La contestación interna a la política de François Hollande
es ya abierta en el seno del Partido Socialista francés. Hasta ahora, las
medidas económicas impulsadas por el presidente de la República –desde la
reforma de las pensiones hasta la reforma laboral, pasando por el pacto por la
competitividad de las empresas– habían sido aceptadas, con mejor o peor gana,
en la medida en que habían sido previamente pactadas con la patronal y una
parte significativa de los sindicatos. Pero el acusado giro al centro anunciado
por Hollande en su conferencia de prensa de principio de año, el pasado 14 de
enero, en la que propuso un “pacto de responsabilidad” con la patronal –con el
fin de rebajar sensiblemente las cargas sociales a las empresas– y anunció un
recorte del gasto público de 50.000 millones de euros en tres años, ha
sobrepasado los límites aceptables para un sector del partido.
El ala izquierda del PS, encabezada por los ex ministros Henri
Emmanuelli, Marie-Noëlle Lienemann y Paul Quilès, apoyados entre otros por
figuras como Julien Dray –un antiguo hombre de confianza del propio Hollande–, ha
hecho público un manifiesto en el que
rechaza sin ambages el giro decidido por el presidente. En este mismo sector se
encuentra el ministro de la Economía Social y Solidaria, Benoît Hamon, quien de
momento –pertenencia al Gobierno obliga- guarda públicamente silencio.
En la declaración, inequívocamente titulada “No hay una sola
política posible”, los firmantes reivindican la línea política y económica
expuesta durante la campaña electoral y cuestionan abiertamente la nueva
apuesta “socialdemócrata” del presidente francés, considerando que la decisión
de centrarlo todo en la reducción del coste del trabajo puede tener un efecto
contrario al perseguido en la marcha de la economía y que los recortes son una
amenaza para las políticas sociales y los servicios públicos.
Como alternativa, los contestatarios insisten en forzar un
cambio de orientación política en la Unión Europea que acabe con la austeridad
a ultranza –que a su juicio sólo ha servido para que la deuda pública global
pase del 62% del PIB en el 2008 al 85% en el 2012-, promover una mejora de las
capacidades productivas del país, abordar decididamente la transición
energética y estimular el consumo interno a través de una profunda reforma
fiscal. Frente a la línea de aproximación a las empresas marcada por el Elíseo,
los firmantes defienden un alineamiento claro con los sindicatos.
Finalmente, pero no por ello menos importante, el grupo
defiende un PS fuerte y contestatario, que no se limite a actuar como correa de
transmisión del Elíseo, y rechaza la dinámica presidencialista de Hollande:
“Sepamos desintoxicarnos de las instituciones de la V República –escriben-. Todo
no puede proceder de un solo hombre”.
El cambio de política económica no es el único foco de
malestar en el seno del PS, cuyos diputados recibieron días atrás con enorme
descontento la decisión del Gobierno de aplazar indefinidamente el proyecto de
ley de la Familia frente a la presión combinada de la derecha reaccionaria, los
sectores ultracatólicos y la extrema derecha. Y no son los únicos, los
ecologistas, socios del PS en el Gobierno, están también tan en desacuerdo con
la marcha atrás en el tema de la familia como en el giro económico, a lo que
hay que añadir en su caso la frustración por la tímida política medioambiental
de Hollande. Desde fuera del Gobierno, la alianza del PCF y el Partido de
Izquierda de Jean-Luc Mélenchon, ve las cosas o ya con suspicacia sino
directamente con indignación.
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