El equilibrio de
fuerzas ha cambiado. Los grupos armados islamistas ya no son los señores del
norte de Mali, sino una fuerza disminuida y acorralada en el macizo de los
Ifoghas, al norte de a ciudad de Kidal, cerca de la frontera con Argelia.
Francia no le observa ya impotente desde Europa, sino que está a sus puertas.
El bombardeo aéreo sistemático de algunas posiciones
islamistas en las montañas llevado a cabo por Francia estos últimos días y el
envío de los 600 soldados franceses que estaban en Tombuctú en dirección a
Kidal –donde ya se han desplegado 1.800 soldados chadianos– han redoblado la
presión sobre los yihadistas. Y abierto una puerta a la liberación de los siete
rehenes franceses retenidos por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y el Movimiento
por la Unicidad y la Yihad en África del Oeste (Muyao) desde el 2010, el 2011 y
el 2012.
“Estamos muy cerca”, subrayó el presidente francés, François
Hollande, el sábado pasado en la capital maliense, Bamako, desde donde instó a
los grupos terroristas a liberar a los rehenes sin condiciones. Y sonó a
amenaza.
Si París opta por una negociación aprovechando su actual
posición de fuerza –posibilidad por la que apuestan algunos expertos en la
materia, pero que contradiría las declaraciones públicas del presidente de la
República–, o si se arriesga a lanzar una operación de rescate –que podría
acabar tan mal como la desencadenada en Somalia el pasado 11 de enero–,
dependerá mucho de las condiciones que puedan crearse. Será más una cuestión de
oportunidad que de principios.
El general nigeriano Shehu Abdulkadir, comandante en jefe de
la Misión Internacional de Apoyo a Mali (MISMA) –la fuerza militar africana
creada de acuerdo con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU–, ha
señalado que tropas francesas y malienses preparan una operación de comando
para rescatar a los rehenes, retenidos presuntamente en las montañas. Un
antiguo jefe del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional (GIGN)
señalaba ayer que la situación actual en el norte de Mali hace más propicia una
operación de este tipo que en Somalia cuatro semanas atrás. En este caso, el
intento de rescate de un agente del contraespionaje francés acabó con la muerte
del rehén y de dos miembros de las fuerzas especiales que participaron en el
asalto.
Los familiares de los siete secuestrados, temiéndose lo
peor, clamaron ayer por explorar la vía de la negociación y evitar una solución
por la fuerza. “Una intervención militar sería muy arriesgada para la vida de
los rehenes”, remarcó en declaraciones al canal de televisión BFMTV el abuelo
de uno de ellos, René Robert,
En este asunto Francia ha logrado, en el norte de Mali, la
complicidad interesada de dos fuerzas de los rebeldes tuareg, el Movimiento
Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) y el Movimiento Islámico del Azawad
(MIA) –enfrentados ahora a los islamistas–, que habían reclamado que el
ejército maliense no entrara en Kidal, ni tampoco ningún ejército africano
encuadrado en la MISMA. Así ha sido, hasta ahora. El contingente militar de 1.800
soldados enviados por Chad, país que no es vecino de Mali, actúa fuera de ese
marco.
Según un diputado maliense, los tuaregs del macizo de los
Infoghas habrían contactado ya con los secuestradores, quienes habrían mostrado
una “buena disposición” a tratar sobre las condiciones de liberación de los
rehenes. Paralelamente, el MNLA tiene en sus manos a dos dirigentes islamistas,
entre ellos uno del Muyao, Oumeini Ould Bab Ajmed, y el número tres del grupo
islamista tuareg Ansar al Din, Mohamed Ag Mohamed, y tiene la intención de
utilizarlos como baza. “El MNLA –dijo un portavoz– transmitirá a las fuerzas
francesas las informaciones recogidas en los
interrogatorios”.
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