jueves, 29 de mayo de 2014

La frontera del Canal

Cientos de inmigrantes clandestinos se concentran frente al estrecho soñando con cruzar al otro lado. No se trata de Ceuta y Melilla, sino de la ciudad francesa de Calais, y el destino buscado no es España, sino el Reino Unido. En Francia, en el mismo corazón de Europa, las fronteras interiores subsisten e inmigrantes venidos de Afganistán, de Iraq, de Siria, de Libia, de Sudán, de Somalia, de Eritrea... acaban agolpados en Calais y otros puertos de la costa atlántica –Dunkerke, Boulogne-sur-Mer, Dieppe, Le Havre, Ouistreham, Cherburgo– para intentar alcanzar como sea la Gran Bretaña. Regularmente, los campamentos ilegales de los inmigrantes apostados en las proximidades son desmantelados por las autoridades francesas y tiempo después, indefectiblemente, vuelven a reaparecer. La última operación de este tipo se llevó a cabo ayer, cuando fuerzas antidisturbios de la Policía y la Gendarmería evacuaron y arrasaron tres de estos campos en Calais, en los que se concentraban en condiciones absolutamente insalubres alrededor de 700 inmigrantes.

Calais, el punto de paso principal, el de más tránsito, entre Francia y el Reino Unido, se ha convertido desde hace años en una etapa clave en las rutas de inmigración que atraviesan Europa. Calais es la puerta a las islas británicas. Una puerta cerrada, pero no infranqueable. Cada noche, grupos de inmigrantes intentan salvar las alambradas que protegen el puerto escondiéndose en algunos de los camiones que se dirigen hacia los ferries que cruzan el Canal de la Mancha. Organizado por redes clandestinas, el paso puede costar hasta 800 euros. Algunos lo logran, muchos otros son interceptados y devueltos. Desde principios de año, los guardias del puerto de Calais han interceptado a 3.000 clandestinos.

Incapaz de impedir la existencia de esta población flotante, Francia trata al menos de mantenerla controlada y limitada. De ahí que periódicamente se desmantelen campamentos ilegales. La decisión de acabar con los tres evacuados ayer fue tomada por el prefecto de Nord-Pas de Calais, Denis Robin, el pasado día 21, argumentando razones de salud pública, después de que las autoridades sanitarias hubieran detectado una epidemia de sarna.

Cuando las fuerzas de seguridad llegaron al lugar, algunos inmigrantes se habían ya marchado, pero aún quedaban 550. Tras el desalojo, las excavadoras lo arrasaron todo. A los inmigrantes se les invitó a montar en varios autobuses para ser trasladados a un centro donde poder tomar una ducha, cambiarse de ropa y medicarse contra la sarna, con la promesa de que no serían detenidos. Pero, temiendo una encerrona, se negaron a subir y se quedaron concentrados en una zona contigua donde, cada noche, las asociaciones de apoyo les sirven una cena caliente. La prefectura accedió a que pasen allí una o dos noches más, a condición de que luego se marchen.

¿Dónde? Este es el gran problema. Las autoridades francesas ofrecen alojamiento a todos aquellos que deseen solicitar asilo en Francia, pero casi nadie quiere. Todos buscan pasar al Reino Unido y tampoco aceptan ser alejados de Calais. Las asociaciones de ayuda a los inmigrantes critican al Gobierno francés por no ofrecer ninguna alternativa para alojar a los inmigrantes allí donde están. Pero la solución no es sencilla. En 1999, la Cruz Roja abrió un centro de acogida en Sangatte, junto a Calais, con capacidad para 800 personas, que acabó albergando a 1.800. En el 2002 fue cerrado tras un acuerdo entre París y Londres.


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