viernes, 28 de febrero de 2014

Mi partido, mi negocio

Impopular y discutido, el presidente de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) –el gran partido de la derecha francesa–, Jean-François Copé, vuelve a estar en el centro de graves sospechas. Si en noviembre del 2012 fue acusado de fraude electoral en su disputa con el exprimer ministro François Fillon por la presidencia del partido –que acabó reteniendo–, ahora ha sido señalado por el semanario Le Point por haber presuntamente favorecido con contratos millonarios a una empresa de comunicación de dos de sus antiguos colaboradores y amigos. Según la revista, la sociedad implicada, Event & Cie –filial del grupo Bygmalion– se habría embolsado ocho millones de euros por organizar 43 mítines de la campaña electoral de Nicolas Sarkozy en las presidenciales del 2012, hinchando supuestamente las facturas un 20% sobre los precios del mercado.

“Es absolutamente inmundo, innoble, se trata de un montaje lleno de mentiras”, protestó Jean-François Copé, quien anunció la presentación de una denuncia contra Le Point por difamación. Su director de gabinete, Jérôme Lavrilleux, aseguró que el dinero efectivamente cobrado por Event & Cie no era de ocho sino de 4,7 millones de euros.

El lanzamiento de este torpedo en la línea de flotación de Copé no parece ajena a la guerra soterrada que libran las diferentes facciones de la UMP desde que Nicolas Sarkozy –temporalmente retirado de la vida política activa– dejó la presidencia del partido. El principal rival del presidente actual, François Fillon, mantuvo ayer formalmente una actitud prudente y distanciada. “Yo no sé nada, he hablado por teléfono con Copé, que me ha asegurado que es todo falso, y no tengo ninguna razón para dudar de su palabra”, afirmó sin mojarse.

Quien sí se mojó, en cambio, y mucho, fue uno de sus partidarios, el diputado Lionel Tardy, quien ya en noviembre del 2012 amenazó con abandonar la UMP si Fillon –al que consideraha ganador moral de las elecciones internas– no era aceptado como presidente. Ayer volvió a la carga y a través de Twiter dio por buena la información de Le Point: “Todo el mundo sabía lo de Copé, es la razón por la que no participé en el Sarkothon”, escribió, aludiendo a la campaña de recaudación de fondos lanzada por el partido después de que el Consejo Constitucional invalidara las cuentas de la campaña de Sarkozy y exigiera el reembolso de 11 millones de euros. Los militantes y simpatizantes respondieron rascándose el bolsillo. Lo cual no ha evitado sin embargo que las cuentas de la UMP sigan en rojo (40 millones de déficit en el 2012)

Según Le Point, el grupo Bygmalion fue creado en el 2008 por dos de los históricos jefes de gabinate de Copé –primero en la alcaldía de Meaux y luego en la UMP, mientras éste fue secretario general (2010-2012)–, Bastien Millot y Guy Alves, quienes contaron con la aportación sustancial del inversor Emmanuel Limido, gestor por lo demás de un fodo qatarí... La operación permitió a los dos amigos de Copé hacerse con la propiedad de la agencia de comunicación que tradicionalmente había trabajado para la UMP, puesta oportunamente a la venta. Desde entonces han obtenido la adjudicación directa de numerosos contratos.


miércoles, 26 de febrero de 2014

Paridad en la Resistencia

Dos mujeres y dos hombres, la paridad perfecta, serán los próximos en ser honrados por la nación entrando en el Panteón, ese mausoleo laico donde Francia guarda los restos de una –pequeña y bastante desequilibrada– representación de sus grandes personalidades. François Hollande, que en tanto que presidente de la República es el único que tiene la potestad de tomar tal decisión, comunicó el viernes los nombres de los cuatro nuevos distinguidos: se trata de Geneviève De Gaulle-Anthonioz, Germaine Tillion, Pierre Brossolette y Jean Zay, todos ellos figuras de la Resistencia, deportados o muertos por combatir la ocupación nazi.

No es la primera vez que insignes miembros de la Resistencia tienen cabida bajo la cúpula del Panteón, esa iglesia imaginada por Luis XV que la Revolución incautó para sí, para siempre. Ahí están los casos de Jean Moulin, de André Malraux, de René Cassin. Tampoco es la primera vez que entra una mujer... Pero hay tan pocas, dos sobre un total de 71 personalidades –la física Marie Curie y Sophie Berthelot, esta última sólo en tanto que acompañante esposa del químico Marcellin Berthelot–, que este gesto constituye sin lugar a dudas el acontecimiento principal.

“He querido saludar el espíritu de la Resistencia”, subrayó Hollande durante un acto patriótico en el Mont Valériene, en Suresnes (periferia oeste de París), un antiguo fuerte militar donde más de un millar de resistentes y rehenes fueron ejecutado por los alemanes entre 1941 y 1944. La elección de dos mujeres entre los cuatro dintinguidos, añadió el presidente, responde a su voluntad de “recordar la contribución de todas ellas, anónimas lo más a menudo, que formaron parte del ejército en la sombra”.

Un informe presentado el pasado mes de octubre por el presidente del organismo Monumentos Nacionales, Philippe Bélaval, sobre la situación y el futuro del Panteón apuntaba ya la clamoroso injusticia que suponía la casi total ausencia de mujeres entre las personalidades allí honradas. Y proponía que los próximos nombramientos que se hicieran fueran todos de mujeres... Todos.

Fiel a su manera de ser y a su práctica política, François Hollande ha preferido tirar por la calle de en medio y mantener un justo equlibrio entre hombres y mujeres. De la misma manera que ha hecho caso omiso a los nombres que otros le habían puesto sobre la mesa: los de Olympe de Gouges, seudónimo de la escritora Marie Gouze, activista política y pionera militante feminista -entre las mujeres- y Denis Diderot, el padre de la Enciclopedia, de cuyo nacimiento se acaban de cumplir trescientos años. La personalidad de los cuatro elegidos busca asimismo reconocer diferentes corrientes en la Resistencia, desde la izquierda a los movimientos cristianos.

Geneviève De Gaulle-Anthonioz (1920-2002), sobrina del general De Gaulle, fue una resistente de la primera hora. Detenida en 1944 por la Gestapo, fue deportada al campo de Ravensbrück. Tras la guerra, fundó la asociación ATD Quart Monde, para combatir la pobreza. También acabó en Ravensbrück su compañera de lucha Germaine Tillion (1907-2008), pionera de los estudios franceses en etnología, quien después denunciaría la tortura en la guerra de Argelia.

Los otros dos designados tuvieron peor fortuna. Pierre de Brossolette, periodista y político socialista, fue arrestado por la Gestapo en 1944. Torturado, prefirió lanzarse por una ventana antes que delatar a sus compañeros. Jean Zay, por su parte, miembro del Partido Radical y exministro en el Gobierno del Frente Popular, fue detenido por el régimen de Vichy y condenado a la deportación. En 1944, tres milicianos de extrema derecha le sacaron de su celda haciéndose pasar por resistentes y le asesinaron.

Nada especial o significativo –o sí, ¿quién sabe?– habrán hecho, en cambio, los miles de ciudadanos anónimos, franceses o no, que durante unos meses entrarán indirectamente en el Panteón de la mano del artista y fotógrafo JR, célebre por ser el autor del proyecto “Inside Out”, que ha llevado por todo el mundo. A partir del próximo mes de abril, y mientras duren las obras de restauración de la cúpula del Panteón, miles de rostros cubrirán la parte exterior e interior de los trabajos, igualándose de forma efímera con Victor Hugo, Alexandre Dumas o Voltaire. El objetivo, ha explicado JR, es “hacer entrar a todo el mundo en el Panteón, mostrar que todos somos iguales”. En fin, más o menos.



martes, 25 de febrero de 2014

Pintor antes que ministro

El silencio y la luz, esa luz matizada de París que tanto amaba y que captaba como pocos desde la ventana del salón de su casa, en el Quai de l'Hôtel de Ville, sobre las metálicas aguas del río Sena, se hacen corpóreos en todos los cuadros del desaparecido Xavier Valls, uno de los pintores catalanes más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Padre del hoy ministro francés del Interior, Manuel Valls, una muestra de la obra del artista barcelonés puede verse estos días, hasta el próximo 6 de marzo, en el Centre d'Études Catalanes de la Sorbona, en la capital francesa, en una exposición –“Xavier Valls. Sotto Voce”– organizada por la Fundació Vila Casas, cuya directora de arte, Glòria Bosch, es la comisaria, y el Institut Ramon Llull.

