No habrá un
segundo Chipre, no debe haberlo. España y Francia están completamente de
acuerdo a este respecto, así como en el principio “irrevocable” de que la Unión
Europea, a través de la futura unión bancaria, debe garantizar los depósitos
bancarios de los ciudadanos. En este sentido, el acuerdo alcanzado en el seno
de la zona euro para el rescate del sistema bancario chipriota debe considerarse
un caso “único”, “extraordinario” y “excepcional”, en suma, irrepetible. Así lo
subrayaron ayer en París el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y
el presidente de la República francesa, François Hollande, que enmendaron la
plana al bisoño presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem,
quien la víspera había sugerido –según él, por un deficiente dominio del
inglés– todo lo contrario. Rajoy y Hollande se reunieron en el Elíseo por
espacio de una hora, antes de deplazarse juntos hasta el Stade de France para
asistir al encuentro de clasificación para el Mundial de fútbol entre Francia y
España.
Rajoy y Hollande, como no hace tanto tiempo Zapatero y
Sarkozy –y sus antecesores–, demostraron una vez más que entre Madrid y París
la sintonía en los asuntos europeos tiene cimientos muy sólidos y trasciende
las diferencias políticas e ideológicas de los gobiernos respectivos.
Los presidentes español y francés empezaron por remarcar que
la crisis de Chipre, propiciada por un sistema bancario hipertrofiado y que ha
actuado como paraíso fiscal –preferentemente para las grandes fortunas rusas–,
no hubiera sucedido si la unión bancaria europea, que acordó crearse en la
cumbre de la UE de junio del 2012, fuera ya una realidad. Constatación que
llevaba implícita una crítica a la canciller alemana, Angela Merkel, que es
quien ha retrasado su implantación.
Mariano Rajoy consideró que el acuerdo finalmente alcanzado
para el rescate del sistema bancario de Chipre es bueno, en la medida en que
salva los depósitos inferiores a 100.000 euros. “El problema del sistema
bancario chipriota es distinto al del resto de países de la UE. Por eso la
decisión adoptada es extraordinaria y única, sólo aplicable a Chipre”, remarcó
Rajoy, quien amonestó implícitamente al presidente del Eurogrupo por sus
afirmaciones: “Es muy importante, a la hora de hacer declaraciones, ser
prudente, preciso, mesurado y atenerse a los acuerdos adoptados”, dijo.
Cualquier otra crisis bancaria que pueda producirse en el
futuro, añadió, deberá resolverse a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad
(MEE) y por ninguna otra vía. “España siempre estará en contra de utilizar los
depósitos de la gente”, añadió.
En la misma línea, François Hollande consideró que la
garantía de los depósitos bancarios debe ser un “principio absoluto e
irrevocable” de la futura unión bancaria europea. “Se trata
de un principio que debe ser respetado, porque da confianza”, afirmó el
presidente francés, quien al igual que el mandatario español añadió que el MEE
debe ser el vehículo de resolución de eventuales crisis bancarias en el futuro.
El tratamiento dado a Chipre es “excepcional, específico, único”. Más sintonía,
imposible.
Tanto Rajoy como Hollande expresaron su interés común en que
el próximo Consejo Europeo previsto el mes de junio dé finalmente carta de
naturaleza a la unión bancaria y no haya nuevas dilaciones. “España está por
una auténtica unión fiscal, económica y política, por una mayor integración
europea”, remachó el español, mientras el francés –acomplejado todavía por el
fracaso del referéndum de la Constitucion europea en el 2005– miraba al
tendido.
Tanto Hollande como Rajoy, obligados ambos a lidiar con
malas noticias en el terreno del empleo –las previsiones del Banco de España
vaticinan un paro del 27,1% este año, mientras que en Francia está rozando un
récord histórico con 3,18 millones de personas sin trabajo (más del 10%)–,
insistieron asimismo en la necesidad de que Europa tome medidas para fomentar
la actividad. El presidente francés, que hasta ahora ha escapado a la política
de austeridad. fue quien más puso el acento en la necesidad de encontrar un
“equilibrio” entre la reducción del déficit y el fomento del crecimiento.
Los presidentes español y francés sólo discreparon en un
asunto, uno solo: el pronóstico deseado para el partido de fútbol entre Francia
y España. Hollande, en un falso gesto de equidad, abogó por un empate
–claramente beneficioso para Francia, que antes de empezar avetajaba a España
por dos puntos en la clasificación–. Rajoy apostó por la victoria española, el
único resultado positivo para la selección de Del Bosque. “Con esta
constatación de desacuerdo les vamos a dejar”, se despidió sonriente el
presidente francés.
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