Nicolas Sarkozy
salió la noche del jueves del palacio de Justicia de Burdeos completamente
sonado. El ex presidente francés no esperaba de ninguna manera resultar
imputado en el caso Bettencourt y menos aún inculpado por un delito tan poco
honorable como el de abusar de la debilidad mental de una anciana
multimillonaria –Liliane Bettencourt, heredera del imperio L’Oréal– para
sacarle el dinero y financiar la campaña de las elecciones presidenciales del
2007. La decisión del juez instructor del caso, Jean-Michel Gentil, puede
acabar teniendo importantes repercusiones políticas, pues podría abortar la
operación retorno de Sarkozy cara a las elecciones presidenciales del 2017, una
idea que el propio interesado acarició públicamente hace quince días.
La sospecha que pesa sobre Sarkozy y algunos de sus
colaboradores –particularmente el ex ministro Eric Woerth, tesorero de la
campaña del 2007 y estrechamente vinculado al ex administrador de Bettencourt,
Patrice de Maistre– es la de haber aprovechado el estado de la heredera de
L’Oréal, aquejada desde el 2006 de una forma de Alzheimer, para obtener fondos
para financiar la campaña electoral. Una idea que avalan varios de los antiguos
empleados de Bettencourt y que sugieren ciertas coincidenciasa entre retiradas
de dinero en Suiza y reuniones en el domicilio de Bettencourt. Sarkozy sostiene
que sólo estuvo una vez en la casa en esa época, el 24 de febrero, pero su
versión es contestada. Ante la imposibilidad de atacarle por financiación
ilegal, delito que prescribe a los tres años, el juez ha optado por el de
“abuso de debilidad”.
El magistrado instructor, con fama de determinado e
incorruptible –además de extremadamente severo–, podría cerrar en las próximas
semanas el sumario y decidir cuántas de las 17 personas que están imputadas
–entre ellas, Woerth y De Maistre– son enviados a juicio. Si Sarkozy tuviera
que sentarse en el banquillo de los acusados sus posibilidades de resurrección
política quedarían probablemente truncadas. En caso contrario el caso podría
actuar, a la inversa, como acicate.
Sarkozy recibió la decisión del juez como un mazazo y
consideró haber recibido un “tratamiento escandaloso”, según afirmó en la radio
su abogado, Thierry Herzog, quien anunció la presentación de un recurso de
nulidad.
En el campo de la derecha, las reacciones fueron enormememte
agresivas –desaforadas, incluso– pero en ningún caso improvisadas. Cada cual
con un acento diferente, los dirigentes de la UMP salieron a cuestionar la
independencia del juez, criticar su “encarnizamiento” y en algunos casos
esgrimir teorías conspirativas. El presidente interino del partido,
Jean-François Copé –que ex presó su “incomprensión”– fue llamativamente de los
más contenidos, mientras el ex primer ministro François Fillon habló de una
decisión “injusta y extravagante”, y el ex consejero de Sarkozy Henri Guaino
acusó al juez de haber “deshonrado a la justicia”.
Las asociaciones de magistrados protestaron por los ataques
de la derecha y uno de ellos, Christophe Régnard –presidente de la Unión
Sindical de Magistrados–, pidió a la ministra de Justicia, Christiane Taubira,
actuar penalmente contra Guaino.
De Nanterre a Burdeos
El caso Bettencourt empezó como una querella familiar. Fue
la hija de Liliane Bettencourt, de 90 años, Françoise Bettencourt-Meyers, quien
acudió a la justicia ante al sospecha que un amigo de su madre, el fotógrafo
François-Marie Banier, se estaba aprovechando de la anciana para sacarle el
dinero. El caso dio un vuelco cuando se conoció el contenido de unas
grabaciones hechas clandestinamente por el mayordomo, que pusieron en evidencia
el papel del administrador, Patrice de Maistre, y del ministro Eric Woerth, e
introdujo un sesgo político que amenazaba con salpicar a Sarkozy. La
instrucción fue muy agitada, con un duro enfrentamiento entre la juez de
Nanterre Isabelle Prévost-Desprez y el fiscal Philippe Courroye, amigo personal
del ex presidente. Por este motivo el Tribunal de Casación decidió trasladar el
caso a Burdeos.
Otras amenazas judiciales
Imputado en el
caso Bettencourt, por un presunto delito de “abuso de debilidad”, los problemas
de Nicolas Sarkozy con la justicia podrían no acabar aquí. En estos momentos,
hay otros cuatro casos judiciales abiertos en los que el ex presidente francés
podría verse salpicado personalmente.
Una de las investigaciones que podrían llegar hasta la
figura de Sarkozy es la que atañe al caso Adidas-Tapie, que pretende establecer
si en la elevada indemnización concedida en el 2008 al empresario Bernard Tapie
por la fraudulenta venta de Adidas por el Crédit Lyonnais en 1993 –en la que el
Estado es responsable subsidiario– hubo trato de favor. La justicia investiga
el papel de Christine Lagarde, ex ministra de Economía y actual directora del
Fondo Monetario Internacional (FMI), y se pregunta si actuó por propia
iniciativa o siguiendo instrucciones del Elíseo, toda vez que Sarkozy se vio
con Tapie hasta 18 veces entre 2007 y 2010.
Otro juez investiga, por su parte, las presuntas
irregularidades cometidas en la adjudicación de diversos contratos para
realizar sondeos de opinión por parte del Elíseo, particularmente los que
atañen al consejero personal de Sarkozy Patrick Buisson, que habría resultado
beneficiado. En este caso, en la medida en que el expresidente francés estaría
amparado por la impunidad legal de que goza el jefe del Estado en el ejercicio
de sus funciones, se salvaría. Pero no así algunos de sus más estrechos
colaboradores.
El tercer caso, al igual que el asunto Bettencourt, atañe a
la financiación de la campaña electoral del 2007. Otro juez investiga si
Sarkozy se benefició de una aportación económicadel desaparecido líder libio
Muamar el Gadafi, como así han sostenido sucesivamente el hijo del coronel,
Saif Al Islam, el exprimer ministro libio Al Baghdadi Al Mahmudi y el
intermediario en operaciones de compra-venta de armamento Ziad Takieddine.
Finalmente, el cuarto asunto es el llamado caso Karachi,
abierto por un atentado contra ingenieros franceses en la ciudad pakistaní y
que ha conducido a descubrir el pago de comisiones y retrocomisiones fraudulentas
en la venta de submarinos franceses a Pakistán en los años noventa. Los jueces
sospechan que una parte de las comisiones pagadas a intermediarios y
responsables pakistaníes regresaron a Francia y sirvieron para financiar la
campaña del entonces primer ministro Édouard Balladur en las elecciones al
Elíseo de 1995. Nicolas Sarkozy era en la época el ministro del Presupuesto y
portavoz de la campaña... Dos de sus amigos han sido imputados por este caso,
pero hasta el momento nada inculpa al ex presidente.
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