Tres de los cuadros de Xavier Valls (1923-2006) figuran en un lugar destacado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, junto a pintores realistas como Antonio López o Carmen Laffón. Una presentación que Valls, artista inclasificable e insumiso que siempre nadó a contracorriente, siguiendo su propia sensibilidad, nunca aceptó. “Yo no soy ni me considero un pintor realista, soy un figurativo que quiere trascender la realidad”, declaró una vez. Su objetivo era captar la belleza cotidiana, descubrir la poesía de las cosas simples, a partir del convencimiento de que “el objeto más humilde tiene un encanto que trasciende la realidad que estás mirando”.

Sus cuadros reproducen e interpretan los objetos y las personas de su vida cotidiana: bodegones, paisajes, retratos de su mujer, Luisa Galfetti, de sus hijos Manuel y Giovanna... Sus imágenes son estáticas y geométricas, iluminadas con una delicada luz tamizada, con colores pálidos y difuminados. “Una obra, además de lo que representa, tiene que tener un misterio”, opinaba. Sus pinturas transmiten ese misterio. Y una gran sensación de quietud.

Hijo menor del periodista Magí Valls, uno de los fundadores del diario católico El Matí, Xavier Valls recibió su iniciación artística de la mano del escultor Charles Collet, uno de los impulsores de la Escola Massana. Poco cómodo con la tendencia general hacia el arte abstracto, el ambiente artístico imperante en Barcelona acabó por asfixiarle. Su traslado en 1949 a París, donde acabó instalándose de forma permanente –aunque siempre mantuvo la casa familiar de Horta, donde murió a punto de cumplir 83 años– fue un medio de escapar al molde. “Hubo un malestar, que no sólo padecí yo, en los años 50 y 60, en que se impuso totalmente la abstracción. En París hubo años duros, pero en Barcelona era mucho peor, con capillitas que se odiaban”, dejó dicho en el libro “Escuchando a Xavier Valls”, de Miguel Fernández-Braso. En París, sus amigos Luis Fernández, Alberto Giacometti y Balthasar Klossowski (Balthus) le empujaron a seguir su propio camino.

Como escribió una vez el crítico Albert Mercadé, amigo del pintor: “Xavier Valls siempre se sintió un exiliado: en París, en Barcelona y principalmente en su estudio”. Su estudio no era otro que el salón del apartamento familiar, un lugar sagrado donde –recuerda su hijo Manuel– era de obligado cumplimiento un silencio de convento de clausura. Su mundo pictórico apenas se movió de allí y del París que veía a través de su ventana. El hoy ministro recuerda en su padre a un hombre distante y severo. Y desde luego exigente. Meticuloso y perfeccionista, realizaba una media de una docena de cuadros al año. “Es una pintura lenta, muy meditada donde a la hora de la verdad se tiene que juntar lo mental y lo emocional”, explicó él mismo.

En la capital francesa, Xavier Valls –como recuerda en su libro de memorias “La meva capsa de Pandora”, editado en el 2003– trabó amistad con numerosos artistas e intelectuales de la época. Además de los ya citados, trató con Tristan Tzara, María Zambrano, Alejo Carpentier, Jaime Valle Inclán, Vladimir Jankélevitch, José Bergamín, Antoni Tàpies, Louis Aragon o Fernand Léger… Y participó en diversos salones, donde obtuvo sus primeros premios. Entre sus galardones destacan la Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes (1993) y el Premio Nacional de Artes Plásticas de la Generalitat (2000). El mismo año recibió en Francia el títullo de Comendador de la Orden de las Artes y las Letras. Aunque finalmente celebrado en todas partes, Xavier Valls siempre se sintió más reconocido en Francia que en España. Y más en Madrid que en Barcelona.


viernes, 21 de febrero de 2014

Expulsiones sobre la marcha

Aliviar la presión migratoria sobre las ciudades de Ceuta y Melilla se ha convertido en una urgencia para el Gobierno español, que ha planteado a Marruecos –entre otras medidas– la articulación de un mecanismo coordinado que permita la devolución automática a territorio marroquí de todos los inmigrantes que entren de forma "violenta y flagrante” en ambas plazas. Así se lo propuso ayer en París el ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, a su homólogo marroquí, Mohamed Hassad, con el trasfondo de la tragedia sucedida el pasado día 6 en Ceuta, donde 15 inmigrantes subsaharianos perdieron la vida cuando intentaban ganar a nado la zona española desde aguas marroquíes. Fernández Díaz planteó asimismo incrementar y reforzar las patrullas fronterizas y los equipos de de investigación conjuntos contras las redes de inmigración ilegal.

La reunión de ambos ministros se produjo al margen del encuentro del llamado grupo G4, que integra a los titulares de Interior de Francia, España, Portugal y Marruecos. Los cuatro ministros acordaron, en este terreno, varias medidas para reforzar su cooperación sobre el control de las fronteras, la lucha contra las redes de inmigración ilegal y el retorno de los clandestinos. El ministro francés Manuel Valls –de origen español–, lamentó el “drama” ocurrido en Ceuta, pero subrayó que ello no hace menos “ejemplar” la colaboración entre España y Marruecos en este terreno e incluso invitó a tomarlo como modelo en el caso de la isla italiana de Lampedusa, cercana a las costas de Túnez y destino recurrente de inmigrantes clandestinos.

En la conferencia de prensa posterior a la reunión, el ministro del Interior español se extendió sobre lo sucedido en Ceuta, reiterando básicamente lo que ya expuso durante su comparecencia en el Congreso de los Diputados. Fernández Díaz, que calificó lo sucedido de “tragedia humana”, insistió en la corrección de la actuación de la Guardia Civil, que según dijo fue únicamente “disuasoria” –los agentes dispararon pelotas de goma contra los inmigrantes que trataban de llegar a la playa– y se atuvo en todo momento a lo dispuesto en los protocolos de actuación aprobados en el año 2005 (bajo Gobierno socialista). “Nunca se disparó contra las personas”, precisó el ministro Con todo, señaló que era la primera vez que la Guardia Civil debía hacer frente a una situación semejante y no descartó cambiar los protocolos si así lo aconsejan las conclusiones de la investigación interna. “De la experiencia siempre se aprende”, dijo.

El ministro del Interior informó asimismo de que el Gobierno ha puesto a disposición de la juez de Ceuta que instruye la investigación del caso la grabación de vídeo completa de los hechos y, respecto a la petición de la oposición de que las imágenes sean entregadas al Parlamento, lo condicionó a “lo que decida la autoridad judicial”. “El Gobierno es partidario de la máxima transparencia”, aseguró, tras insistir en que nunca se escondió información: “No hay nada que ocultar”.

El ministro dijo haber contestado también por carta a la misiva que le envió la comisaria europea de Asuntos Interiores, Cecilia Malmström, quien se había mostrado crítica con la actuación policial española y había pedido aclaraciones a las autoridades de Madrid. “Para ser eficaces en la lucha contra la inmigración ilegal la Unión Europea debe actuar bajo los principios de responsabilidad compartida y de solidaridad”, dijo Fernández Díaz, cuya apelación a más ayuda financiera escondía también un reproche.



jueves, 20 de febrero de 2014

Sanciones para Ucrania

François Hollande y Angela Merkel tuvieron ayer palabras muy duras contra el régimen de Kiev por la violenta represión de los manifestantes de la plaza Maidan y reclamaron aplicar sanciones selectivas contra la cúpula dirigente de Ucrania con el fin de forzarle a abrir un diálogo con la oposición. El presidente francés y la canciller alemana, que ayer se reunieron en el palacio del Elíseo –el azar del calendario quiso que la crisis ucraniana coincidiera con el 160º Consejo de Ministos Franco-Alemán–, acusaron al régimen de cometer “actos incalificables, intolerables” y pidieron el cese inmediato de la violencia.

La eventual imposición de sanciones –que París y Berlín quieren graduales y limitadas a la clase dirigente, sin efectos sobre la población– será abordada hoy en Bruselas en una reunión extraordinaria de los ministros de Asuntos Exteriores de los 28. La pareja franco-alemana ha fraguado, con este fin, una alianza con Polonia, con cuyo presidente. Donald Tusk –claramente a favor de las sanciones–, se entrevistaron ayer telefónicamente Hollande y Merkel. Los representantes de la diplomacia de los tres países viajarán hoy mismo a Kiev para intentar una difícil mediación.

A favor de la imposición de sanciones se ha manifestado también Suecia, pero otros socios comunitarios, como Rumanía, se muestra reticentes. Hollande y Merkel insistieron ayer en que las sanciones tendrían un alcance limitado y selectivo, y se dirigirían exclusivamente contra los “responsables” de la violencia –a quienes se les pueden congelar sus haberes en Europa o negarles el visado–. Y que en ningún caso serían un objetivo en sí mismo, sino una manera de presionar a Kiev para que retome el diálogo con la oposición. El presidente francés y la canciller alemana subrayaron que la solución a la crisis sólo puede ser política y que la negociación entre las partes debe culminar en unas elecciones.

