Francia acabó el
año 2012 con mal pié y ha empezado el 2013 de la misma forma. Las previsiones
de crecimiento económico y de reducción del déficit previstas por el Gobierno
en sus presupuestos no se podrán cumplir. Y así lo ha reconocido el propio
presidente francés, François Hollande. La única duda es en qué medida. Pero
todo indica que Francia camina en dirección a la recesión.
El primer jarro de agua fría cayó la semana pasada, cuando
el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) revisó a la
baja el resultado del cuatro trimestre del 2012 y situó el crecimiento del PIB
en el -0,3%, lo que arrastró el global del año al 0%, encefalograma plano. El
dato hizo explotar de golpe todas las previsiones para este año, que el
Gobierno había fijado de forma optimista –calificada de irreal por algunos
economistas– en un crecimiento del 0,8%.
La corrección amenaza con ser abultada. La Comisión Europea,
según avanzó ayer Le Point, ha revisado sus previsiones
a la baja y ahora vaticina para Francia un crecimiento del 0,1%. El Gobierno
francés no ha dicho aún esta boca es mía y el primer ministro, Jean-Marc
Ayrault, insistió en que el Ejecutivo procederá a la revisión de sus propias
previsiones en el mes de abril. El titular de la cartera de Asuntos Exteriores,
Laurent Fabius, sin embargo, cometió una indiscreción en una entrevista
radiofónica y vaticinó que la nueva previsión sería del 0,2% o 0,3%.
Tanto en un caso como en el otro, la caída de la actividad
económica dejará asimismo caducas las previsiones de reducción del déficit
público al 3% del PIB, de cuyo cumplimiento François Hollande había hecho una
prueba de credibilidad internacional, casi una cuestión de honor. El presidente
también ha tenido que admitir que este objetivo no será alcanzado. ¿Hasta dónde
se irá el déficit? El Gobierno se contenta con reafirmar su intención de llegar
al equilibrio de las cuentas públicas –cero déficit– en el 2017, pero no ha
fijado aún oficialmente su nuevo horizonte, a falta de llegar a un acuerdo cob
Bruselas. La Comisión piensa en el 3,6%.
En este contexto, François Hollande insistió ayer en que
intentará acercarse “lo más posible” al objetivo del 3%, pero sin introducir
recortes presupuestarios adicionales que ahoguen la ya de por sí débil
actividad económica y “agraven las condiciones de vida” de los ciudadanos. “No
se trata de añadir medidas a más medidas, porque no queremos caer en la austeridad”,
afirmó el presidente francés, quien reivindica la necesidad de mantener un
mínimo margen de maniobra presupuestaria para apoyar el crecimiento.
Hollande apostó por “preservar las capacidades de inversión”
de las administraciones locales, que asumen las tres cuartas partes de la
inversión pública. Con este fin, el Gobierno prestará en los próximos cinco
años 20.000 millones de euros a bajo interés para que las colectividades
locales y los hospitales puedan invertir. Los capítulos prioritarios son las infraestructuras
de transporte, las comunicaciones, el agua, el saneamiento, el tratamiento de
residuos y la renovación térmica.
Recortes, sin embargo, habrá. Y eso ha empezado a provocar
tensiones internas en el Gobierno. Una idea puesta ya sobre la mesa es revisar
la sacrosanta política de ayudas familiares, introduciendo criterios de renta.
Pérdida histórica de 6.470 millones en Crédit
Agricole
Los directivos de Crédit Agricole, el tercer banco de
Francia por capitalización, ya lo habían advertido hace un par de semanas: el
ejercicio del 2012 iba a ser catastrófico, con pérdidas jamás vistas antes en
la historia de la entidad. La realidad, dada a conocer ayer, fue aún peor de la
que esperaban los observadores y analistas. El grupo Crédit Agricole SA (CASA) cerró
el año con unas pérdidas de 6.470 millones de euros, debido fundamentalmente a
la venta de su filial griega Emporiki, la depreciación de otros activos y las
provisiones para riesgos de crédito. El año 2011 la entidad ya cerró –por
primera vez– con pérdidas, pero fueron cuatro veces menores que las del año
pasado. En esta ocasión, el beneficio de la banca de detalle –1.700 millones–
no ha logrado compensar las pérdidas en el resto de las áreas de negocio.
“Hemos pasado una página, hemos transformado profundamente nuestro grupo”,
señaló el director general, Jean-Paul Chifflet, quien sostuvo que el banco
partirá ahora con bases nuevas. De momento, y a la espera del plan estratégico
que está previsto aprobar en otoño, el grupo se proponer reducir sus gastos en
650 millones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario