En la historia de la posguerra en Francia no hay otro caso igual. El 16 de enero de 1945, mientras las tropas aliadas combatían todavía a las fuerzas del III Reich, el gobierno provisional presidido por el general De Gaulle decretó la confiscación - sin indemnización- y nacionalización de la empresa Renault, uno de los grandes grupos industriales franceses. Tan drástica medida fue justificada por la activa colaboración del propietario y fundador de la marca de automóviles, Louis Renault, con los ocupantes alemanes. Detenido en septiembre de 1944, enfermo y debilitado, Renault murió el 24 de octubre sin haber sido juzgado. Y sin llegar a ver el expolio de su imperio.
Sesenta y siete años después de la muerte del fundador, sus siete nietos, descendientes de su único hijo - Jean-Louis Renault, fallecido en 1982-,han presentado una demanda contra el Estado francés exigiendo una compensación. No es la primera vez que se intenta. En 1961 hubo ya una acción judicial, que fracasó. La diferencia es que, ahora, los herederos pueden aprovechar la nueva figura legal de la cuestión prioritaria de Constitucionalidad, que permite contestar ante la justicia la constitucionalidad de una ley.
Para los promotores de la iniciativa, la inconstitucionalidad de la confiscación de la empresa Renault no ofrece dudas. "El decreto de 1945 pisoteó varios principios de nuestra Constitución: la presunción de inocencia, la personalización de las penas y el derecho de propiedad", argumenta una de las nietas, Hélène Renault-Dingli. Concebida como un castigo político, la confiscación se decidió en efecto sin que la culpabilidad de Louis Renault fuera establecida por la justicia, no castigó al presunto culpable sino a su familia y no dio lugar a indemnización alguna, contrariamente a lo que sucedió con los pequeños accionistas. Los Renault solicitaron esta semana al tribunal de París que transmita la demanda al Tribunal de Casación, única instancia que puede decidir su envío al Consejo Constitucional.
La petición de reparación choca con la oposición de la fiscalía y del abogado del Estado, así como de una organización de ex deportados a los campos nazis y de la federación del metal del sindicato CGT, quienes consideran que tras la demanda hay un intento vergonzoso de rehabilitar la figura de Louis Renault.
La controversia que rodea la colaboración de Louis Renault con los nazis es un reflejo de la dualidad de la sociedad francesa bajo la ocupación. Según sus detractores, el industrial francés - que no tuvo reparos en fotografiarse junto a Adolf Hitler- puso a la histórica fábrica de Boulogne-Billancourt, en la periferia de París, hoy ya desaparecida, al servicio del esfuerzo de guerra alemán, llegando a reparar en ella los tanques de la Wehrmacht. Su familia alega que lo hizo obligado, como tantos otros. Sólo que otros, como Peugeot, Citroën o Michelin, también ayudaron a la resistencia.
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