Estados Unidos, que a través de un portavoz de la Casa Blanca calificó lo sucedido en Kiev de “totalmente escandaloso”, estudia también la eventual imposición de sanciones, igualmente con el objetivo de forzar una negociación. “Deseamos que (el presidente) Yanukovitch reúna al pueblo, dialogue con la oposición y encuentre los términos de un compromiso”, señaló el secretario de Estado, John Kerry.

La crisis en Ucrania monopolizó una buena parte de la reunión del Consejo de Ministros Franco-Alemán y de la entrevista previa entre Hollande y Merkel, pero la cita en sí misma contenía otros puntos importantes en la agenda. No se tomaron ayer muchas decisiones, pero entre las que se adoptaron destaca por su fuerza simbólica la de enviar a un destacamento de la Brigada Franco-Alemana a Mali. Su papel será limitado –no participará en acciones de combate, sino que integrará el contingente europeo destinado a tareas de formación del ejército maliense–, pero constituirá la primera intervención militar exterior conjunta de Francia y Alemania. Y muy probablemente no será la última.



Peugeot, con acento chino

Una página se ha cerrado en la historia de la industria del automóvil francesa francesa. La familia Peugeot, propietaria del grupo PSA Peugeot Citroën desde su fundación en 1810, ha aprobado esta semana hacerse el hara-kiri y ponerse en manos del capital chino –y también del Estado francés, que, vigilante, no quiere que el tesoro caiga en manos extranjeras– para salvarse del hundimiento. El acuerdo, anunciado ayer, fue tomado el martes por el Consejo de Supervisión del grupo por unanimidad. Un gesto formal que oculta el serio enfrentamiento que han protagonizado, hasta llegar a este desenlace, los dos hombres fuertes de la familia, Thierry y Robert Peugeot, presidentes del Consejo de Supervisión de PSA y del holding familiar FFP respectivamente.

La cúpula de PSA ha dado pues luz verde a un acuerdo para una ampliación de capital por valor de 3.000 millones de euros, que dará entrada en el grupo a la firma china Dongfeng –a la que Peugeot estaba ya asociada en China– y al Estado francés, que en diversas etapas desembolsarán cada uno 800 millones de euros. El resto del capital será captado en su mayor parte en bolsa. Al final de este proceso, los Peugeot –que hasta ahora eran los accionistas principales, con un 25,4% del capital y un 38,1% de los derechos de voto– pasarán a tener la misma parte, el 14%, que sus otros dos socios. El acuerdo, según subrayó en un comunicado Thierry Peugeot, asegurará la “perennidad del grupo”.

Esta autoinmolación había acabado siendo inevitable. Reacios a perder el control del grupo familiar, los Peugeot dejaron pasar en su momento el tren de la internacionalización y, con la crisis, su excesiva dependencia del maltrecho mercado europeo les ha pasado una elevadísima factura. El resultado del ejercicio del 2013, dado a conocer ayer, aunque mejor que el del año anterior, sigue siendo catastrófico: 2.317 millones de euros de pérdidas netas (frente a 5.008 millones en el 2012), con una cifra de negocios (54.090 millones) nuevamente a la baja, en un 2,4%, respecto a la de una año atrás (55.446 millones). Pero estas cifras son globales. El retroceso de la cifra de negocios fue aún más acusada en la división del automóvil, que fue del -4,8%.

El futuro de Peugeot pasa más que nunca por China. Por la entrada de Dongfeng en su capital, para empezar. Y porque, para continuar, es en el mercado chino –donde las ventas crecieron el año pasado un 26%– en el que tiene puestas sus esperanzas. Si el mercado europeo puede crecer un 2% en el 2014, el del gigante oriental se espera en un 10%.

En paralelo al acuerdo industrial con Dongfeng y el Estado francés, PSA ha cerrado un acuerdo con el Banco Santander por el cual la entidad española entrará en el Banco PSA Finance a través de la creación de filiales conjuntas en once países europeos. La financiera de PSA, al borde de la quiebra, tuvo que ser socorrida a finales del 2012 por el Estado francés, que le aportó una garantía por valor de 7.000 millones de euros, a la que todavía recurre.

Todos estos cambios comportarán también un relevo en la cúpula ejecutiva. El hasta ahora presidente del directorio, Philippe Varin, el 31 de marzo será sustituido por Carlos Tavares, ex número dos de Renault. Al frente, mientras tanto, de la dirección operacional, Tavares anunció ayer mismo que DS –hasta ahora una gama de coches de Citroën– será la tercera marca del grupo.



miércoles, 19 de febrero de 2014

Los niños perdidos de La Reunión

Principios de los años sesenta. De un lado, la isla de La Reunión, en pleno océano Índico –700 kilómetros al este de Madagascar–, un territorio sumido en la pobreza, con un paro exorbitado y un crecimiento demográfico galopante. Del otro, el corazón de la metrópoli, las regiones rurales del centro de Francia, en proceso de desertificación. No hacían falta más datos para que los burócratas de la República, alentados por el ministro del Interior de la época, Michel Debré –patriarca de una conocida familia de políticos franceses–, decidieran un masivo trasvase de población.

Con la frialdad de quien maneja números y estadísticas, el Estado francés forzó entre los años 1963 y 1982, con engaños y falsas promesas, el traslado de más de 1.600 niños de La Reunión a varias decenas de departamentos metropolitanos. Algunos eran huérfanos o abandonados, pero no todos. Arrancados a sus familias, la inmensa mayoría nunca más pudo regresar a su isla.

La Asamblea Nacional francesa decidió ayer reparar simbólicamente –que no económicamente– esta etapa sombría de la historia de Francia aprobando una declaración en la que admite que el Estado “faltó a su responsabilidad moral”, pide que se profundice en el conocimiento y la difusión de estos hechos, y demanda que los afectados sean ayudados para poder reconstruir su historia personal. Ardua tarea esta última, puesto que los archivos fueron casualmente destruidos por orden de la autoridad. “Si el perjuicio es inestimable e irreparable, la República debe tratar de reconciliar a sus pupilos, esos reunioneses desplazados, con su historia”, reza la resolución, impulsada por la diputada de La Reunión Erika Bareigts y el grupo parlamentario socialista, y apoyada por el conjunto de la izquierda. La derecha, en cambio, se desmarcó de la iniciativa. El presidente del grupo de la UMP, Christian Jacob, justificó la postura de su grupo alegando su oposición a las “leyes memorialistas” y destacando que no todo fueron perjuicios, y que algunos de aquellos niños encontraron en Francia un futuro mejor. Los centristas, por su parte, criticaron el momento elegido para aprobar tal iniciativa, a sólo cinco semanas de las elecciones municipales.

La tragedia de los niños de La Reunión empezó en 1963, con la creación de la Oficina para el desarrollo de las migraciones en los departamentos de Ultramar (Bumidom, en sus siglas francesas), cuyo cometido era precisamente organizar una emigración masiva hacia la metrópoli. De adultos, pero también de menores. “El objetivo de Michel Debré, que tenía una visión muy jacobino-nacionalista, era desplazar lo que estaba demasiado lleno a lo que estaba demasiado vacío”, explicaba ayer en el canal LCI el investigador del CNRS Philippe Vitale.

Pero eso, el Estado presuntamente protector –obligado a serlo especialmente en el caso de los niños–, lo hizo con mentiras y artimañas, prometiendo grandes escuelas y el regreso a La Reunión por vacaciones... Lo que nunca cumplió. Las autoridades consideraban en la época que, para mejor integrar a los niños en su nueva vida, era necesario cortar de cuajo todos los vínculos con la familia de origen. “El Estado falló, el Estado mintió por un proyecto político”, se queja Erika Bareigts, para quien una reparación era necesaria y moralmente exigible.

Algunos de aquellos niños, alojados en familias de acogida, tuvieron en efecto la fortuna de encontrar una vida mejor, de obtener una formación técnica, hallar un trabajo con el que ganarse la vida –mientras en La Reunión, en la época el paro alcanzaba la friolera del 60%– y fundar una familia. Muchos otros, sin embargo, fueron maltratados y explotados, y nunca superaron su desarraigo. Algunos se suicidaron, otros acabaron internados en hospitales psiquiátricos...

Los problemas fueron detectados muy pronto sobre el terreno. Ya en 1968, cinco años después de iniciado el programa, los responsables de asuntos sociales del departamento de la Creuse (Limusín) –donde fueron a parar no pocos de estos niños, de ahí que sean conocidos también como los “reunioneses de la Creuse”– pidieron pararlo alegando “problemas de adaptación” de los menores. Nadie les hizo caso.


