sábado, 3 de diciembre de 2011

Germanofobia de izquierda

Todo parece valer para intentar erosionar políticamente a Nicolas Sarkozy, acusado a coro por la izquierda francesa y la derecha soberanista de “claudicar” ante la canciller alemana, Angela Merkel, en la crisis del euro. Incluido agitar los resortes del más rancio nacionalismo francés antialemán. El Partido Socialista, la principal fuerza de oposición y posible fuerza de gobierno a partir de la próxima primavera, también se ha dejado tentar por los tics germanófobos, alineándose de forma aventurada con las tesis de la extrema derecha y de las huestes del italiano Silvio Berlusconi.
Algunos tenores socialistas, con sus encendidas declaraciones, han hecho incluso palidecer las de la presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, quien ha acusado a Berlín de querer dirigir Europa “a la schlague”, palabra de origen alemán que describe los antiguos castigos corporales infligidos en los ejércitos germanos y que se ha incorporado a la lengua francesa para designar una forma brutal de imponer la disciplina.
Más exaltado aún que la hija de Jean-Marie Le Pen, el agitado Arnaud Montebourg –quien dio la sorpresa en las primarias socialistas al quedar tercero, por delante de Ségolène Royal–, ha llegado a comparar a Angela Merkel con Bismarck, el canciller de hierro, inductor de la guerra franco-prusiana de 1870. “La cuestión del nacionalismo alemán está resurgiendo a través de la política a lo Bismarck de Merkel”, declaró Montebourg, quien añadió que “ha llegado el momento de asumir la confrontación política con Alemania y la defensa de nuestros valores”. Esta salida le valió una áspera respuesta del eurodiputado franco-alemán Daniel Cohn Bendit: “Montebourg cae en el nacionalismo de corneta, es un mal quiquiriquí, está haciendo como el Frente Nacional a la izquierda”, dijo el líder ecologista.
Pero no ha sido el único. El diputado socialista Jean-Marie Le Guen, antaño en las filas de Dominique Strauss-Kahn y posteriormente alineado con François Hollande, tras censurar la política “ciega y egoísta” del Gobierno alemán, comparó el papel de Sarkozy respecto a Merkel con el de “[Édouard] Daladier en Munich”, en alusión al acuerdo firmado por franceses y británicos en 1938 aceptando las exigencias territoriales de Hitler sobre los Suedetes de Checoslovaquia.
François Hollande se desmarcó ayer de esta deriva antialemana a través de su director de campaña, Pierre Moscovici, quien reafirmó que “la pareja franco-alemana es más necesaria que nunca”. Pero lo cierto es que, sin llegar a agitar el espantajo germanófobo, las declaraciones de los dirigentes socialistas –Martine Aubry, Laurent Fabius, el propio Hollande...– coinciden en presentar a una canciller alemana intransigente y autoritaria frente a un presidente francés dócil.
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, reaccionó con severidad y censuró semejantes planteamientos, que consideró peligrosos. “La utilización de tales términos provoca escalofrío”, dijo. Y añadió: “Es vergonzoso que por rabia partidista se fragilice nuestra conquista más preciada: la reconciliación, la amistad franco-alemana".

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