lunes, 9 de julio de 2012

Amistad a toda prueba

Charles de Gaulle y Konrad Adenauer abrieron en 1962 el difícil camino de la reconciliación entre Francia y Alemania sobre las cenizas y la sangra vertida de tres guerras. Y ayer, exactamente cincuenta años después, François Hollande y Angela Merkel, se reunieron en el mismo lugar, en la catedral de Reims, para proclamar su fe en la amistad franco-alemana y en la construcción de un futuro común en el seno de una Europa unida. Ambos, cada cual con un acento diferente que delata sus soterradas divergencias, se conjuraron para dar un salto adelante en la construcción europea y reafirmaron su convicción de que la “ineludible” pareja franco-alemana debe de nuevo trazar el camino. Sin imposiciones ni exclusividades, subrayaron con parecidas palabras Hollande y Merkel, pero convencidos de que Francia y Alemania constituyen el motor, el corazón, el alma, la vanguardia de Europa.

El encuentro del presidente francés y la canciller alemana en el marco de una conmemoración con una carga simbólica tan profunda, tan sólo una semana después de la agitada cumbre de Bruselas del 28 y 29 de junio, contribuyó a relajar la tensión entre París y Berlín, separadas por la forma de afrontar la crisis económica y financiera. Distendidos, Hollande y Merkel intercambiaron sonrisas y gestos de acercamiento que parecerían indicar que la relación entre ambos dirigentes, que arrancó de forma tormentosa, va camino de normalizarse y puede encontrar una vía de cooperación tan fructífera como sucedió en el pasado con parejas ideológicamente tan asimétricas como Giscard-Schmidt, Mitterrand-Kohl o Chirac-Schröder.

La ambición es compartida, al menos en las palabras. En un discurso pronunciado en la plaza de la catedral, bajo una lluvia intermitente, el presidente francés saludó la “lucidez, audacia y grandeza” de De Gaulle y Adenauer al impulsar una reconciliación –sólo 17 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial– que no toda la población comprendía ni estaba dispuesta a aceptar, sy se situó como heredero de ese mismo espíritu. “No pasamos una página, abrimos una puerta”, dijo entonces De Gaulle. Y ayer Hollande invitó a la canciller alemana a “abrir y franquear juntos una nueva puerta” que conduzca a “hacer aún más estrecha la amistad entre nuestras dos naciones”. El presidente francés habló de un “salto adelante”, de un “nuevo comienzo” en la construcción europea, para la cual –subrayó– “la calidad de la relación entre Francia y Alemania es decisiva”. Decisiva pero “no exclusiva”, se cuidó de remarcar Hollande, que en los últimos lances europeos ha buscado una alianza paralela con Italia y España. Alemania y Francia “no quieren dar lecciones, simplemente dar ejemplo”. añadió el presidente de la República, quien en una entrevista publicada ayer por el diario regional L’Union, rechazó la idea de un “directorio” franco-alemán como el que funcionó en la etapa de Nicolas Sarkozy.

El canto europeísta de Hollande podía haber brillado más si junto a tales proclamas no hubieran aparecido las cautelas, habituales en el discurso francés, sobre la salvaguarda de la “soberanía nacional”. Hombre antaño vinculado a Jacques Delors, es difícil discernir si el hoy presidente ha templado su fe en la integración de Europa o mantiene una calculada distancia para no despertar a la fiera anti-europea que habita en la izquierda francesa y en el propio Partido Socialista.

Quien no tiene necesidad de avanzar con el freno de mano puesto es Angela Merkel, quien ayer ofreció una nueva muestra de su determinación de progresar hacia una verdadera unión política. “La unión económica y monetaria no es suficientemente fuerte. Nuestra generación debe sacar las conclusiones apropiadas y completar la unión política. Es un trabajo hercúleo, pero Europa puede salir más sólida de la crisis”, afirmó la canciller alemana, quien subrayó la necesidad de que Alemania y Francia trabajen mano a mano: “Unidos, podemos afrontar todos los desafíos”.

Como hiciera el presidente francés, Merkel consideró que la pareja franco-alemana es “ineludible” en Europa, por más que no pretenda ser “exclusiva”. “Invitamos a todos a seguirnos en la construcción de Europa”, afirmó de forma harto expresiva.

La canciller alemana, que asumió públicamente la responsabilidad de Alemania en el Holocausto y en el sufrimiento de Francia bajo la ocupación nazi, valoró el gesto histórico de Adenauer y De Gaulle al apostar por la reconciliación y la esperanza, y consideró un deber seguir avanzando por el camino trazado hace cincuenta años. Merkel acabó, en francés, con un “¡Viva la amistad franco-alemana!”.

El acto de ayer en la simbólica ciudad de Reims, víctima de la destrucción durante la Primera Guerra Mundial y escenario de la capitulación del III Reich el 7 de mayo de 1945, abre todo un año de conmemoraciones para celebrar la reconciliación entre Fracia y Alemania. Conferencias, coloquios y exposiciones jalonarán este año, en el que se conmemorará asimismo, en septiembre, el histórico discurso de De Gaulle a la juventud alemana en Ludwigsburg y la firma, el 22 de enero, del Tratado del Elíseo. Esta fecha dará pie a un nuevo encuentro entre Merkel y Hollande en Berlín, así como de los parlamentos de ambos países.


Tumbas alemanas profanadas

La conmemoración de la amistad franco-alemana se vio empañada por la profanación de una cuarentena de tumbas de soldados alemanes de la Primera Guerra Mundial en el cementerio militar de Saint-Etienne-à-Arnes (Ardenas), a 37 kilómetros de Reims. El camposanto cuenta con 12.000 sepulturas. Los vándalos arrancaron cruces y utilizaron algunas de ellas para hacer un fuego, sin que se sepa a ciencia cierta si detrás de su acción había una motivación política. Los gamberros no dejaron ninguna inscripción o pintada, pero sí numerosas botellas vacías de cerveza y alcohol. “Ninguna fuerza oscura, y aún menos la necedad que a menudo le presta su concurso, podrá alterar el movimiento profundo de la amistad franco-alemana”, afirmó en Reims el presidente francés, François Hollande.




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