“¿Cuánto vale la infancia de un niño?”

Casi nadie había oído hablar del exilio forzado de los niños de La Reunión hasta que uno de ellos, ya adulto, Jean-Jacques Martial, decidió en el año 2001 presentar una demanda contra el Estado francés por deportación en la que reclamaba una indemnización de 1.000 millones de euros... “Mil millones es como un euro, era simbólico. ¿Cuánto vale la infancia de un niño, la traición de los adultos, la sinrazón de Estado, las lágrimas de los padres?”, ha explicado. Su demanda, y otras similares que siguieron, fueron rechazadas por la justicia, por el mero hecho de que el presunto delito había ya prescrito. Pero su iniciativa permitió sacar a la luz una de las vergüenzas –una más– de la pretendida patria de los Derechos del Hombre. Jean-Jacques Martial, que ha explicado su historia personal en el libro Une enfance volée (Una infancia robada), tenía seis años cuando llegó al aeropuerto de Orly, en 1966. En La Reunión, vivía con su abuela. Una vez en Francia, estuvo inicialmente con una familia da campesinos de avanzada edad en Guéret y luego con una pareja más joven con niños en Saint-Vaast-la-Hougue. El padre, que asumió su tutela tras el divorcio, abusó de él. Hoy, Martial tiene una familia y vive cerca de Narbona.





martes, 18 de febrero de 2014

Desbordados por la violencia étnica

La intervención militar francesa en la República Centroafricana, iniciada el pasado 5 de diciembre para poner fin a la violencia de las milicias armadas musulmanas (Seleka), debía ser una operación de policía rápida y controlada. Nada que ver con la guerra de Mali. Así la presentó, al menos, el presidente François Hollande, quien asimismo aseguró que el contingente militar enviado –integrado por 1.600 soldados– sería más que suficiente. No por azar la operación fue bautizada con el nombre de Sangaris, una mariposa local de corta vida...

Sin embargo, dos meses y medio después, la situación se ha escapado completamente de las manos y las tropas francesas se ven impotentes para frenar la espiral de violencia –con tintes de limpieza étnica– entre cristianos y musulmannes. “Creo que esto será más largo de lo previsto, porque el nivel de odio y de violencia es más importante de lo que imaginábamos”, admitió públicamente por primera vez el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, el pasado sábado. La víspera, tras una reunión extraordinaria del Consejo de Defensa en el Elíseo, Hollande decidió enviar 400 militares más, lo que eleva la cifra a 2.000. Poco antes, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, había enviado un dramático llamamiento pidiendo refuerzos con urgencia.

Enviar 400 soldados suplementarios puede mejorar la operatividad de las fuerzas destacadas en la ex colonia, pero seguirá siendo una cantidad insuficiente para controlar la situación, habida cuenta de la debilidad de las fuerzas panafricanas de la Misma –6.000 hombres mal armados y con escasos medios– en las que deben apoyarse. El presidente francés confía en que Europa eche una mano –la UE podría enviar entre 500 y 1.000 soldados adicionales, aportados no precisamente por las grandes potencias sino por los países pequeños y medianos, de Letonia a Rumanía– pero, sobre todo, reclama que la ONU constituya una fuerza de 10.000 cascos azules.

Mientras tanto, la situación se degrada a ojos vista día a día. Desarmadas las milicias musulmanes de la Seleka –que en marzo del 2013 perpetraron un golpe de Estado e impusieron su ley en todo el país–, las fuerzas internacionales se han visto desbordadas por la venganza sangrienta de las milicias cristianas conocidas como Anti-balaka (balaka quiere decir machete en sango y era el arma utilizada por los miembros de la Seleka para atemorizar a la población). Una violencia que lejos de haberse frenado con la elección de la nueva presidenta del país, Catherine Samba-Panza, el 20 de enero, se ha incrementado.

Autores de asesinatos, linchamientos, violaciones, torturas... los cristianos se han lanzado a una persecución salvaje de los musulmanes –entre el 15% y el 20% de la población del país, de 4,6 millones de habitantes–, no sólo de los milicianos, sino también de los civiles, hasta el punto de forzar una verdadero éxodo. En la capital, Bangui, apenas queda ya ningún musulmán. El responsable del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (HCR), Antonio Guterres, no ha dudado en calificar lo que sucede como una “limpieza étnico-religiosa”. Lo mismo que Amnistía Internacional y otras organizaciones sobre el terreno.

Desde diciembre del 2012, cuando las milicias Seleka desencadenaron su ofensiva en el nordeste, cerca de un millón de personas –una quinta parte de la población– han buscado refugio en los países vecinos (Chad, Congo y Camerún) y en las zonas controladas por su comunidad o por las fuerzas internacionales (miles de refugiados se concentran, por ejemplo, junto al aeropuerto de la capital, donde está basado el grueso del contingente francés). El número de víctimas de la violencia étnica no está establecido. La ONU, así como organizaciones humanitarias como Acción contra el Hambre y Oxfam, han advertido también del riesgo de una crisis alimentaria grave. Alrededor de 1,3 millones de personas precisan ayuda urgente.


viernes, 14 de febrero de 2014

Femen non gratas

Las Femen, ese grupo de feministas radicales de origen ukraniano que han hecho de la provocación y la blasfemia su especialidad, parecían muy simpáticas a todo el mundo cuando allá por el año 2008 se dedicaban a desafiar a pecho descubierto el régimen autoritario y prorruso de Kiev. Pero cuando, una vez refugiadas en Francia –donde han instalado su base de entrenamiento–, osaron profanar la catedral de Notre Dame de París, las sonrisas se transformaron en muecas de disgusto.

En las últimas semanas, y al calor de los movimientos ultracatólicos y de extrema derecha que han ocupado las calles de la capital francesa, se ha desatado una feroz campaña contra las Femen, a las que se acusa poco menos que de constituir una secta satánica, y contra las que se reclaman medidas drásticas, como la disolución de la organización y la expulsión de su carismática líder, la ucraniana Inna Shevchenko.

La deriva antirreligiosa que han adoptado en los últimos tiempos las acciones de las Femen, con sus irrupciones en Notre Dame –lo cual las sentará en el banquillo de los acusados el próximo día 19– o en la iglesia de la Madeleine –donde una activista simuló un aborto de la Virgen María–, les ha hurtado muchos apoyos y ha abierto el camino a los ataques de los que hoy son víctimas.

Como en el caso de la batalla contra el matrimonio homosexual y el proyecto de ley de la Familia, la derecha tradicional y la ultraderecha comparten, de nuevo, objetivo. Mientras la primera ataca a las Femen desde las tribunas del parlamento y de la prensa, la otra lo hace en la calle y a través de las redes sociales. El sábado pasado, unas 600 personas –según la policía, 15.000 según los organizadores– se manifestaron en París para exigir la prohibición de las Femen convocados por la Alianza General contra el racismo y por el respeto de la identidad francesa y cristiana.

El diputado conservador Georges Fenech, de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), es el opositor más activo. Tras impulsar una campaña para retirar el nuevo sello de correos con la imagen de Marianne –después de que su autor, Olivier Ciappa, confesara públicamente que se había inspirada en el rostro de Inna Shevchenko–, Fenech ha pedido ahora formalmente a la Misión Interministerial de Vigilancia y lucha contra las derivas sectarias (Milivudes) que tome cartas en el asunto. Según el diputado, las Femen presentan rasgos propios de una secta: “contestación violenta del orden social y del orden religioso establecido, profanación de lugares de culto, con métodos extendidos en los movimientos satanistas, amenazas a las instituciones, ataques repetidos contra la laicidad...”.

Le Figaro, el gran diario de la derecha, ha multiplicado también últimamente las informaciones al respecto. Incluyendo la relativa a un libro de próxima aparición escrito por una ex femen “decepcionada” en el que denuncia el “comportamiento sectario” del grupo. Nada que no pueda encontrarse –a tenor de los fragmentos que han trascendido– en muchos partidos políticos... Inna Sevchenko, lejos de indignarse, lo reivindica: “Femen no es una banda de amigas, sino un grupo militante. No nos juntamos para ir de copas, sino para luchar. La atmósfera es marcial”. Y ella, la jefa.


jueves, 13 de febrero de 2014

Un Frente... común

Muy probablemente, si se les preguntara, la mayoría negarían ser o sentirse de extrema derecha. Pero lo cierto es que más de una tercera parte de los franceses expresan hoy una adhesión sin ambages a las ideas del Frente Nacional (FN), un partido que de la mano de Marine Le Pen –ayudada por los efectos de la crisis económica y el tacticismo de la derecha republicana– ha dado un enorme salto en su proceso de normalización. Así lo ha puesto de manifiesto un sondeo del instituto TNS Sofres –para Le Monde, Canal Plus y France Info– hecho público ayer, donde el apoyo a las ideas del FN alcanza el nivel más alto desde el año 1984, en que empezó a realizarse este barómetro.

