Por primera vez
después de quince días de guerra abierta en el seno de la derecha francesa,
Jean-François Copé y François Fillon, quienes se disputan la presidencia de la
Unión por un Movimiento Popular (UMP), se sentaron ayer a la misma mesa para
tratar de buscar una salida a la crisis. Cara a cara, sin intermediarios. Para
llegar finalmente a la conclusión obvia de que hacía falta una negociación
directa entre ambos, ha tenido que intervenir el ex presidente francés y ex
líder del partido, Nicolas Sarkozy, quien les impuso un ultimátum –que vence
hoy– para llegar a un acuerdo, bajo la amenaza de descalificarles públicamente
a los dos.
Si la negociación ha sido finalmente posible es porque
Jean-François Copé –elegido formalmente presidente de la UMP el día 18, en una
votación cuya limpieza el campo de Fillon contesta– ha aceptado la necesidad de
repetir la elección, plagada de irregularidades, como única vía para superar la
crisis y evitar la escisión del partido. Toda la cuestión ahora es decidir
cúando.
El planteamiento de partida de Copé ha sido proponer la
celebración de esta nueva votación en el 2014, después de las elecciones
municipales previstas para el año que viene. Una intención absolutamente
inaceptable para Fillon.
Copé y Fillon se reunieron una primera vez, cerca del
mediodía, durante una hora en la Asamblea Nacional. Y volvieron a encontrarse
en la cámara baja a última hora de la tarde durante 45 minutos más. El mano a
mano proseguirá hoy, según confirmó uno de los lugartenientes del ex primer
ministro, Jérôme Chartier, quien –sin dar ninguna pista– se mostró optimista
sobre una próxima resolución de la crisis. “Puede aproximarse el fin de la
tormenta”, dijo al respecto.
Mientras dure la negociación, François Fillon mantiene como
instrumento de presión un grupo sedicioso en el Parlamento (Reagrupamiento-UMP)
integrado por 70 diputados afines, Algo que Copé ha calificado de “aventura
mortífera”, por cuanto es la antesala de la ruptura. Hoy se dará la
circunstancia de que los dos contendientes acudirán, cada uno al frente de sus
huestes, a la reunión de la conferencia de presidentes de los grupos
parlamentarios de la Asamblea. Fillon insiste en que su grupo será
automáticamente disuelto cuando se llegue a un acuerdo sobre la convocatoria de
una nueva elección.
La conclusión de un eventual acuerdo entre ambos campos
podría formalizarse de forma solemne, según apuntó Le
Point, en una reunión con la participación de Sarkozy. Un extremo
que podría acarrearle problemas colaterales al ex presidente francés. Su activa
intervención en la crisis de su partido, en efecto, ha empezado a atraer la
atención del Partido Socialista, que la considera incompatible con el deber de
reserva que le impone su condición de miembro activo del Consejo Constitucional.
Dos parlamentarios socialistas han apelado a los presidentes de las dos cámaras
del Parlamento –la Asamblea Nacional y el Senado– para que a su vez planteen
esta cuestión al presidente del Consejo Constitucional, Jean-Louis Debré. Los
dos parlamentarios argumentan que la intervención de Sarkozy en la crisis de la
UMP, aún sin hacer declaraciones públicas, vulnera su obligación de abstenerse
de todo aquello que pueda comprometer su independencia.
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