En Francia no habrá ni rigor ni austeridad –palabras, ambas, prohibidas en la jerga hollandista–, pero se le paracerá bastante. El presidente francés aprovechó ayer la fiesta nacional del 14 de Julio, con motivo de la cual recuperó la tradicional entrevista televisiva abandonada por su antecesor, para preparar los ánimos de los franceses cara a los inminentes sacrificios que se preparan. François Hollande no habló ni siquiera de sacrificios –palabra que tampoco está en su vocabulario–, pero sí de “esfuerzos”. Y prometió que serán “justos”.
El presidente francés fue entrevistado al alimón por dos periodistas de TF1 y France 2 en el Hôtel de la Marine, un edificio presuntamente neutral –a diferencia del Elíseo–, tras el tradicional desfile militar de los Campos Elíseos. La lluvia acordó una tregua excepcional, rompiendo así el mito de un presidente que ya empezaba a ser llamado Rain man.
Hollande pintó un panorama preocupante, con una deuda pública que roza el 90% del PIB, un paro del 10% y un déficit comercial de 70.000 millones de euros. “Soy presidente desde hace dos meses, pero conozco la situación del país. No voy a hacer ver que lo descubro ahora”, dijo, antes de recordar que sus tres prioridades son el fomento del empleo, la regeneración del tejido productivo y el restablecimiento del equilibrio de las cuentas públicas.
Pese a reiterar que Francia no incorporará la denominada “regla de oro” contra el déficit público en la Constitución, sino que la fijará en una ley orgánica, Hollande confirmó su decisión de que el Parlamento dé finalmente luz verde al Tratado europeo de disciplina presupuestaria, que dio por “renegociado” tras el acuerdo alcanzado en Bruselas sobre el Pacto por el Crecimiento.
El presidente francés reafirmó, así, su compromiso de reducir el gasto público para cumplir los objetivos de déficit, que debe situarse el año que viene en el 3%. Dado que las áreas prioritarias de educación, interior y justicia no sufrirán recortes, éstos deberán ser asumidos por las demás. “Todo el mundo deberá demostrar imaginacion y audacia para hacer ahorros”, afirmó. El jefe del Estado admitió, con los datos del Tribunal de Cuentas en la mano, que el año que viene deberán encontrarse 33.000 millones de euros adicionales entre recortes y nuevos ingresos. “Los vamos a encontrar”, dijo, pero no precisó dónde los va a buscar.
En el terreno de los recortes se mantuvo ambiguo como siempre. Y por lo que respecta a los ingresos subrayó que la reforma fiscal que se prepara para el año que viene apelará básicamente a las clases más favorecidas, a quienes reclamó “patriotismo”. “Habrá que hacer un esfuerzo y este esfuerzo debe ser justo”, afirmó. Y reiteró su intención de imponer un tipo excepcional del 75% sobre los ingresos que sobrepasen el millón de euros anuales.
El presidente reconoció asimismo que la industria francesa tiene un problema de competitividad y que –tal como reclaman los empresarios– habrá que rebajar las cotizaciones sociales, para que no pesen tanto sobre los costes laborales, y buscar otras fuentes alternativas para contribuir a financiar la protección social. Pero, aparte de descartar el aumento del IVA –la subida aprobada por Nicolas Sarkozy para octubre acaba de ser anulada–, no dio más precisiones al respecto.
Los problemas de este sector le han explotado a Hollande en plena cara esta semana, con el anuncio del grupo automovilístico PSA Peugeot-Citroën de un plan de supresión de 8.000 empleos en Francia en los próximos dos años, con el cierre de la fábrica de Aulnay-sous-Bois, en la región de París. El presidente francés rechazó el planteamiento del grupo PSA. “Es un plan inaceptable en su estado actual y deberá ser renegociado”, afirmó Hollande, aparentemente dispuesto a plantear un pulso a Peugeot.