No es que el Frente Nacional se haya travestido ideológicamente. En esencia, sigue transmitiendo las mismas ideas que en la época de su fundador, Jean-Marie Le Pen, con un nuevo acento social –eso sí– del que carecía el padre y –sobre todo– de otra forma. El cambio principal se ha producido en el tono, en las maneras. Los frentistas, por poner un ejemplo, ya pueden ser visceralmente antimusulmanes, que su líder expresa este sentimiento revestido de una defensa de la laicidad republicana. Lo apuntó en el momento de su elección como presidenta del FN, hace tres años, el analista Alain Duhamel: “Marine Le Pen es tan dura como su padre, pero es más moderada en las formas, lo que la hace mucho más temible”, escribía en el 2011.

El resultado de este trabajo de “desdiabolización” del Frente Nacional ha dado sus frutos. En las elecciones presidenciales del 2012, Marine Le Pen obtuvo el 18% de los votos y en las próximas elecciones europeas de mayo el FN podría acabar como primer partido de Francia (las encuestas le sitúan en cabeza, con una intención de voto del 23%)

¿Qué es lo que suscita una mayor adhesión entre los franceses? En realidad, la oferta de siempre del FN: la defensa de los valores tradicionales franceses, la exigencia de una mayor severidad judicial con la delincuencia y un reforzamiento del poder de la policía, el rechazo a la inmigración extranjera –juzgada excesiva–, la consideración de que se cede demasiado al islam y a los musulmanes... La propuesta-bandera de la campaña de las elecciones europeas de abandonar el euro como moneda y regresar al franco, en cambio, suscita más bien frialdad, si no desconfianza.

Une vez más, es entre las clases populares donde el Frente Nacional tiene más predicamento. Porque si las ideas frentistas prenden en el 34% del conjunto de los franceses –más aún entre los jóvenes (un 38%)–, esta proporción asciende de forma espectacular al 53% entre los obreros.

Este proceso va parejo a un mayor reconocimiento de las cualidades de Marine Le Pen como líder político y una mayor credibilidad del FN como partido susceptible de participar en el Gobierno. Pero el camino aún no se ha acabado: la mayoría de los franceses (54%) lo sigue viendo como una fuerza de protesta y oposición. “La banalización del FN no está totalmente acabada”, subrayaba ayer Emmanuel Rivière, director del departamento de estrategias de opinión de TNS Sofres.

El éxito del Frente Nacional, al que el 31% de los encuestados se dice dispuesto a votar –aunque siempre serán menos–, se inscribe en un fenómeno más amplio de ascenso de las fuerzas nacionalistas, populistas y xenófobas en toda Europa, del que el reciente referéndum a favor de restringir la inmigración europea en Suiza es sólo el último ejemplo.

En Francia, esta orientación de una parte de la opinión pública no se ha traducido sólo en el aumento de las expectativas de voto del Frente Nacional, sino en la aparición de un amplio movimiento contestatario en la calle, impulsado por una amalgama de grupos de ultraderecha en los que se mezclan reaccionarios radicales, católicos fundamentalistas, militantes antisemitas y activistas neonazis. Rebautizado como el Tea Party a la francesa, esta galaxia de la protesta –que se ha significado en contra del matrimonio homosexual y la ley de la Familia– actúa al margen de los partidos tradicionales, FN incluido, y ha demostrado una gran capacidad de movilización.




miércoles, 12 de febrero de 2014

Cuando la derecha mira a Suiza

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Que el sarkozysmo no sólo no ha muerto en Francia, sino que ha dejado profundas secuelas ideológicas en la derecha republicana francesa, puede verificarse cada vez que el problema de la inmigración sale a la palestra en vísperas electorales. En este caso, de las elecciones municipales de marzo y las europeas de mayo. Ha bastado que los suizos votaran el pasado fin de semana por la imposición de restricciones a la inmigración extranjera –la europea incluida– para que algunas figuras de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), ignorando las repercusiones que la medida puede tener para los 150.000 trabajadores franceses transfronterizos que van cada día a trabajar a Suiza, se hayan lanzado como un resorte por la senda del populismo, aún a costa de hacer el mismo discurso que el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen.

El primero y más notable ha sido el ex primer ministro François Fillon, que tras haber aparecido durante largo tiempo como un moderado no ha dudado en los últimos tiempos en abrazar un radicalismo de evocaciones sarkozystas. A su juicio, lo que los ciudadanos suizos han votado en referéndum es “una reivindicación perfectamente natural” –que posteriormente calificó de “comprensible”– y en este sentido defendió que el parlamento francés puede decidir cada año la fijación de cuotas de admisión de inmigrantes, acordes con la capacidad de integración del país. No es la primera vez que Fillon hace comentarios de este tipo: en junio del año pasado ya declaró que, a su parecer, en Francia había “demasiados extranjeros”. Y en noviembre, en abierta competición con el presidente interino de la UMP, Jean-François Copé, reivindicó que se suprimiera en Francia el “derecho de suelo”, un principio heredado de la Revolución francesa según el cual todo niño nacido en el país tiene derecho a obtener la nacionalidad francesa.

En la misma senda suiza, pero más radical todavía, la ex ministra de Justicia Rachida Dati –que es también eurodiputada y candidata a repetir en el puesto– propuso ayer la instauración a escala europea de cuotas de inmigración... también para la “inmigración intraeuropea”. Esto es, entre los propios países de la Unión Europea, como recientemente defendió el primer ministro británico, David Cameron, respecto a países como Rumanía o Bulgaria. “La libertad de circulación –declaró Dati a Les Echos– debe ser sometida a condiciones”. “Por ejemplo –prosiguió–, que mientras el PIB de dos países no sea casi equivalente no se permita la libre circulación de trabajadores, porque si no, se crea dumping social en el seno de la UE”. Podría ser con Rumanía... o con España.

En este sentido, el discurso del Frente Nacional no parece muy diferente. Marine le Pen se felicitó enseguida del resultado del referéndum suizo, que consideró de “sentido común” y una confirmación de sus tesis sobre la inmigración, y reclamó una consulta similar en Francia. La presidenta del FN está convencida de que el resultado sería similar... No es la única. Desde el otro extremo ideológico, Daniel Cohn-Bendit piensa lo mismo: “Aún sería peor, el sí ganaría por el 60%”.



lunes, 10 de febrero de 2014

Rebelión contra Hollande

La contestación interna a la política de François Hollande es ya abierta en el seno del Partido Socialista francés. Hasta ahora, las medidas económicas impulsadas por el presidente de la República –desde la reforma de las pensiones hasta la reforma laboral, pasando por el pacto por la competitividad de las empresas– habían sido aceptadas, con mejor o peor gana, en la medida en que habían sido previamente pactadas con la patronal y una parte significativa de los sindicatos. Pero el acusado giro al centro anunciado por Hollande en su conferencia de prensa de principio de año, el pasado 14 de enero, en la que propuso un “pacto de responsabilidad” con la patronal –con el fin de rebajar sensiblemente las cargas sociales a las empresas– y anunció un recorte del gasto público de 50.000 millones de euros en tres años, ha sobrepasado los límites aceptables para un sector del partido.

El ala izquierda del PS, encabezada por los ex ministros Henri Emmanuelli, Marie-Noëlle Lienemann y Paul Quilès, apoyados entre otros por figuras como Julien Dray –un antiguo hombre de confianza del propio Hollande–, ha hecho público  un manifiesto en el que rechaza sin ambages el giro decidido por el presidente. En este mismo sector se encuentra el ministro de la Economía Social y Solidaria, Benoît Hamon, quien de momento –pertenencia al Gobierno obliga- guarda públicamente silencio.

En la declaración, inequívocamente titulada “No hay una sola política posible”, los firmantes reivindican la línea política y económica expuesta durante la campaña electoral y cuestionan abiertamente la nueva apuesta “socialdemócrata” del presidente francés, considerando que la decisión de centrarlo todo en la reducción del coste del trabajo puede tener un efecto contrario al perseguido en la marcha de la economía y que los recortes son una amenaza para las políticas sociales y los servicios públicos.

Como alternativa, los contestatarios insisten en forzar un cambio de orientación política en la Unión Europea que acabe con la austeridad a ultranza –que a su juicio sólo ha servido para que la deuda pública global pase del 62% del PIB en el 2008 al 85% en el 2012-, promover una mejora de las capacidades productivas del país, abordar decididamente la transición energética y estimular el consumo interno a través de una profunda reforma fiscal. Frente a la línea de aproximación a las empresas marcada por el Elíseo, los firmantes defienden un alineamiento claro con los sindicatos.

