martes, 19 de marzo de 2013

Hollande, peor que Sarkozy


François Hollande ya no sabe qué hacer para tratar de reconquistar la confianza de los franceses. Sólo así se entiende que el presidente de la República apadrinara ayer con gran pompa en el Elíseo la firma de un faraónico contrato privado entre dos sociedades mercantiles, Airbus y la compañía aérea indonesia Lion Air –para la compraventa de 234 aviones, algo nunca visto–, en el que el Gobierno no había intervenido para nada. ¡Las buenas noticias van tan escasas! Habituado a tener que lidiar con una cascada de cierres industriales y planes de reducción de plantilla, la marcha triunfal del campeón europeo –y francés– de la aeronáutica era demasiada tentación.

La semana pasada, el presidente francés protagonizó otro intento para tratar de volver a conectar con la ciudadanía. Inaugurando un nuevo modelo de desplazamiento por el territorio, Hollande pasó dos días consecutivos en Borgoña –en el departamento de Côte d’Or– para codearse con el pueblo y explicar directamente su política. Objeto de pitadas y de protestas, la operación de seducción acabó en fracaso.

Hollande sabía a ciencia cierta, cuando tomó posesión en el Elíseo el 15 de mayo del 2012 como presidente de la República, que no tenía por delante un camino de rosas, sino de espinas. Diez meses después, la realidad se ha revelado peor de lo que imaginaba. Más de dos terceras partes de los franceses se dicen descontentos con su gestión y el nivel de confianza en Hollande ha caído en una sima más profunda que la que engulló en su día a todos sus predecesores, incluido el aborrecido –y hoy llamativamente añorado– Nicolas Sarkozy. Nunca ha habido en la V República un presidente más impopular –entre el 30% y el 31% según diversos sondeos– a estas alturas de mandato. Su antecesor estaba en el 41%...

Naturalmente, la primera explicación hay que buscarla en la degradación de la situación económica. El crecimiento, que el presidente francés confiaba reencontrar en el 2013 –un modesto 0,8%, pero crecimiento al fin y al cabo–, no está ni se le espera. Y, como consecuencia, el resto de indicadores económicos no hacen más que deteriorarse: el paro crece de forma imparable –3,17 millones de desempleados (el 10,6%)– y se acerca peligrosamente al récord histórico alcanzado en 1997, mientras el déficit público, a pesar del esfuerzo fiscal impuesto este año a los franceses, se ha descontrolado de nuevo y acabará en el 2013 en torno al 3,7% del PIB, en lugar del 3% previsto. Lo cual exigirá aprobar nuevos ahorros y recortes... El Gobierno ya trabaja en ello.

Con este panorama, cualquier otro presidente, fuera del partido que fuera, se encontraría en dificultades. Pero en el caso de François Hollande se da otra circunstancia agravante. Decididamente socialdemócrata y reformista, determinado a introducir una gestión económica rigurosa –aún a costa de romper con algunos tabúes históricos de la izquierda francesa–, el presidente se ha ido enajenando en gran medida el apoyo de su propia base electoral y de las capas populares, que encuentran su política demasiado parecida a la de Sarkozy. El acuerdo para favorecer la competitividad de las empresas y la reforma del mercado de trabajo –dos proyectos emblemáticos pactados con los empresarios y una parte de los sindicatos– han escocido en ciertos sectores. Y ha generado ya los primeros movimientos de contestación social, organizados por la CGT y FO.

Resultado, si la confianza en el presidente francés ha caído globalmente ocho puntos entre febrero y marzo –del 39% al 31%, según el último sondeo de Opinion Way aparecido ayer–, el descalabro es más acusado todavía entre los votantes de izquierda (-13 puntos) y de centro (-12), mientras que entre los votantes de derecha es más moderado (-5)

Una señal de alarma, muy atentamente leída en el Elíseo, en Matignon y en la sede socialista de la calle Solférino, se ha disparado esta fin de semana. El domingo, en una elección parcial en una circunscripción del departamento del Oise (en la región de Picardía), la candidata socialista, Sylvie Houssin, quedó descabalgada de la primera vuelta. La abstención, elevadísima, castigó sobre todo al Partido Socialista, que perdió nueve puntos. El beneficiado fue el Frente Nacional... 


“No se case con Valérie, no nos gusta...”

Si la imagen de François Hollande entre los franceses se degrada a ojos vista, el presidente francés no puede confiar en este caso con la ayuda de su compañera, Valérie Trierweiler, de quien sólo un 29% de los ciudadanos tiene una buena opinión. Hace una semana, en Dijon, una mujer madura se acercó al presidente y le espetó: “No se case con Valérie. No nos gusta en Francia. No nos gusta. Voilà!”. Hollande, que en un primer momento pareció dispuesto a dialogar con su interlocutora, optó por marcharse en cuanto vió el tenor de la conversación.





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