El presidente francés, decidido a marcar una neta diferencia con el periodo de Sarkozy, insistió ayer en su determinación de marcar un nuevo estilo y de “ejercer la función con sencillez, por más que no tenga nada de simple”. También se comprometió a mostrar una estricta “ejemplaridad” en la cúpula del Estado y a abordar un proceso de “moralización” de la vida política. En este sentido, anunció que ha encargado al ex primer ministro socialista Lionel Jospin la presidencia de una comisión para que haga un conjunto de propuestas en este terreno: desde la prohibición de la acumulación de mandatos electivos y un código ético para los cargos electos hasta el cambio de la financiación de los partidos políticos y las campañas electorales, pasando por una reforma del sistema electoral –actualmente mayoritario–, en el que se podría introducir una dosis de proporcionalidad en las legislativas.
Hollande, que por la tarde acudió a saludar a los cientos de personas que visitaban los jardines del Elíseo –excepcionalmente abiertos al público–, dijo no estar preocupado por la popularidad. “La popularidad no es un talento, es un mérito”, dijo, convencido de que la acabará mereciendo.
"Los asuntos privados deben resolverse en privado"
François Hollande no quiere volver a ver su vida privada –especialmente, las querellas de familia– expuesta a la luz pública y así lo ha hecho saber a toda su gente. “Los asuntos privados deben resolverse en privado, y le he dicho a los míos que acepten escrupulosamente este principio”, zanjó el presidente francés durante su entrevista televisiva del 14 de Julio, en alusión al affaire del tuit de su compañera, Valérie Trierweiler, contra su ex mujer, Ségolène Royal, y la respuesta airada de su hijo primogénito, Thomas Hollande. ante este ataque.
“Yo estoy por una clara distinción entre la vida pública y la vida privada. Y pienso que los franceses quieren que las cosas estén claras, que no haya ninguna interferencia”, razonó el presidente de la República, quien eludió enjuiciar la actitud de su familia y, aún más, emitir nada que pudiera parecerse a una amonestación.
Muy crítico con el exhibicionismo de su antecesor, Nicolas Sarkozy, el nuevo presidente francés ha sido muy cuidadoso en no caer en lo mismo. Pero no ha podido evitar que los miembros de su familia se enfrenten en público, hasta el punto a ensombrecer su imagen política y personal.
Todo empezó el 12 de junio cuando su compañera sentimental y primera dama de Francia, Valérie Trierweiler, lanzó un ataque en toda regla contra su ex mujer, la ex candidata socialista al Elíseo en 2007 Ségolène Royal, al apoyar en un escueto mensaje en Twetter al rival de ésta en las elecciones legislativas en plena campaña de la segunda vuelta. Esta intervención, que tenia muy poco de política y mucho de aversión personal, generó una viva controversia. Y fue muy mal recibida por los cuatro hijos de la ex pareja Hollande-Royal, toda vez que la madre –superando su rencor– había apoyado al padre en la campaña de las primarias del Patido Socialista.
El primogénito, Thomas Hollande, se despachó esta semana en el semanario Le Point, acusando a su madrastra de haber “destruido” con un tuit la imagen de “presidente normal” que su padre había trabajado tanto por construir. “Yo sabía que algo podría venir de ella algún día, pero no un golpe tan grande. ¡Es alucinante!”, declaró indignado.
El joven Hollande esperaba que su padre zanjara ayer en televisión esta cuestión y clarificara el papel oficial de Trierweiler, que a su juicio no debería compatibilizar su papel institucional con su actividad profesional como periodista. No es seguro que obtuviera plena satisfacción...
El presidente francés no sólo eludió enjuiciar la actitud de su compañera con el polémico tuit, sino que aceptó la ambigüedad de su situación. “Valérie quiere conservar su actividad profesional. Yo lo comprendo. A partir de aquí, ella estará presente a mi lado cuando el protocolo lo exija”, explicó François Hollande, sugiriendo que eso no será “tan frecuente”. En sus últimos actos interncionales –México, Reims, Londres–, Hollande ha optado por acudir solo.
Elogio de la selección española
Hollande enjuició críticamente la actitud de algunos jugadores de la selección francesa de fútbol en la Eurocopa –“No se trata de un problema de integración, sino de respeto”, dijo– y lo contrapuso al espítiru de “unidad” y al “trabajo colectivo” de la victorioso selección española.
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