domingo, 4 de mayo de 2014

Cuando el tamaño sí importa

A veces, el tamaño sí importa. Y el del grupo francés Alstom, aunque pudiera parecer lo contrario, no está a la altura de los retos de la competición mundial. Así lo ha visto su presidente, Patrick Kron –quien ya lo salvó de la quiebra, con la ayuda del Estado francés, en el 2004–, y también su principal accionista, el grupo Bouygues, que parece ávido de desprenderse del 29,4% del capital. “La vía de una estrategia autónoma, que es la aplicada en los últimos diez años, se ha convertido en arriesgada y peligrosa”, argumentó Kron en una entrevista en el diario Le Monde. La solución elegida, sin embargo, más que una alianza o una fusión, pasará por la venta lisa y llanamente de la parte del negocio dedicada a la producción eléctrica, que representa nada menos que el 70% de la actividad de Alstom. El grupo francés se centrará, así, exclusivamente en el sector del transporte ferroviario.

Frente a sus dos grandes competidores mundiales, General Electric –principal candidato a llevarse la parte del león del grupo francés– y Siemens –el otro aspirante–, Alstom parece más bien escuálido: 20.300 millones de euros de cifra de negocios frente a los 146.000 millones del gigante norteamericano y los 75.000 millones del grupo alemán. “En comparación, Alstom no da la talla”, opina Christopher Dembik, analista de Saxo Bank, para quien el grupo francés, pese a presentar unas cuentas aparentemente saneadas, se enfrenta a graves problemas de liquidez. Toda vez que el valor de sus acciones cayó en la bolsa un 20% el año pasado.

Patrick Kron considera que Alstom, debilitado por el retroceso del mercado eléctrico en Europa a raíz de la crisis del 2008 y la competencia de nuevos actores asiáticos, no tiene ya la capacidad para afrontar los retos futuros en el sector de la energía. Tanto más cuanto que los clientes, como ya sucede en otras ramas de la industria, piden cada vez más un acompañamiento financiero. Lo que Alstom no está en disposición de prestar.

“Y no es sólo una cuestión financiera , es también una cuestión de partes de mercado y de talla crítica”, arguye el presidente del grupo francés en la citada entrevista, donde propone un ejemplo clarificador de la delicada situación actual: “En un año, Alstom ha vendido diez turbinas de gas, mientras que General Electric ha vendido treinta en un trimestre y cuenta con vender 150 en el conjunto del año”, explica.

Fundado en 1928, fruto de la fusión de las empresas Thomson-Houston y la Sociedad Alsaciana de Construcciones Mecánicas (SACM), el grupo francés –inicialmente bautizado Alsthom– ha cambiado numerosas veces de nombre, de accionistas y de actividades, hasta acabar centrado en dos grandes polos: la producción de energía eléctrica y el transporte ferroviario, con su célebre Tren de Alta Velocidad (TGV) como producto estrella. Su salida a bolsa en 1998, paralela a una alianza con el grupo suizo-sueco ABB para fabricar un nuevo tipo de turbuinas de gas –que salieron defectuosas– estuvo a punto de llevarle a la ruina y sólo se salvó después de que, en el 2004, el entonces ministro de Economía, Nicolas Sarkozy, decidiera –con el acuerdo de la Comisión Europea– la entrada temporal del Estado francés en el capital de Alstom.Aquella salvación en fanfarria, sin embargo, no ha servido para consolidar un gran grupo mundial, con la talla crítica suficiente. Y una década después, el problema sigue ahí.

La aproximación a General Electric, que no cuenta a priori con el favor del Gobierno actual –más favorable a una solución europea con Siemens–, es sin embargo absolutamente natural. Ambos grupos no son sólo complementarios, sino que han estado históricamente vinculados. Una de las sociedades fundadoras de Alstom, Thomson-Houston era de hecho una filial de General Electric, que pese a su matriz estadounidense está presente en Francia desde 1881. El nacimiento de GEC-Alstom en 1989 fue fruto asimismo de la fusión con una filial británica de General Electric –GEC Power Systems–. Y de hecho Alstom fabricó durante muchos años turbinas de gas con la patente GE, hasta que en 1998 decidió aliarse con ABB y vendió a General Electric su planta de producción de Belfort...

Como la mayoría de grandes grupos industriales norteamericanos, que conservan gran parte de sus beneficios obtenidos en el extranjero fuera de Estados Unidos –para ahorrarse legalmente impuestos–, GE dispone de una gran liquidez para invertir, de entre 60.000 y 80.000 millones de euros, según diferentes estimaciones. No es el caso de los grupos franceses, objetivo propicio de los inversores extranjeros: la mitad del capital de las 40 principales empresas cotizadas en la bolsa de París (CAC40) está en manos foráneas.


El empleo, en el centro de la discusión

El presidente francés, François Hollande, planteó esta semana a los principales actores del caso Alstom las condiciones que el Estado –que aunque ya no es accionista, sigue siendo un cliente fundamental– reclama para facilitar la operación: la salvaguarda del empleo y el mantenimiento de los centros de decisión en Francia. El grupo Alstom tiene en total alrededor de 92.000 empleados en todo el mundo, de los cuales 18.000 en Francia –sólo un poco más de los 11.000 que tiene General Electric en el país– y 4.000 en España. El objetivo de Alstom es vender toda la división vinculada a la producción eléctrica, repartida entre las sociedades Thermal Power, Renewable Power y Grid, así como una parte de los servicios centrales. En este ámbito, que representa el 70% de la cifra de negocios del grupo, trabaja la mayor parte de la plantilla, esto es, 65.000 personas, mientras que en la división de transporte ferroviario trabajan unas 27.000 personas. 

El grupo norteamericano General Electric, el único que hasta ahora ha presentado una oferta de adquisición en firme –valorada en 12.350 millones de euros–, ha asegurado que no sólo mantendrá los puestos de trabajo, sino que pretende incluso ampliarlos. Sus actividades son muy complementarias respecto a las de Alstom. El grupo Siemens, en cambio, compite directamente con Alstom en todos los terrenos, del eléctrico al ferroviario. Los alemanes, que hasta ahora sólo han presentado una carta de intenciones, proponen quedarse con la división eléctrica y ceder a Alstom su división ferroviaria, lo quedaría lugar a dos grandes grupos europeos. Pero eso, forzosamente, comportará a medio plazo reducción de empleos.




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