miércoles, 13 de febrero de 2013

Revolución gay en Francia

Francia se ha incorporado al reducido club de países –apenas una docena en todo el mundo– que reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo. El proyecto de ley para autorizar las bodas gay, una de las promesas electorales de mayor calado simbólico de François Hollande, fue aprobado ayer por la Asamblea Nacional por una mayoría clara de 329 contra 229 votos, después de un largo, apasionado y a veces bronco debate parlamentario que ha durado diez días –incluyendo alguna noche en blanco– y con el telón de fondo de masivas protestas en la calle, donde los adversarios de la reforma han reunido a cientos de miles de personas. La ley será examinada ahora por el Senado, donde –pese a las intenciones de la derecha– es muy difícil que sea rechazada.

El proyecto del Gobierno socialista, bautizado como el del “matrimonio para todos” –para subrayar que de lo que se trataba era de reconocer a todos los ciudadanos los mismos derechos–, ha dividido en dos a la sociedad francesa. Los oponentes, respaldados por la Iglesia católica y otras confesiones religiosas, han expresado su rechazo al cambio esencial de la naturaleza del matrimonio y lo que ello comporta en términos de filiación. El hecho de que la ley reconozca a los homosexuales en pie de igualdad el derecho a la adopción –de niños que pasarán a tener dos progenitores del mismo sexo legalmente reconocidos como tales– se ha colocado en el centro del debate. Y en su estela, pese a no estar incluido en el proyecto de ley, la posibilidad de que se les pueda reconocer el derecho a programas de gestación asistida y –más allá– la autorización de madres de alquiler.

El Palacio Bourbon, sede de la cámara baja, respiraba ayer el ambiente de las jornadas históricas. A la mente de muchos diputados venían las imágenes de la abolición de la pena de muerte, en 1981, y sobre todo de la despenalización del aborto, en 1975, cuyos debates fueron de un gran dramatismo. Si entonces brilló la figura de Simone Veil, que afrontó con gran coraje y entereza los peores y más bajos ataques, esta vez ha sido la ministra de Justicia, Christiane Taubira, quien ha acabado por impresionar a toda la cámatra por su determinación, su solidez y su brillante oratoria.

La aprobación del matrimonio homosexual, en la que el presidente Hollande había empeñado su palabra, no se enfrentaba a la Asamblea Nacional a ningún riesgo, habida cuenta de la amplia mayoría con que cuenta el Partido Socialista, y más allá, la izquierda. Pero el resultado de la votación –329 a favor por 229 en contra , con diez abstenciones y nueve ausencias– no refleja exactamente la correlación de fuerzas en la cámara baja. Cuatro diputados de la izquierda votaron en contra del proyecto gubernamental, mientras que destacados parlamentarios centristas –como el ex ministro Jean-Louis Borloo, aunque se equivocó de botón– y alguno de la UMP –como Benoît Apparu– votaron a favor. Los ex ministros Bruno Le Maire y Nathalie Kosciusko-Morizet optaron por una neutra abstención.

Christiane Taubira, que en su parlamento final citó al poeta Antonio Machado y al filósofo Emmanuel Levinas, puso fin a los debates con un toque lírico. Tras agradecer a los diputados de la oposición su trabajo, les dijo: “Quedarán siempre muchas mujeres para mirarles, señores, para observarles, para tratar de percibir detrás de sus caparazones la ternura que a veces les habita”.



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