Francia vuelve a mirar hacia España. Lo hizo
con envidia antes del estallido de la crisis y después, con piedad. Ahora, lo
hace con aprensión. España sigue en estado de postración económica y tardará
todavía tiempo en salir verdaderamente de la crisis. Pero la recuperación, aún
limitada y balbuciente, de la economía española está teniendo a Francia como su
principal víctima colateral.
Los medios de comunicación franceses observan, por ahora,
con benevolencia el tímido resurgir de la actividad económica allende los
Pirineos. Los titulares positivos –“España inspira de nuevo confianza”, “España
se pone a soñar”– van sustituyendo poco a poco a los negativos. La
estabilización de la economía española es una buena noticia para la zona euro.
¿Pero lo es también para Francia? Los analistas franceses más avisados se han
dado ya cuenta de que los brotes verdes de la economía
española tienen espinas.
“España no saldrá de la crisis mientras no haya resuelto el
problema del paro y el problema de sus bancos, pero sí ha salido de la
recesión, y las reformas emprendidas –reducción del gasto público, mejora de la
productividad, rebaja de los costes laborales, flexibilización del mercado
laboral– empiezan a dar sus frutos, como demuestra la mejora espectacular de la
balanza comercial –que es excedentaria– y de la balanza corriente”. Así opina
el economista y abogado francés Nicolas Baverez, quien constata que “el
crecimiento de las exportaciones españolas, principalmente en la Unión Europea,
se está produciendo a costa de Francia”.
La batalla está entablada en diversos sectores, de la
construcción a la agricultura, pasando por el turismo, pero se produce sobre
todo en la industria. Una industria que en Francia ha ido retrocediendo año
tras año: entre 1998 y el 2008 perdió 500.000 puestos de trabajo y el peso de
su valor añadido sobre el valor añadido total de la economía francesa ha
descendido de forma constante durante la última década, hasta hasta situarse en
el 2011 –según datos del Instituto Nacional de Estadística y Estudios
Económicos (Insee)– en el 10%, mientras que en España la caída empezó a
remontarse en el 2010 y un año después estaba en el 14%. La rentabilidad de las empresas españolas empezó
a recuperarse también a partir de ese año, hasta situarse –según datos del
banco francés de negocios Natixis– en torno al 12%, mientras que las francesas
están en el 7%.
"El peso de la industria en el Producto Interior
Bruto (PIB) español es un 30% superior al de Francia”, remarca Alain Minc,
presidente de la sociedad de autopistas francesa Sanef –filial de la española
Abertis– y miembro de numerosos consejos de administración de empresas
francesas y españolas. “Los españoles han hecho el trabajo, han realizado
esfuerzos extremadamente significativos dentro de una relativa calma social”,
opina Minc –un amante y fino observador de la realidad española–, para quien no
hay duda de que “la industria española vuelve a ser competitiva”.
“Este año, España va a fabricar más coches que Francia, algo
nunca visto”, subraya por su parte Nicolas Baverez, dando indirectamente la
razón al patrón del grupo Renault-Nissan, Carlos Ghosn, quien pronto vió la
oportunidad de aprovechar la coyuntura para negociar en el 2012 con los
sindicatos acuerdos de competitividad por los cuales se garantizaba la carga de
trabajo en las plantas de Palencia, Valladolild y Sevilla a cambio de la
aceptación por parte de los trabajadores de medidas de flexibilidad. “España es
el país europeo que más ha avanzado para recobrar su competitividad y ha
conseguido suprimir la rigidez de su mercado de trabajo”, ha declarado Carlos
Ghosn, quien en marzo de este año alcanzó un acuerdo similar con los sindicatos
franceses.
Miembro del gabinete de abogados Gibson Dunn y del comité
ejecutivo del Instituto Montaigne, Nicolas Baverez atribuye en gran medida este
cambio a la drástica reducción del coste del trabajo en España, mientras que en
Francia –con cuya política económica es muy severo– ha seguido aumentando. “En
la relación coste de trabajo-productividad, la ganancia española ha sido
espectacular: su ventaja sobre Francia ha crecido casi un 15% desde el 2008”, remarca. Y añade
gráficamente: “Francia está cogida en una tenaza, entre la
competitividad-calidad de Alemania, por un lado, y la competitividad-precio de
España, por el otro”. Y así seguirá, vaticina, si el presidente François
Hollande sigue postergando las reformas que a su juicio son necesarias:
“Francia corre el riesgo de quedar al margen de la recuperación europea a causa
de una política lamentable”. “La recuperación española agrava el problema
francés”, zanja.
Si la principal batalla económica entre España y Francia se
libra fuera de sus fronteras, las relaciones económicas y comerciales
bilaterales reflejan también en alguna medida esta situación. Fruto de la mayor
actividad exportadora de las empresas españolas y de la atonía de la demanda
interna, las exportaciones de España a Francia han crecido este año –de enero a
septiembre– un 1,7%, según datos de la oficina económica de la Embajada
española en París, mientras que las importaciones han caído un 3,3%. Los
principales productos exportados son automóviles y maquinaria, pero los que más
han crecido son los combustibles minerales, los productos aeronáuticos, las
frutas y la carne. El saldo global es favorable para España –de 8.041 millones
de euros–, lo que representa un incremento en este mismo periodo del 15,7%.
