martes, 13 de mayo de 2014

Una 'quinta columna' en la UE

Un mar de fondo, hecho de desconfianza y miedo, agita las aguas de Europa y amenaza con lanzar, la noche electoral del 25 de mayo, una violenta advertencia a los dirigentes de la Unión Europea. A caballo de una abstención que se presume histórica, los partidos euroescépticos o directamente antieuropeos –en gran medida, pero no únicamente, de extrema derecha– podrían doblar su representación en la cámara de Estrasburgo y obtener alrededor de 200 diputados. Dicho de otro modo: una cuarta parte del Parlamento Europeo podría acabar en manos de una ‘quinta columna’ decidida a sabotear la construcción europea tal como se ha entendido hasta ahora.

Las dos puntas de lanza de este fenómeno son el Frente Nacional (FN) en Francia y el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), en Gran Bretaña, que con un discurso radicalmente antieuropeo podrían acabar siendo los partidos más votados en sus respectivos países y enviar a Estrasburgo una veintena de europarlamentarios cada uno. Una representación similar, aunque sin arrebatar al Partido Demócrata su condición de fuerza más votada, podría obtener en Italia el Movimiento 5 estrellas del controvertido Beppe Grillo.

Llevar como estandarte a Juana de Arco, la heroína mártir que dirigió los ejércitos de Francia contra los ingleses, como hace el FN de Marine Le Pen, no parece la mejor tarjeta de presentación para tratar de forjar una alianza con el UKIP. Para el líder soberanista británico, Nigel Farage, sin embargo, lo más indigesto del FN francés no son tanto sus evocaciones patrióticas de la Doncella de Orléans como su herencia ultraderechista, que hunde sus raíces en la Francia de Vichy. “El FN tiene un bagage, un pasado. Me horroriza el nacionalismo extremo, yo soy un liberal clásico”, ha argumentado para guardar distancias y mantenerse al margen de la coalición antieuropeísta apadrinada por el FN. Y sin embargo, ambos partidos tienen rasgos en común.

Como otras fuerzas emergentes en Europa, el FN y el UKIP se alinean con un radical soberanismo antieuropeo, que reivindica la salida o el desmantelamiento de la UE, la recuperación de una política económica autónoma –y el abandono del euro, en el caso de la extrema derecha francesa–, y un reforzado control de las fronteras frente al fenómeno de la inmigración de masas. Su discurso cala en importantes sectores de la sociedad francesa y británica. Y, en cierto modo, se ve reforzado por los descarados coqueteos euroescépticos de los tories y de una parte de la derecha francesa.

No hace falta que el FN y el UKIP mantengan una sintonía política total en todos los demás ámbitos para estar de acuerdo en estos puntos básicos. Como lo están los otros socios con los que el FN ha conseguido aliarse –el holandés Partido de la Libertad (PVV), de Geert Wilders; el austríaco Partido Liberal (FPÖ), del desaparecido Joorg Haider; la italiana Liga Norte (LN), de Umberto Bossi; el flamenco Vlaams Belang, de Bruno Valkeniers, en Bélgica, y el Partido Nacional Eslovaco (SNS), de Andrej Danko– con el objetivo de tratar de integrar un grupo parlamentario propio. Para lograrlo les hace falta conseguir al menos 25 diputados procedentes de siete países diferentes.

De acuerdo con las proyecciones de los sondeos, todos estos partidos obtendrán representación en Estrasburgo. Como lo consegurián también, a priori, otras fuerzas claramente euroescépticas como la Alternativa por Alemania (AfD) –que propugna dejar de financiar a los países de Europa del Sur–, el Partido del Pueblo Danés (DF), los Verdaderos Finlandenses (PS), los Demócratas Suecos (DS), los neonazis griegos de Alba Dorada (CA), el Movimiento por una mejor Hungría (Jobbik) y el checo Ano 2011.

La pujanza de los grupos extremistas, nacionalistas y populistas se alimentan naturalmente de la crisis económica, el paro y la exclusión social, agravados por la intransigente política de austeridad dictada desde Bruselas y Berlín –y que en algunos países ha despertado un cierto sentimiento antigermánico–, pero también y fundamentalmente por un miedo difuso al mundo de la globalización, percibido como una amenaza económica pero también identitaria, y del que la UE se habría convertido en una suerte de caballo de Troya. De ahí este fenómeno de repliegue hacia la falsa protección del viejo estado-nación.

Eso explicaría, como ha apuntado el politólogo Jean-Yves Camus, director del Observatorio de las Radicalidades Políticas (Orap), que el populismo de extrema derecha no progrese en algunos de los países más castigados por la crisis –“Es el caso de España, Portugal e Irlanda”, subraya–, mientras que sí se produce en algunos países escandinavos, donde apenas hay paro e inmigración extranjera, en lo que constituye –en palabras del sociólogo Erwan Lecoeur– un “extremismo de la prosperidad”.

Para que esta constelación de partidos tan diferentes pudiera conseguir marcar la agenda europea, haría falta que actuaran todos al unísono. Lo cual es harto improbable. Pero su peso puede tener efectos desestabilizadores insospechados. Algunos observadores, como el presidente de la Fundación Schumman, Jean-Dominique Giuliani, llegan a apuntar una posible confluencia de intereses con potencias extranjeras, como Rusia, con quien comparten “un odio común a la UE”. Y advierte: “Los europeos tienen desde ahora verdaderos enemigos a los que combatir”.


Luz verde a los neonazis griegos

El Tribunal Supremo de Grecia autorizó ayer al partido neonazi Alba dorada a presentarse a las elecciones europeas, según anunció el abogado de esta formación política, Pavlos Sarakis. La participación de los neonazis en los comicios europeos había sido puesta en duda por el hecho de que su jefe de filas, Nikólaos Michaloliákos, y otros cinco diputados estén en prisión preventiva acusados de dirigir y pertenecer a una organización criminal. Su detención, así como las investigaciones de la justicia griega sobre otros parlamentarios del partido, es la consecuencia del asesinato en septiembre del 2013 del rapero Pávlos Fýssas a manos de un militante de Alba dorada. Pese a ello, el Tribunal Supremo ha considerado que, a falta de una sentencia condenatoria, el partido podía presentarse a las elecciones. Los neonazis griegos obtuvieron en las elecciones legislativas del 2012 un 7% de los votos, y los sondeos le otorgan entre el 7,5% y el 8% en los comicios al Parlamento Europeo. En cabeza, con el 26,2%, aparece la coalición radical de izquierda Syriza, que dirige Alexis Tsipras.






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