“A Sarkozy ya no
le verás más”. François Hollande no pudo reprimir su tendencia natural a la
broma cuando un niño le interpeló días atrás en el Salón de la Agricultura y se
quejó de no haber podido ver nunca a su antecesor en el Elíseo. A Nicolas
Sarkozy no debió gustarle nada, pero nada, la guasa del presidente francés.
Hasta el punto de romper el silencio que guardaba desde su derrota electoral de
hace diez meses y proclamar su disposición a retomar las riendas de Francia,
naturalmente por el bien del país...
En unas declaraciones efectuadas al semanario Valeurs Actuelles, publicadas en el número que llega hoy
a los quioscos, el ex presidente francés se despoja poco a poco de la
ambigüedad que había mantenido hasta ahora sobre su eventual retorno a la
política activa. Tras hacerse el remolón y decir que “no tiene ganas” de
regresar a un mundo que le “aburre mortalmente”, Sarkozy muestra su
determinación de concurrir a las elecciones presidenciales del 2017 si el país
le necesita. “Llegará desgraciadamente un momento (en que la situación será tan
grave) que la pregunta ya no será si uno tiene ganas, sino si uno tiene
elección. (...) En ese caso tendría la obligación de ir. No por ganas. Por
deber. Únicamente porque se trata de Francia”, afirma.
Para que no quede ninguna duda, el panorama que pinta
Sarkozy no puede ser más desolador: “Habrá una crisis social, habrá una crisis
financiera de una rara violencia y esto acabará en disturbios políticos”,
asegura el ex presidente de la República, quien vaticina “acontecimientos
graves”. Ante un horizonte tan catastrófico, su mujer, Carla Bruni –opuesta a
volver a sumergirse en la tumultuosa vida política–, ya puede empezar a
prepararse. Y sus compañeros de filas también...
A priori, Sarkozy cuenta con una opinión pública enormemente
benevolente. Tanto más cuanto que la confianza en su sucesor, François
Hollande, aparentemente incapaz de frenar la crisis y el aumento del paro, ha
llegado a niveles bajísimos: con un 30% de popularidad, según un sondeo de TNS
Sofres –peor que ningún otro presidente desde François Mitterrand tras diez
meses de mandato, Sarkozy incluido– y un descontento que asciende al 68% de los
ciudadanos, según otra encuesta de BVA, el presidente francés engrandece
indirectamente la controvertida figura de su antecesor, a quien una mayoría de
franceses juzgan hoy más capaz.
Los electores de la derecha siguen pensando de forma
infatigable –como apunta aún otro estudio de opinión, de Ifop– que Sarkozy es
el mejor candidato posible para las elecciones al Elíseo del 2017 (un 56%), muy
por delante de su ex primer ministro, François Fillon (17%) y los demás.
La salida de Sarkozy fue acogida con críticas e ironía por
el Gobierno socialista, que no se abstuvo de atribuir a la política del ex presidente
todos los males actuales. “Sarkozy dejó una Francia con un crecimiento cero,
600.000 millones de euros de déficit de más y un millón de parados de
más”, subrayó el ministro de Economía, Pierre Moscovici.
Pero en el principal partido de la derecha, la Unión por un
Movimiento Popular (UMP), nadie –o casi nadie– se puso a tirar cohetes para
celebrar el retorno del salvador de la patria, si se exceptúan a los jóvenes
lobos sarkozystas de la Derecha Fuerte, la corriente más votada en el último
congreso del partido. El ex primer ministro Alain Juppé consideró “totalmente
prematuro” abrir este debate y consideró que “la prioridad es reconstruir el
proyecto político de la UMP”.
En la misma línea, aunque más tajante, se expresó François
Fillon, quien hace tan sólo una semana explicitó su ambición de presentarse a
las primarias para la elección del candidato al Elíseo en el 2017. “Hay que
repensar el proyecto político. No vamos a decir a los franceses que volvemos
con el mismo proyecto que nos hizo perder”, fulminó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario