Cientos de
inmigrantes clandestinos se concentran frente al estrecho soñando con cruzar al
otro lado. No se trata de Ceuta y Melilla, sino de la ciudad francesa de
Calais, y el destino buscado no es España, sino el Reino Unido. En Francia, en
el mismo corazón de Europa, las fronteras interiores subsisten e inmigrantes
venidos de Afganistán, de Iraq, de Siria, de Libia, de Sudán, de Somalia, de
Eritrea... acaban agolpados en Calais y otros puertos de la costa atlántica
–Dunkerke, Boulogne-sur-Mer, Dieppe, Le Havre, Ouistreham, Cherburgo– para
intentar alcanzar como sea la Gran Bretaña. Regularmente, los campamentos
ilegales de los inmigrantes apostados en las proximidades son desmantelados por
las autoridades francesas y tiempo después, indefectiblemente, vuelven a
reaparecer. La última operación de este tipo se llevó a cabo ayer, cuando
fuerzas antidisturbios de la Policía y la Gendarmería evacuaron y arrasaron
tres de estos campos en Calais, en los que se concentraban en condiciones
absolutamente insalubres alrededor de 700 inmigrantes.
Calais, el punto de paso principal, el de más tránsito,
entre Francia y el Reino Unido, se ha convertido desde hace años en una etapa
clave en las rutas de inmigración que atraviesan Europa. Calais es la puerta a
las islas británicas. Una puerta cerrada, pero no infranqueable. Cada noche,
grupos de inmigrantes intentan salvar las alambradas que protegen el puerto
escondiéndose en algunos de los camiones que se dirigen hacia los ferries que
cruzan el Canal de la Mancha. Organizado por redes clandestinas, el paso puede
costar hasta 800 euros. Algunos lo logran, muchos otros son interceptados y
devueltos. Desde principios de año, los guardias del puerto de Calais han
interceptado a 3.000 clandestinos.
Incapaz de impedir la existencia de esta población flotante,
Francia trata al menos de mantenerla controlada y limitada. De ahí que
periódicamente se desmantelen campamentos ilegales. La decisión de acabar con
los tres evacuados ayer fue tomada por el prefecto de Nord-Pas de Calais, Denis
Robin, el pasado día 21, argumentando razones de salud pública, después de que
las autoridades sanitarias hubieran detectado una epidemia de sarna.
Cuando las fuerzas de seguridad llegaron al lugar, algunos
inmigrantes se habían ya marchado, pero aún quedaban 550. Tras el desalojo, las
excavadoras lo arrasaron todo. A los inmigrantes se les invitó a montar en
varios autobuses para ser trasladados a un centro donde poder tomar una ducha,
cambiarse de ropa y medicarse contra la sarna, con la promesa de que no serían
detenidos. Pero, temiendo una encerrona, se negaron a subir y se quedaron
concentrados en una zona contigua donde, cada noche, las asociaciones de apoyo
les sirven una cena caliente. La prefectura accedió a que pasen allí una o dos
noches más, a condición de que luego se marchen.
¿Dónde? Este es el gran problema. Las autoridades francesas
ofrecen alojamiento a todos aquellos que deseen solicitar asilo en Francia,
pero casi nadie quiere. Todos buscan pasar al Reino Unido y tampoco aceptan ser
alejados de Calais. Las asociaciones de ayuda a los inmigrantes critican al
Gobierno francés por no ofrecer ninguna alternativa para alojar a los
inmigrantes allí donde están. Pero la solución no es sencilla. En 1999, la Cruz
Roja abrió un centro de acogida en Sangatte, junto a Calais, con capacidad para
800 personas, que acabó albergando a 1.800. En el 2002 fue cerrado tras un
acuerdo entre París y Londres.
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