Toque de
atención de François Hollande a Angela Merkel. La política de austeridad, que
Alemania ha impuesto hasta a ahora con mano de hierro al conjunto de la Unión
Europea, no sólo conduce a la recesión económica, sino a algo mucho peor. “La austeridad
condena a Europa a la explosión”, alertó el jueves por la noche el presidente
francés durante una entrevista en el canal público de televisión France 2.
“En Europa estamos asistiendo al aumento de los populismos,
de los movimientos extremistas y neonazis, de los egoísmos nacionales”,
advirtió Hollande, quien subrayó que prolongar la política de austeridad
–criticada ya por otra parte por el FMI y la OCDE– no sólo impedirá reducir los
déficit, sino que conducirá a acrecentar la impopularidad de los gobiernos y
ponerlos a merced de los movimientos populistas. Como sucede, subrayó, en
Italia.
Francia no seguirá ese camino, aseguró el presidente de la
República, que presentó la incapacidad de alcanzar el objetivo de reducción del
déficit público al 3% este año –acabará, yendo bien, en el 3,7%– como el fruto
de una decisión plenamente consciente. “Si forzáramos el ritmo, romperíamos la
esperanza de reencontrar el crecimiento”, aseguró.
Hollande fijó el horizonte de la recuperación económica y la
inversión de la curva del paro –que no cesa de crecer y afecta ya a cerca de
3,2 millones de persomas (por encima del 10%)– a finales de este año, por más
que las previsiones de la Unión Europea no comparten tal optimismo. “No se
trata de un deseo ni de un pronóstico, sino de un compromiso, de una batalla”,
afirmó.
Hollande habló con convicción, pero... ¿convenció? No parece
probable que quienes le escucharon meses atrás diciendo que la crisis había
quedado ya atrás encuentren elementos para creerle ahora. Sobre todo después de
que el presidente reconociera haberse equivocado: “Éramos conscientes de la
gravedad de la crisis, pero no anticipamos que iba a durar más de lo previsto”,
dijo. Hollande argumentó que el Gobierno ha tomado ya todas las medidas
necesarias –empleos de futuro, contrato de generación, pacto de competitividad,
reforma laboral, banco público de inversiones...– para relanzar la actividad.
“Tenemos todas las herramientas, ahora han de ser utilizadas plenamente”, dijo.
Eso es todo.
Durante algo más de una hora, Hollande trató de devolver la
confianza a los franceses y reconquistar a la opinión pública, pero no desveló
grandes cosas sobre sus planes inmediatos. Prometió no aumentar más los
impuestos por encima de lo ya previsto y avanzó que habrá que adoptar medidas
de ahorro. ¿Cuáles? No lo avanzó, salvo para asegurar que el presupuesto de
Defensa se mantendrá –Mali obliga– al mismo nivel que hasta ahora. Vagamente,
aludió a una reforma de las pensiones y cambios en el sistema de ayudas a las
familias... ¿Para no asustar? Probablemente. “No se trata de prometer sangre,
sudor y lágrimas, sino de devolver la esperanza”, dijo. Otra cosa es que lo
consiguiera.
En diez meses de mandato, Hollande ha batido todos los
récords de impopularidad de todos los presidentes de la V República, incluyendo
al aborrecido Nicolas Sarkozy. Anoche necesitaba frenar esta deriva. El martes,
el presidente francés no se atrevió a vaticinar una victoria de Francia frente
a España en el partido de clasificación para el Mundial de fútbol y se
conformó, modestamente, con un empate. Anoche pareció salir con el mismo
objetivo. El tiempo dirá si no abandonó el campo como Didier Deschamps.
Derrotado y cabizbajo.
Amenazas de muerte al juez que inculpó a Sarkozy
De las críticas
y los insultos se ha pasado a las amenazas de muerte. El juez de Burdeos que
hace una semana se atrevió a inculpar al ex presidente francés, Nicolas
Sarkozy, en el caso Bettencourt, Jean-Michel Gentil, recibió el miércoles en el
juzgado una carta anónima, acompañada por varios cartuchos de fogueo de arma de
guerra, en la que se le amenaza de muerte, a él y a sus allegados, por su
presunto posicionamiento político de izquierdas. La carta, firmada por un
desconocido grupo que se hace llamar Interacción de las Fuerzas del Orden (IFO)
y utiliza un lenguaje propio de la extrema derecha, incluye asimismo amenazas
contra dos juezas colaboradoras de Gentil. Dos conocidos periodistas,
Jean-Pierre Elkabbach (Europe 1) y Michaël Darmon (i-Télé) –que comparten un
programa político semanal en televisión– han recibido cartas similares del
mismo grupo, pero remitidas antes de la imputación de Sarkozy.
“Usted ha franqueado lo irreparable, condicionado por su
ideología, heredada del Terror y de la privación de las Libertades”, escribe el
anónimo, que adscribe al juez Gentil –erróneamente– en el Sindicato de la
Magistratura, “grupúsculo de jueces rojos, revolucionarios,
socioalo-soviéticos, totalitarios, rabiosos y comprometidos políticamente”.
Tras constatar que el magistrado está “bien protegido”, el anónimo amenaza con
atacar a uno de sus allegados: “Ese pagará con su vida su voluntad discrecional
de desestabilización del país”.
La amenaza ha sido tomada muy en serio por las autoridades,
que han confiado la investigación a la policía antiterrorista. En marzo del
2009 Sarkozy, entonces presidente, y varios ministros y cargos de la UMP,
recibieron también cartas amenazadoras con balas. Hubo varios detenidos, pero
quedaron en libertad.
En el caso de las amenazas al juz Gentil, duramente atacado
estos días por la derecha, no puede descartarse un vínculo directo con la
imputación de Sarkozy por “abuso de debilidad”. El Sindicato de la Magistratura
relacionó en un comunicado las declaraciones “indignadas e incluso injuriosas”
y este “insoportable desencadenamiento de odio”.