miércoles, 12 de febrero de 2014

Cuando la derecha mira a Suiza

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Que el sarkozysmo no sólo no ha muerto en Francia, sino que ha dejado profundas secuelas ideológicas en la derecha republicana francesa, puede verificarse cada vez que el problema de la inmigración sale a la palestra en vísperas electorales. En este caso, de las elecciones municipales de marzo y las europeas de mayo. Ha bastado que los suizos votaran el pasado fin de semana por la imposición de restricciones a la inmigración extranjera –la europea incluida– para que algunas figuras de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), ignorando las repercusiones que la medida puede tener para los 150.000 trabajadores franceses transfronterizos que van cada día a trabajar a Suiza, se hayan lanzado como un resorte por la senda del populismo, aún a costa de hacer el mismo discurso que el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen.

El primero y más notable ha sido el ex primer ministro François Fillon, que tras haber aparecido durante largo tiempo como un moderado no ha dudado en los últimos tiempos en abrazar un radicalismo de evocaciones sarkozystas. A su juicio, lo que los ciudadanos suizos han votado en referéndum es “una reivindicación perfectamente natural” –que posteriormente calificó de “comprensible”– y en este sentido defendió que el parlamento francés puede decidir cada año la fijación de cuotas de admisión de inmigrantes, acordes con la capacidad de integración del país. No es la primera vez que Fillon hace comentarios de este tipo: en junio del año pasado ya declaró que, a su parecer, en Francia había “demasiados extranjeros”. Y en noviembre, en abierta competición con el presidente interino de la UMP, Jean-François Copé, reivindicó que se suprimiera en Francia el “derecho de suelo”, un principio heredado de la Revolución francesa según el cual todo niño nacido en el país tiene derecho a obtener la nacionalidad francesa.

En la misma senda suiza, pero más radical todavía, la ex ministra de Justicia Rachida Dati –que es también eurodiputada y candidata a repetir en el puesto– propuso ayer la instauración a escala europea de cuotas de inmigración... también para la “inmigración intraeuropea”. Esto es, entre los propios países de la Unión Europea, como recientemente defendió el primer ministro británico, David Cameron, respecto a países como Rumanía o Bulgaria. “La libertad de circulación –declaró Dati a Les Echos– debe ser sometida a condiciones”. “Por ejemplo –prosiguió–, que mientras el PIB de dos países no sea casi equivalente no se permita la libre circulación de trabajadores, porque si no, se crea dumping social en el seno de la UE”. Podría ser con Rumanía... o con España.

En este sentido, el discurso del Frente Nacional no parece muy diferente. Marine le Pen se felicitó enseguida del resultado del referéndum suizo, que consideró de “sentido común” y una confirmación de sus tesis sobre la inmigración, y reclamó una consulta similar en Francia. La presidenta del FN está convencida de que el resultado sería similar... No es la única. Desde el otro extremo ideológico, Daniel Cohn-Bendit piensa lo mismo: “Aún sería peor, el sí ganaría por el 60%”.



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