Francia sigue siendo el primer cliente de España (16% de las exportaciones
totales) y es el segundo proveedor (10,8%)
“Todo esto no ha pasado por milagro, España ha hecho
reformas dolorosas que le han permitido ser más competitiva”, constata por su
parte José Miguel García, presidente de la Cámara Oficial de Comercio de España
en Francia (Cocef), quien señala que las empresas españolas son cada vez más
conscientes de que su supervivencia pasa por su internacionalización y cada vez
más salen a buscar nuevos mercados. En esta búsqueda, “Francia tiene un interés
doble: es una prolongación natural del mercado doméstico y tiene una posición
geográfica estratégica para saltar a otros países”, argumenta.
“Para los españoles, Francia es un mercado cercano y
maduro”, apunta por su parte, Alicia Ramos, responsable del área de proyectos
españoles de la Agencia de Desarrollo de Val-de-Marne, cuyo Centro de Negocios
abierto en el 2007 para acoger a empresas españolas ha apadrinado el desembarco
de unas 40 sociedades.
Lo cierto es que cada vez hay más empresas, tanto grandes
como pequeñas y medianas, que buscan negocio en Francia y se llevan concursos
públicos. Eso es especialmente así en el sector de la construcción – “Los
españoles les están quitando mercado”, constata el presidente de la Cocef–,
pero no únicamente. Así, la empresa española Gowex se ha hecho con la
instalación de wifi en la red de metro de París, ACS se ha adjudicado una parte
del contrato de limpieza de la capital francesa y Gas Natural, el suministro de
la región Île-de-France.
Con 33 proyectos, que han generado 1.056 empleos, España se
situó el año pasado como el séptimo inversor extranjero en Francia, según datos
de la Agencia Francesa para las Inversiones Internacionales (Afii). Las
inversiones españolas en este país –donde hay instaladas 500 empresas hispanas–
crecieron en el 2012 un 22%, mientras que las inversines europeas bajaron en
conjunto un 4%. El grupo Abertis, el primer inversor español, negocia en estos
momentos con el Gobierno francés nuevos proyectos de inversión por 700
millones...
Los conquistadores, como se bautizó
en Francia a las empresas españolas en el momento más fulgurante del engañoso
milagro español, están de regreso. Algunos, en realidad, nunca se fueron.
A la ofensiva en el sur de Francia
En Perpiñán, el nuevo cuartel de bomberos
de la ciudad está siendo construido por la empresa barcelonesa Urcotex, que
ganó de calle el concurso público convocado por el Consejo General de los
Pirineos Orientales. En Frontignan ha sido la sociedad catalana Arcadi Pla
quien ha sido encargada de la nueva mediateca. En Toulouse y en Albi, la
también catalana Comsa ha ganado sendos concursos para las obras del tranvía y
la nueva variante...
Poco a poco, en un goteo interminable, las empresas
españolas del sector de la construcción van ganando terreno en el mercado
público francés, especialmente en el Sur, para cólera de los constructores
franceses.
“España juega a la ofensiva”, titulaba recientemente en
portada la revista de obras públicas Le Moniteur, que
resucitaba de nuevo la imagen del toro. El sector está que arde con la
repentida competencia de las empresas españolas, que están aprovechando a fondo
la reducción de los costes laborales para poner en práctica una agresiva
política de precios que deja a los franceses totalmente desarmados. Todos los
intentos por impugnar los concursos ganados por los españoles –y ha habido
varios– han fracasado ante los tribunales administrativos.
“En España, las cargas sociales son la mitad que en Francia,
lo que al final representa una ventaja del 25% respecto a una oferta francesa
del mismo nivel”, se quejaba recientemente el presidente de los constructores
de los Pirineos Orientales, Guy Durand. Pero la ley es la ley, y las empresas españolas
pueden legalmete llevar temporalmente a sus propios trabajadores a Francia y
pagar las cotizaciones en España. Mientras cumplan las normas laborales
francesas –35 horas, salario mínimo...–, su posición es totalmente inatacable.
El pasado 29 de octubre, la Federación Francesa de la
Construcción (FFB) lanzó una petición para combatir la “competencia desleal
extranjera”, procedente de “empresas del Sur y del Esta de Europa”. Fruto de
esta presión, el Gobierno francés pretende buscar ahora la complicidad de sus
socios comunitarios para endurecer los controles y evitar los excesos en esta
materia.
En Francia hay actualmente 144.000 trabajadores
“desplazados”, principalmente polacos, portugueses y rumanos. Los españoles son
9.000, la mitad que los 18.500 franceses contratados en empresas situadas en
otros países y reenviados a su país...