
de Policía y los organizadores, respectivamente– que se concentraron bajo la
lluvia frente a la Ópera y que, entre otros eslóganes, coreaban “¡Estamos en
nuestra casa!”.
Un grupo de feministas radicales del grupo Femen intentó,
senos al aire, boicotear el inicio del acto al grito de “¡Stop a la unión
fascista!”, pero fueron rápidamente reducidas por el servicio de orden y la
policía. Militantes del FN les gritaron que se fueran del país, en alusión al
origen ucraniano del movimiento.
Le Pen, que se presenta candidata a la reelección como
eurodiputada y pretende forjar una alianza en el Parlamento Europeo con otras
fuerzas nacionalistas y antieuropeas del continente, defiende sacar a Francia
del euro y desmontar la actual Unión Europea. “Derribarla”, dijo ayer. Para el
FN, Europa es sinónimo de disolución de la identidad francesa, de pérdida de
soberanía, así como la dictadura de la austeridad y paso franco a la
inmigración masiva y descontrolada. Todos los males parecen venir de Bruselas,
que –según su discurso– somete a Francia como si se tratara de un “pueblo menor
de edad”, obligado a pedir permiso para todo, y que convierte al presidente de
la República en un “pequeño gobernador” o un “subprefecto de provincia”.
“Si el pueblo francés nos coloca en cabeza, el presidente de
la República no podrá ignorar el rechazo a la construcción europea que se habrá
expresado”, advirtió Le Pen, quien vaticinó: “Las instancias de la Unión
Europea se verán obligadas a interrumpir su loca carrera. La única solución
será la disolución de la Asamblea Nacional (francesa) y la convocatoria de
nuevas elecciones legislativas para cambiar radicalmente la política nacional”.
La violencia latente del discurso de Marine le Pen se
tradujo ayer en un lapsus, cuando la presidenta del FN citó la definición que
de Francia hizo en el siglo XVI el poeta Joachim du Bellay: “madre de las
artes, de las armas y de las leyes”. Ayer, bajo la efigie guerrera de Juana de
Arco, las armas ocuparon el primer lugar.
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