lunes, 2 de julio de 2012

Intercambio de parejas

Ni Merkozy ni Merkollande. Si algo ha rubricado la última cumbre de Bruselas ha sido el final no sólo de una etapa en Europa –marcada por la hegemonía casi tiránica de la pareja formada por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy–, sino de una política, de una forma de hacer, de un método. El ascenso de François Hollande al Elíseo ha trastocado completamente los equilibrios internos en la Unión Europea, al contestar el dogma de la austeridad impuesto hasta ahora al alimón por Berlín y París a todos sus pares. Pero ha hecho algo más: ha roto con la dinámica de la exclusividad en la pareja franco-alemana. “Merkozy se acabó, pero en su lugar no habrá Merkollande”, subrayaba ayer gráficamente, en conversación con este diario, un consejero del Elíseo.

Matrimonio de razón, Francia y Alemania no tienen más remedio que entenderse. La supervivencia misma de la Europa unida depende de ello. ¿Pero hasta el punto de arrogarse la prerrogativa de presentar a todos los demás el menú ya cocinado? François Hollande no lo cree. “El eje franco-alemán es esencial –apunta el mismo consejero, que ha formado parte de la delegación francesa en Bruselas–, pero no es suficiente. No se puede gobernar a dos una Europa de 27, no es posible”. Lo mismo sostenía Nicolas Sarkozy hace cinco años, antes de que la crisis le echara en los brazos de la canciller alemana. Su vocación inicial había sido también la de ampliar el abanico de alianzas internas en el seno de la UE, pero tuvo que conformarse con mantener una única relación adúltera: con el Reino Unido y en el terreno militar.

Hollande parte con una ambición equivalente y convicciones parecidas. Acaso el tiempo moderará también, como hizo con su antecesor, su afán de independencia. Pero el momento aún no ha llegado. La forma en que el nuevo presidente francés ha abordado la crucial reunión del Consejo Europeo de esta semana ha confirmado, en este sentido, los nuevos aires que parten del número 55 del Faubourg Saint-Honoré.

Interesado en llevar a buen puerto su proyecto de Pacto por el Crecimiento –una promesa electoral a la que había condicionado la ratificación por Francia del tratado de disciplina presupuestaria–, determinado a intentar una inflexión en la política europea de respuesta a la crisis, Hollande decidió eludir una negociación bilateral exclusiva con Alemania y asoció desde el primer momento a Italia y España, así como a la presidencia de la UE y la Comisión Europea. La propuesta de Pacto que llegó a la mesa del Consejo Europeo el pasado jueves en Bruselas ya había sido precocinado en Roma el 22 de junio por Hollande y Merkel junto con –y ésta fue la gran novedad– el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy.

El desarrollo mismo de la cumbre de Bruselas confirmó esta nueva dinámica. La rebelión de Monti y Rajoy frente a Merkel, con el fin de exigir una respuesta urgente al problema de la sostenibilidad de la deuda, contó con la activa complicidad de Hollande, que apoyó en bambalinas la iniciativa pero sin sumarse a un frente común para no dar la sensación de que se intentaba acorralar a Merkel. “Nadie pretende aislar a Alemania, eso sería un error”, señala la misma fuente.

El motín de Italia y España –hostigadas por los mercados financieros– probablemente se hubiera producido de todos modos, Pero es lícito preguntarse si hubiera tenido el mismo éxito en la época en que Merkozy imponía su ley con marcialidad germana.

Francia no tiene ningún interés en alentar un Frente del Sur y menos aún en formar parte. Ni siquiere la fórmula cuatripartita ensayada en Roma –y repetida días después a nivel de los ministros de Economía en París– tiene vocación de perennidad. “No vamos a sustituir una pareja por un cuarteto”, remarca el consejero de Hollande. El presidente francés se inclina por una estrategia de alianzas de “geometría variable” pivotando alrededor del eje central París-Berlín. Una pareja abierta, pues, a otros intercambios fuera del lecho conyugal.


La conversión de Rajoy

El 23 de mayo, ocho días después de la toma de posesión del presidente francés, Mariano Rajoy se encontró por primera vez en el Elíseo con François Hollande. A la salida de la reunión, ambos mandatarios subrayaron en público sus convergencias y su determinación de defender juntos sus intereses comunes. Pero, en privado, las cosas no fueron tan fluidas. Rajoy había decidido alinearse con las tesis de Angela Merkel. “Llegó con un vocabulario germánico”, señala gráficamente un alto consejero del Elíseo. Las cosas, sin embargo, han cambiado y –según esta misma fuente– el presidente español ha acabado comprendiendo la utilidad de la alianza con París.







1 comentario:

  1. Todo depende de nuestra forma de entender el sexo, a mi como acompañante de lujo me encanta la experiencia, siempre te lo pasas bien acompañada de más gente

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