Finalmente, pero no por ello menos importante, el grupo defiende un PS fuerte y contestatario, que no se limite a actuar como correa de transmisión del Elíseo, y rechaza la dinámica presidencialista de Hollande: “Sepamos desintoxicarnos de las instituciones de la V República –escriben-. Todo no puede proceder de un solo hombre”.

El cambio de política económica no es el único foco de malestar en el seno del PS, cuyos diputados recibieron días atrás con enorme descontento la decisión del Gobierno de aplazar indefinidamente el proyecto de ley de la Familia frente a la presión combinada de la derecha reaccionaria, los sectores ultracatólicos y la extrema derecha. Y no son los únicos, los ecologistas, socios del PS en el Gobierno, están también tan en desacuerdo con la marcha atrás en el tema de la familia como en el giro económico, a lo que hay que añadir en su caso la frustración por la tímida política medioambiental de Hollande. Desde fuera del Gobierno, la alianza del PCF y el Partido de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon, ve las cosas o ya con suspicacia sino directamente con indignación.



sábado, 8 de febrero de 2014

Traicionado por un beso

En ocasiones basta un gesto, un solo gesto, un gesto anodino ejecutado de forma espontánea e irreflexiva, para cambiar el curso de los acontecimientos. Para salvarse. O para perderse. El escritor austríaco Stefan Zweig lo explicó de forma magistral en su libro “Momentos estelares dela humanidad”, donde repasaba instantes fundamentales en los que la Historia cambió de rumbo.

La vida de las personas está llena de momentos así. Pierre G. tendrá tiempo de reflexionar sobre ello en su celda de la cárcel de Nîmes (sur de Francia), donde está detenido por varios delitos. En uno de ellos, un atraco cometido en París el 27 de abril del 2013, ha sido identificado gracias a los restos de ADN que dejó en la mejilla de la víctima... a quien a modo de consuelo dió un beso.

Pierre G. seguramente no olvidará esa noche. Su víctima, que el diario Le Parisien –que ha revelado el hecho– rebautizó con el nombre falso de Anne, no podrá nunca apartarlo de su mente. Gerente de una joyería en el distrito XX de París, ese día, un martes como cualquier otro, Anne, de 56 años, cerró la tienda tras acabar su jornada laboral y se dirigió a su domicilio, adonde llegó hacia las siete y media de la tarde. Sólo que esta vez, dos encapuchados la estaban esperando en la escalera y, tras sorprenderla, la forzaron a franquearles la entrada de su apartamento.

Una vez dentro, la amenazaron con quemarla viva si no les comunicaba los códigos para desactivar la alarma de la joyería. Uno de ellos, le virtió sobre la cabeza el contenido de una botella asegurándole que era gasolina y que “si no cooperaba”, le prenderían fuego. Aterrorizada, la mujer les dio toda la información que le pedían. Entonces, uno de los atracadores se marchó hacia la joyería para hacerse con el botín, mientras el otro, Pierre G., se quedaba en el apartamento para tener controlada a la joyera.

Cuatro horas duró el secuestro de Anne, cuyo calvario acabó conmoviendo a su vigilante. Antes de huir, Pierre G., de 20 años, le dió un beso en la mejilla. “Para suavizar su traumatismo”, explicaría después de la policía. Fue un error que le costaría caro.

Cuando los agentes de la policía desembarcaron en el piso de Anne y la joyera les explicó lo que habia sucedido, decidieron intentar tomar una muestra de la saliva del atracador en su mejilla, con la esperanza de que fuera suficiente para identificarle a través del ADN. Lo que sólo es posible si el autor ya ha sido detenido alguna vez (momento en que, desde hace unos años, se toma sistemáticamente una muestra de la huella genética). Meses después, el ADN del atracador del beso apareció identificado en la cárcel de Nîmes, donde Pierre G. había ingresado preventivamente por otro supuesto delito.

El joven negó al principio toda participación en el secuestro de la joyera de París, pero ante la contundencia de las pruebas en su contra acabó confesando, aunque –eso sí– alegando que sólo había tenido un papel secundario en el atraco. ¿Y el beso? El beso, explicó, fue por compasión.




Le Pen, enriquecimiento sospechoso

La fiscalía de París ha abierto una investigación preliminar para averiguar las razones del enriquecimiento experimentado por el presidente de honor del Frente Nacional (FN), Jean-Marie Le Pen, entre los años 2004 y 2009, periodo de su primer mandato como parlamentario europeo. Según el diario digital Mediapart, que está en el origen de la información, la Comisión para la transparencia financiera de la vida política observó diferencias notables entre las declaraciones de patrimonio de Le Pen entre el 2004 y el 2009, que a su juicio no se explican por sus ingresos como eurodiputado ni han sido convenientemente justificadas. Debido a estas diferencias –las cantidades concretas no han sido dadas a conocer–, la comisión envió el asunto a la fiscalía, que decidió el pasado mes de enero encargar una investigacion a la brigada financiera de la policía judicial.

La investigación atañe exclusivamente al patrimonio personal del fundador del FN y es paralela a otra que está ya abierta sobre dos micro-partidos creados por Jean-Marie Le Pen y por su hija y actual presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, para captar financiación. La creación de micro-partidos está muy extendida en la política francesa, un medio de sobrepasar los límites legales a la financiación de los partidos y la campañas electorales.

Jean-Marie Le Pen reaccionó ayer con sorpresa e indignación al conocer la apertura de la investigación, de la que no tenia noticia, asegurando que su patrimonio es “perfectamente transparente” y no hay “nada que señalar” al respecto. El líder ultraderechista atribuyó fines políticos a esta iniciativa de la fiscalía, que se produce –subrayó– “oportunamente seis semanas antes de las elecciones municipales y a tres meses de las europeas”, y vaticinó que “será archivada”.

Procedente de una familia modesta de Bretaña, a Le Pen le tocó la lotería –figuradamente– en 1976, cuando su amigo y admirador Hubert Lambert, un industrial de extrema derecha soltero y sin hijos, murió a los 42 años y le dejó como heredero universal de toda su fortuna. La familia contestó este testamento, pero Le Pen conservó la mayor parte después de haber llegado a un acuerdo. Desde entonces, es propietario de una mansión en la ciudad de Saint-Cloud, en la periferia oeste de la capital francesa.



jueves, 6 de febrero de 2014

La batalla del sexo

Viernes 24 de enero. En un centenar de escuelas francesas el nivel de absentismo de los alumnos alcanza cotas nunca vistas. La razón de esta deserción masiva, con una particular incidencia en Alsacia, no es la gripe ni una epidemia de gastroenteritis, sino la respuesta a una campaña de boicot inducida, a través de internet y mensajes de texto, por un grupúsculo próximo a la extrema derecha para protestar por la presunta introducción en los programas escolares de la llamada teoría del género. Desarrollada por el controvertido psicólogo y sexólogo neozelandés John Money (1921-2006), dicha teoría sostiene que la identidad sexual no estaría marcada tanto por la biología como por la convención social y la voluntad personal.

En el visor de los activistas estaba –y está– el nuevo programa educativo “ABCD de la igualdad”, puesto en marcha este curso de forma experimental por el Ministerio de Educación Nacional para transmitir a los escolares los valores de la igualdad entre hombres y mujeres, combatir los estereotipos y luchar contra los prejuicios antihomosexuales. Para los grupos ultraconservadores, se trata de una forma fraudulenta de introducir la teoría del género y promover nada menos que la homosexualidad en las aulas. Segunda etapa de una estrategia que a sus ojos empezó con la legalización de las bodas gais...

“Utilizan la igualdad para confundirnos y corrompernos”, sostiene Farida Belghoul, promotora de la protesta, que bajo el nombre de Jornada de Retirada de la Escuela pretende llevarse a cabo una vez al mes. Entre los padres que el 24 de enero secundaron la primera convocatoria había católicos, pero también muchos musulmanes. Una convergencia que también se produjo en el 2013 en las protestas contra la reforma que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Las declaraciones del ministro de Educación, Vincent Peillon, y otros miembros del Gobierno asegurando que la acusación de introducir la teoría del género en las escuelas no tiene fundamento y es un bulo, no han servido de nada.
La campaña de boicot lanzada contra el nuevo programa escolar no es una acción aislada, sino que se 
inscribe en la dinámica de agitación que los sectores ultraconservadores y de extrema derecha –una especie de Tea Party a la francesa– están llevando a cabo desde el año pasado en varios frentes: desde las manifestaciones de oposición al matrimonio homosexual –ahora dirigidas contra la nueva ley de la Familia, finalmente aplazada por el Gobierno– hasta la Jornada de Cólera dirigida contra el presidente francés, François Hollande. Iniciativas impulsadas por una galaxia de grupos radicales que actúan al margen de los partidos tradicionales, así la Unión por un Movimiento Popular (UMP) de Nicolas Sarkozy como el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, que han quedado desbordados.

