Frente a sus dos grandes competidores mundiales, General
Electric –principal candidato a llevarse la parte del león del grupo francés– y
Siemens –el otro aspirante–, Alstom parece más bien escuálido: 20.300 millones
de euros de cifra de negocios frente a los 146.000 millones del gigante
norteamericano y los 75.000 millones del grupo alemán. “En comparación, Alstom
no da la talla”, opina Christopher Dembik, analista de Saxo Bank, para quien el
grupo francés, pese a presentar unas cuentas aparentemente saneadas, se
enfrenta a graves problemas de liquidez. Toda vez que el valor de sus acciones
cayó en la bolsa un 20% el año pasado.
Patrick Kron considera que Alstom, debilitado por el
retroceso del mercado eléctrico en Europa a raíz de la crisis del 2008 y la
competencia de nuevos actores asiáticos, no tiene ya la capacidad para afrontar
los retos futuros en el sector de la energía. Tanto más cuanto que los
clientes, como ya sucede en otras ramas de la industria, piden cada vez más un
acompañamiento financiero. Lo que Alstom no está en disposición de prestar.
“Y no es sólo una cuestión financiera , es también una
cuestión de partes de mercado y de talla crítica”, arguye el presidente del
grupo francés en la citada entrevista, donde propone un ejemplo clarificador de
la delicada situación actual: “En un año, Alstom ha vendido diez turbinas de
gas, mientras que General Electric ha vendido treinta en un trimestre y cuenta
con vender 150 en el conjunto del año”, explica.
Fundado en 1928, fruto de la fusión de las empresas
Thomson-Houston y la Sociedad Alsaciana de Construcciones Mecánicas (SACM), el
grupo francés –inicialmente bautizado Alsthom– ha cambiado numerosas veces de
nombre, de accionistas y de actividades, hasta acabar centrado en dos grandes
polos: la producción de energía eléctrica y el transporte ferroviario, con su
célebre Tren de Alta Velocidad (TGV) como producto estrella. Su salida a bolsa
en 1998, paralela a una alianza con el grupo suizo-sueco ABB para fabricar un
nuevo tipo de turbuinas de gas –que salieron defectuosas– estuvo a punto de
llevarle a la ruina y sólo se salvó después de que, en el 2004, el entonces
ministro de Economía, Nicolas Sarkozy, decidiera –con el acuerdo de la Comisión
Europea– la entrada temporal del Estado francés en el capital de Alstom.Aquella
salvación en fanfarria, sin embargo, no ha servido para consolidar un gran
grupo mundial, con la talla crítica suficiente. Y una década después, el problema
sigue ahí.
La aproximación a General Electric, que no cuenta a priori
con el favor del Gobierno actual –más favorable a una solución europea con
Siemens–, es sin embargo absolutamente natural. Ambos grupos no son sólo
complementarios, sino que han estado históricamente vinculados. Una de las
sociedades fundadoras de Alstom, Thomson-Houston era de hecho una filial de
General Electric, que pese a su matriz estadounidense está presente en Francia
desde 1881. El nacimiento de GEC-Alstom en 1989 fue fruto asimismo de la fusión
con una filial británica de General Electric –GEC Power Systems–. Y de hecho
Alstom fabricó durante muchos años turbinas de gas con la patente GE, hasta que
en 1998 decidió aliarse con ABB y vendió a General Electric su planta de producción
de Belfort...
Como la mayoría de grandes grupos industriales
norteamericanos, que conservan gran parte de sus beneficios obtenidos en el
extranjero fuera de Estados Unidos –para ahorrarse legalmente impuestos–, GE
dispone de una gran liquidez para invertir, de entre 60.000 y 80.000 millones
de euros, según diferentes estimaciones. No es el caso de los grupos franceses,
objetivo propicio de los inversores extranjeros: la mitad del capital de las 40
principales empresas cotizadas en la bolsa de París (CAC40) está en manos
foráneas.
El empleo, en el centro de la discusión
El presidente francés, François Hollande, planteó esta
semana a los principales actores del caso Alstom las condiciones que el Estado
–que aunque ya no es accionista, sigue siendo un cliente fundamental– reclama
para facilitar la operación: la salvaguarda del empleo y el mantenimiento de
los centros de decisión en Francia. El grupo Alstom tiene en total alrededor de
92.000 empleados en todo el mundo, de los cuales 18.000 en Francia –sólo un
poco más de los 11.000 que tiene General Electric en el país– y 4.000 en
España. El objetivo de Alstom es vender toda la división vinculada a la
producción eléctrica, repartida entre las sociedades Thermal Power, Renewable
Power y Grid, así como una parte de los servicios centrales. En este ámbito,
que representa el 70% de la cifra de negocios del grupo, trabaja la mayor parte
de la plantilla, esto es, 65.000 personas, mientras que en la división de
transporte ferroviario trabajan unas 27.000 personas.
El grupo norteamericano
General Electric, el único que hasta ahora ha presentado una oferta de
adquisición en firme –valorada en 12.350 millones de euros–, ha asegurado que
no sólo mantendrá los puestos de trabajo, sino que pretende incluso ampliarlos.
Sus actividades son muy complementarias respecto a las de Alstom. El grupo
Siemens, en cambio, compite directamente con Alstom en todos los terrenos, del
eléctrico al ferroviario. Los alemanes, que hasta ahora sólo han presentado una
carta de intenciones, proponen quedarse con la división eléctrica y ceder a
Alstom su división ferroviaria, lo quedaría lugar a dos grandes grupos
europeos. Pero eso, forzosamente, comportará a medio plazo reducción de
empleos.
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