"Niebla en el Canal. El continente, aislado”. La leyenda de un Reino Unido volcado sobre sí mismo, celoso de su soberanía y orgulloso de su insularidad, tomó dramáticamente cuerpo a altas horas de la madrugada del viernes en Bruselas, cuando el primer ministro británico, David Cameron, solo contra todos, vetó la reforma de los tratados europeos propuesta por Alemania y Francia para salvar el euro. Londres, reacio a seguir el camino de la integración económica marcado por Berlín y París, abrió la puerta y puso un pie fuera. Pero esta vez nadie hizo ademán de detenerle.
El enrocamiento de Cameron, empeñado en aprovechar una eventual reforma de los tratados para imponer a sus socios nuevas derogaciones –con el fin de salvaguardar a su corazón financiero, la City londinense, de las ansias reguladoras continentales– consumó la fractura. Los demás Estados europeos, conscientes de la urgencia y la gravedad del momento, fatigados de la eterna excepción británica, decidieron seguir adelante por su cuenta. Una decisión de hondo calado.
Bloqueada la opción de una reforma de los tratados asumida de forma unánime por los 27 países miembros, un amplio grupo de 23 Estados –los 17 de la zona euro y seis más– acordaron firmar, de aquí al mes de marzo, un tratado intergubernamental para asumir una mayor disciplina presupuestaria y avanzar en el camino de una mayor convergencia económica. Sólo Hungría, la República Checa y Suecia eludieron comprometerse, alegando que antes debían consultar a sus parlamentos. Un argumento que el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, utilizó para sugerir que al final el acuerdo podría extenderse quizá a 26...
“Por primera vez se ha dicho basta a los británicos. Lo que ha sucedido esta madrugada tendrá unas consecuencias inconmensurables”, valoraba un alto funcionario europeo al enjuiciar el desenlace de las más de diez horas de negociaciones –en algunos momentos, de gran dureza– mantenidas por los líderes europeos.
Antes del inicio de la cena informal de los 27 en la noche del jueves, Cameron mantuvo una reunión restringida con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, cuyas propuestas –excepción hecha de la reforma del tratado, como procedimiento– son las que se han acabado imponiendo. En esa tensa reunión, ya quedó clara la imposibilidad de un acuerdo, lo que confortó a Sarkozy en su idea de buscar un pacto con los países de la zona euro. Las condiciones del primer ministro británico, subrayó el presidente francés hacia las cinco de la madrugada, eran “inaceptables”. El mismo calificativo utilizó la canciller alemana, quien recordó al Reino Unido que la estabilidad del euro afecta a todos. “Todos estamos en el mismo barco”, subrayó, respondiendo a quienes, al otro lado del canal de la Mancha , se regocijan del resultado de la cumbre diciendo que el primer ministro británico ha abandonado el Titanic.
Cameron intentó minimizar el aislamiento del Reino Unido –“Seguimos siendo un miembro pleno e influyente de la UE ”, declaró a la BBC –, pero en sus argumentos dio la clave de la ruptura: “Estamos en aquella parte de Europa en la que necesitamos estar, el mercado único”. Empujados por la crisis del euro, la mayoría de los países de la UE se disponen a dar un paso enorme en el camino de una plena integración. Y el Reino Unido no quiere seguirlos. “Los británicos no creen en la idea europea. No hay que lamentar que la ambigüedad se haya despejado. Sólo les interesa el mercado único. El resto del proyecto europeo les es indiferente, cuando no le son hostiles”, escribió Le Monde en su editorial.
Los franceses siempre han desconfiado de la fe europea del Reino Unido, que en 1960 promovió la creación de la EFTA –asociación de libre comercio– como alternativa a la recién nacida Comunidad Europea. Cuando Londres cambió de actitud y quiso ingresar en la CE , se encontró con el veto francés. De Gaulle impidió la adhesión británica dos veces, en 1963 y 1967, receloso de que sus estrechos vínculos con Estados Unidos arrastraran a Europa a alinearse con las tesis de Washington en plena Guerra Fría. De Gaulle recordaba lo que le había espetado Churchill en 1940: “Cada vez que debamos elegir entre Europa y el mar abierto, elegiremos el mar abierto”. Los británicos tuvieron que esperar a 1973 para entrar en la CE.
Un embrollo jurídico
La imposibilidad de reformar los tratados europeos, a causa del veto británico, obligará al resto de países de la UE a construir una compleja arquitectura jurídica. El acuerdo alcanzado en Bruselas afecta a asuntos que están dentro de los tratados e implica a las instituciones comunitarias –el Consejo y la Comisión –, lo que complica su apoyo legal.
El Estado número 28
Tenía que ser un acto solemne y festivo. Y en cierto sentido lo fue. Amenizados por un cuarteto de cuerda, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea desfilaron por el estrado a firmar la adhesión de Croacia como 28º miembro de la UE , rango que no adquirirá formalmente hasta el 1 de julio de 2013 y que le convertirá en el segundo país de la ex Yugoslavia –tras Eslovenia– en incorporarse a Europa. Pero el acto quedó ensombrecido por una larga noche de insomnio y de duras negociaciones entre los líderes europeos, que desembocó en una fractura entre el Reino Unido y el resto de sus socios comunitarios.
Había rostros serios y cansados en la sala. Algunos tensos, como el del primer ministro británico, David Cameron, o extrañamente sonrientes y relajados, como el de la canciller alemana, Angela Merkel, que parecía haberse quitado un peso de encima. Y había otros directamente ausentes, como el del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que simplemente no participó en el acto y delegó la firma en Jean Leonetti, su ministro de Asuntos Europeos.
El ingreso de Croacia en la UE no podía caer en un momento más delicado para la Unión , amenazada de explosión por la crisis de la zona euro. Nada, sin embargo, que haga dudar a las autoridades croatas del camino emprendido en 2003, cuando presentaron la solicitud de ingreso. El presidente de Croacia, Ivo Josipovic, flanqueado por la primera ministra en funciones, Jadranka Koso, calificó el evento de “acontecimiento histórico”, que no dudó en comparar al de la independencia de su país, en 1991. Un sondeo reciente indica asimismo que el 53% de los ciudadanos votaría sí en el referéndum previsto para el próximo mes de febrero.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, felicitó “calurosamente” al nuevo socio comunitario, pero le recordó acto seguido que la firma de adhesión no era “el fin del camino”. Croacia, en efecto, no sólo ha tenido que afrontar uno de los periodos de negociación más largos –las conversaciones formales empezaron en 2005–, sino que además ahora debe afrontar todavía nuevos exámenes sobre las reformas en marcha antes de que su ingreso sea efectivo, dentro de un año y medio. Esta severidad es fruto de los problemas que generó la rápida entrada de Bulgaria y Rumanía en 2007.
Quienes no avanzaron ayer ni un paso fueron Montenegro y Serbia. Con respecto al primero, el Consejo Europeo acogió “positivamente” las mejoras realizados por este país –sobre todo en materia de lucha contra la corrupción y la delincuencia organizada–. Pero pese a haber sido convenientemente valoradas por la Comisión Europea , la apertura de las negociaciones para la adhesión se ha pospuesto hasta junio de 2012, siempre y cuando tales avances se confirmen.
Schengen
También Bulgaria y Rumanía se quedaron ayer con las ganas. El Consejo Europeo constató que ambos países cumplen todas las condiciones para incorporarse al espacio Schengen, sobre libre circulación de personas, e instó a tomar una decisión rápidamente. Hasta ahora, ésta ha sido bloqueada por Holanda.
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