La personalidad de la instigadora del boicot en las escuelas, Farida Belghoul, una profesora de historia –además de novelista y cineasta– de 55 años, es ilustrativo de la trayectoria personal y política de algunas de las figuras de este movimiento neoconservador. Nacida en París de padres argelinos Farida Belghoul había sido en su juventud una activa militante comunista y antirracista, que en 1984 se convirtió en la imagen y la portavoz de la segunda Macha de los Beurs –los hijos de la inmigración– en favor de la igualdad. Enfrentada a los promotores de SOS Racismo, Julian Dray y Harlem Désir –este ultimo, actual primer secretario del Partido Socialista–, Belghoul se apartó del movimiento y no volvió a manifestar públicamente un compromiso político hasta el 2009, cuando apoyó la fugaz candidatura del exprimer ministro Dominique de Villepin. El año pasado reapareció asociada a la organización ultraderechista Igualdad y Reconciliación (ver información adjunta), de ideario antisemita y nacionalsocialista, dirigida por otro excomunista, Alain Sorel. Otro de sus amigos es el polémico humorista Diuedonné –antirracista reciclado en antisemita–, que en el 2013 la galardonó con la “Quenelle de oro”... 


El Che y Juana de Arco

Fidel Castro, el Che Guevara, Gadafi, Putin, Chávez, Ahmadineyad... a un lado. Al otro, Juana de Arco y el fundador de la organización, Alain Soral. La iconografía de Igualdad y Reconciliación ilustra la convergencia ideológica que este grupo de ultraderecha pretende representar: “La izquierda del trabajo y la derecha de los valores”. Exmilitante del Partido Comunista, primero, y del Frente Nacional, después, Soral se reivindica nacionalsocialista y mantiene un discurso en el que combina el anticapitalismo con furibundas proclamas contra los judíos y los homosexuales. Se le considera el ideólogo del humorista antisemita Dieudonné.






miércoles, 5 de febrero de 2014

Los ultras se imponen a Hollande

Los ultras se han llevado el gato al agua. Acosado en la calle y en las escuelas por los grupos católicos radicales y de extrema derecha, François Hollande ha cedido finalmente a la presión y ha decidido aplazar la aprobación de la nueva Ley de la Familia, rechazada de plano –a causa de lo que contiene o puede contener– por los ultraconservadores. Con su gesto, el presidente francés buscaba apaciguar los ánimos a mes y medio de las elecciones municipales. Pero lo único que ha logrado ha sido envalentonar a los radicales, que ayer celebraban su “primera gran victoria” –nótese el adjetivo ordinal– sobre el Gobierno, y desconcertar a los socialistas, además de irritar a sus aliados ecologistas y de izquierdas.

Los grupos que se movilizaron masivamente el año pasado contra la aprobación del matrimonio homosexual –una especie de Tea Party a la francesa, del que está ausente el principal partido de la derecha, la UMP, e incluso el Frente Nacional–, han vuelto a la carga en las últimas semanas en diversos frentes: convocando jornadas de boicot en las escuelas contra las enseñanzas sobre la igualdad entre hombres y mujeres –con el pretexto de que el Gobierno pretendía introducir una supuesta teoría del género, a través de la cual se incitaría a los niños a negar las diferencias entre sexos y se promovería la homosexualidad, cuando no la masturbación–, y organizando paralelamente una oleada de manifestaciones, así para reclamar la dimisión de François Hollande –el llamado “Día de la cólera”–, rechazar la liberalización del aborto y apoyar la reforma del PP en España, o denunciar el proyecto de ley de la Familia, sospechoso de querer autorizar la procreación médicamente asistida (PMA) a las mujeres solas y a las parejas de lesbianas –hoy está reservada a las parejas heterosexuales y casadas que tengan una imposibilidad física para procrear–, y la gestación por otro (GPA), esto es, los vientres de alquiler, para todo el mundo, homosexuales incluidos.

Poco importa que el Gobierno haya explicado hasta la saciedad que lo de la teoría del género es un bulo, y que el proyecto de ley de la Familia no incluirá la mayor parte de las medidas que se la atribuyen. En los sectores católicos fundamentalistas –a los que se han unido en esta ocasión de nuevo los musulmanes integristas, como contra las bodas gais en el 2013– se ha declarado la guerra contra el poder socialista.

El último episodio de esta lucha se libró el domingo. Decenas de miles de personas se manifestaron hace dos días en París y Lyon contra el proyecto de ley de la Familia –y contra todo lo demás, de la teoría del género al matrimonio homosexual y la liberalización del aborto– demostrando una vez más que su movimiento no es testimonial y que su capacidad de convocatoria es elevada. Donde la policía contó 80.000, los organizadores reivindicaron 500.000. Muchos en todo caso. Superada por el movimiento, en el que no participa, la derecha parlamentaria se hace no obstante eco de sus posiciones.

Para intentar frenar esta dinámica, el ministro del Interior, Manuel Valls, salió a primera hora de la mañana del lunes a tranquilizar los ánimos asegurando que ni la PMA ni la GPA –las dos medidas más polémicas– estarían en el proyecto de ley, a pesar de que lo primero constituía una promesa electoral de Hollande. Como pareció no ser suficiente, a ultima hora del día, el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, anunció que la ley no se tramitaría en 2014, sin dar por ello un calendario alternativo. En principio, los planes del Gobierno eran aprobar el proyecto de ley –aún en elaboración– en el Consejo de Ministros en abril y enviarlo al Parlamento en el segundo semestre.

La marcha atrás ordenada por el presidente francés causó un hondo desconcierto en la mayoría socialista, además de un mal disimulado descontento. La irritación era más visible entre Los Verdes –que denunciaron una “renuncia consternante”– y el Frente de Izquierda, que se consideró “engañado”. Algunos socialistas y ecologistas avanzaron que el propio grupo del PS en la Asamblea Nacional podría presentar por su cuenta una o varias proposiciones de ley para recuperar algunas de las medidas previstas en el proyecto de ley de la ministra de la Familia, Dominique Bertinotti, la principal damnificada política de esta marcha atrás.

Bertinotti defendió ayer tarde en el Parlamento la decisión del Gobierno con unos argumentos que en realidad justificaban la necesidad perentoria de la ley. Porque el proyecto, más allá de las dos medidas más controvertidas, –la extensión de la procreación asistida, que divide a los propios socialistas, y los vientres de alquiler, que Hollande nunca ha aceptado y por tanto nunca se han incluido en el texto–, lo que busca es dar respuesta a los cambios que ha experimentado la familia.

Entre otras cosas, el proyecto proponía medidas para “pacificar” los procedimientos de divorcio, reconocer legalmente el papel de “terceras personas” –padrastros o madrastras– en el caso de familias recompuestas o facilitar a los niños adoptados o engendrados por donación de esperma poder acceder a la identidad del progenitor al alcanzar su mayoría de edad.


domingo, 2 de febrero de 2014

El glamur del titanio

Lo tiene todo. Es joven inteligente, brillante, ambiciosa, determinada, libre... Y encima, guapa y elegante. Nathalie Kosciusko-Morizet, de 40 años, candidata de la derecha francesa a la alcaldía de París en las elecciones del 23 y 30 de marzo –y sin duda la aspirante más chic y glamurosa del plantel electoral–, lo tiene todo para gustar. Y, también, para ser aborrecida. Demasiado perfecta, demasiado aristocrática, demasiado segura de sí misma, demasiado altiva...

Con la belleza etérea de las madonnas de la escuela veneciana, Kosciusko-Morizet, más conocida por las siglas NKM, es la más genuina representante del ala más moderada y progresista de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) –lo que no le impidió ser la portavoz de campaña de Nicolas Sarkozy en las presidenciales del 2012–, una candidata que encaja a la perfección en el mundo de los bobos, los “burgueses bohemios”, pero menos en el París popular, donde a NKM se la ve demasiado asociada a los barrios altos, los beaux quartiers.

A Nathalie Kosciusko-Morizet, que esta semana compartió mesa y mantel con un grupo de corresponsales europeos, no le gusta que la etiqueten. Que la clasifiquen como una burguesa o como una mujer de derechas. Ni que le recuerden que viene de una buena familia... “¡Mi bisabuelo era un senador social-comunista!”, protesta. Aunque senador era. Lo mismo que su padre, François Kosciusko-Morizet –hospitalizado en noviembre por un ataque vascular cerebral– es alcalde de Sèvres, en la periferia oeste de París. “No tengo por qué excusarme”, dice. Y dice bien. Pero lo cierto es que, quiera o no, se siente de algún modo obligada a ello.

Del mismo modo que debe defender haber llegado adonde está por sus propios méritos. Titulada en ingeniería por la selecta Escuela Politécnica –¡cuyos estudios incluyen formación militar!–, Kosciusko-Morizet pertenece en consecuencia a la élite, algo que sus adversarios utilizan también en su contra. “No entiendo que se pueda reprochar a alguien tener estudios, yo gané mi ingreso por concurso, no tuve ningún privilegio”, argumenta. Y añade: “Elegí ser ingeniero, eso demuestra un temperamento particular”.

También por mérito propio, y frente a no pocas zancadillas –el sector duro de la UMP la atacó por haberse abstenido en la aprobación del matrimonio homosexual–, se hizo con la nominación de candidata a la alcaldía de París tras ganar las primarias internas celebradas en junio del 2013. Desde entonces, no ha tenido un respiro, debiendo enfrentarse a las tradicionales divisiones de la derecha parisina y a la aparición de candidaturas paralelas aquí y allí... “Todos los disidentes son personas que querían un puesto en mi lista, es un problema de egos”, sostiene. Y advierte que no dará marcha atrás: “Yo he optado por la renovación y la alianza con el centro desde el principio, es una apuesta exigente y arriesgada, pero no voy a ceder al chantaje”, dice con firmeza. Quienes le conocen aseguran que tras su imagen de porcelana hay una mujer hecha de titanio.

Su marido, Jean-Pierre Philippe, de 58 años, ex alcalde socialista, al que conoció en la embajada francesa en Varsovia y con quien tiene dos hijos, la apoya discretamente, siempre desde la sombra.

Ex alcaldesa de Longjumeau, ex consejera regional de Île-de-France, ex ministra de Ecología y diputada, para Kosciusko-Morizet, hacerse con la alcaldía de la capital francesa es –aunque ella no lo diga abiertamente– una etapa más en una carrera política de largo alcance que apunta inevitablemente hacia el Elíseo. Si gana, como Jacques Chirac en 1977, dispondrá de una plataforma inigualable. Pero para ello tendrá que vencer a otra mujer, la socialista Anne Hidalgo, de origen español, mano derecha del alcalde saliente, Bertrand Delanoë, a quien todos los sondeos otorgan ventaja.

Que los dos grandes partidos, la UMP y el PS, presenten como candidata a alcalde a una mujer es algo inédito. Pero a Nathalie Kosciusko-Morizet no le gusta –tampoco– que la reduzcan a esta condición: “Yo tengo el hábito de ser mujer desde hace cuarenta años. No es raro estar aquí, es raro encontrarlo raro”, zanja.


Golpe de humor

François Cavanna (1023-2014)
Escritor, periodista y dibujante

Como “un puñetazo en la cara”. Así quiso que fuera el mensual satírico que contribuyó a fundar en 1960 con Georges Bernier –alias profesor Choron–, Hara Kiri, y el semanario que le sucedió diez años más tarde, Charlie Hebdo, estandarte de un humor mordaz y sarcástico, feroz y provocativo, sin tabúes ni límites, que ha subsistido con altibajos durante más de medio siglo en Francia. El alma de este humor de agitación, François Cavanna, polifacético escritor, dibujante y periodista –autor de más de sesenta libros–, murió el miércoles de una complicación pulmonar a los 90 años de edad en el hospital Henri-Mondor de Créteil –periferia de París–, donde había sido ingresado por una fractura de fémur. “Es el gran sacerdote del humor el que desaparece, pero Cavanna no está del todo muerto: Charlie Hebdo le sobrevive”, declaró Stéphane Charbonier, Charb, director actual del semanario, cuyás caricaturas de Mahoma provocaron en el 2011 y el 2012 una violenta polémica.

Nacido el 22 de febrero de 1923 en París, hijo de un albañil italiano y una francesa, François Cavanna pasó su infancia en Nogent-sur-Marne, una época “maravillosa” que le inspiraría su primera gran novela, "Les Ritals" (1978), y en la que descubriría su pasión por la escritura y por la lengua francesa. Abocado a proseguir la profesión paterna, la guerra –como a tantos otros– le cambió la vida. En 1943, como otros cientos de miles de jóvenes franceses, fue enviado por la fuerza dos años y medio a un campo de trabajo en Berlín dentro del Servicio de Trabajo Obligatorio (STO), una suerte de gigantesco peaje impuesto por Alemania a la Francia vencida para que le entregara mano de obra forzada. De esa experiencia surgiría otro libro, "Les Roskoffs" (1979)

De regreso en Francia, conoció y se casó con una superviviente del campo de concentración nazi de Ravensbrück, Liliane, que moriría sólo unos meses después de las secuelas de su internamiento. Fue a raíz de esta tragedia personal que Cavanna se dirigió definitivamente al oficio de dibujante de prensa, que ejercería durante doce años antes de lanzarse a la aventura de fundar Hara Kiri. Su creación fue “el origen de una mini-revolución en le prensa y en la manera de reír”, subraya Charb.

Los principales objetivos de su humor ácido y truculento serían la guerra, los cazadores, las corridas de toros, los curas... “El humor hace daño, saca el fondo de las cosas y las expone a la luz del día. Es una forma cruel de decir las cosas crueles, sin envolverlas”, afirmó en una ocasión. En los últimos años, Cavanna había entablado una dura lucha contra la enfermedad de Parkinson.


sábado, 1 de febrero de 2014

Un sello incómodo

Casi siglo y medio después de que fuera pintado, el fascinante y provocador cuadro del pintor francés Gustave Courbet "L’origine du monde" (El origen del mundo), de 1866, mantiene inalterable su capacidad de turbar las miradas y los espíritus. Audaz y superrealista reproducción del sexo femenino –la pintura presenta una figura de mujer tumbada y abierta de piernas con una osadía nunca vista hasta ese momento–, la imagen del cuadro más famoso de Courbet ha sido vetada por el servicio público de correos francés, La Poste, que se ha negado a editar un sello conmemorativo por entender que podría “herir la sensibilidad” del público infantil.

La propuesta había partido de la sociedad filatélica de Besançon (Doubs, en el Franco-Condado), quien había pedido a La Poste la edición de 3.000 sellos de "L’origine du monde" coincidiendo con la exposición temporal del célebre cuadro, entre el 7 de junio y el 1 de septiembre próximos, en el Museo Gustave Courbet de Ornans, población cercana a Besançon donde nació el pintor. “Se trata de una obra de arte mundialmente reconocida, cuya imagen es conocida en todo el mundo”, ha argumentado el presidente de la sociedad filatélica, Bernard Debrie, para quien el “realismo crudo” de la pintura no pone en tela de juicio su valor artístico.

Pero Correos no quiere saber nada. “El rechazo se apoya en la carta de ventas de La Poste –argumentó un portavoz a la agencia France Presse– y está motivado por la voluntad de no herir la sensibilidad del joven público, del mismo modo que se han rechazado otras imágenes por contravenir la ley Evin (que prohíbe la publicidad del tabaco)”. “La Poste no emite con ello ningún juicio sobre el valor de la obra de Courbet”, añadió el mismo portavoz. Resignados, los filatélicos proponen ahora un sello con la imagen de Courbet pintando su cuadro.

No es la primera vez que la imagen explícita de "L’origine du monde"es objeto de controversia. Facebook, cuyo puritanismo básico no distingue entre pornografía barata y obras de arte, ha llegado a bloquear cuentas de diversos usurarios por haber reproducido la osada pintura de Courbet, quien ya en la segunda mitad del siglo XIX fue objeto de escándalo y víctima de la incomprensión académica, y vió cómo algunos de sus cuadros eran vetados en los salones oficiales de la Academia Real de Pintura y Escultura.

No fue el caso, sin embargo, de "L’origine du monde", que tardó más de un siglo en ser expuesto al público. Pintado por encargo del diplomático turco-egipcio Khalil-Bey –un hombre mundano, propietario de una colección de arte dedicada al cuerpo femenino, que acabó arruinado a causa del juego–, el cuadro pasó después de mano en mano y, aunque su existencia era conocida, durante decenios apenas fue visto. Su último propietario fue el célebre psicoanalista francés Jacques Lacan, epígono de Sigmund Freud. En el 1995 pasó a manos del Museo d’Orsay, de París, donde se expone de forma permanente.

La aparición de cuerpos desnudos no es algo que importune únicamente a La Poste. En el metro de París, se han prohibido también carteles por demasiado explícitos. El último caso afectó al anuncio del último disco de Étienne Daho, el pasado noviembre, en el que fueron cubiertos los senos de una modelo.