Francia ha
aceptado refrenar sus ardores guerreros y explorar la vía de la negociación en
la crisis de Mali, tal como Argelia –apoyada en este terreno por Estados
Unidos– planteaba. La visita de Estado del presidente francés, François
Hollande, a Argelia ha servido en este sentido para alumbrar una nueva
“convergencia” de planteamientos con el presidente argelino, Abdelaziz
Buteflika. Hasta ahora, París propugnaba una intervención militar rápida para
ayudar a Bamako a recuperar el control del norte del país, ahora en manos de
las milicias de Al Qaeda del Magerb Islámico (Aqmi). Para París es esencial, y
urgente, evitar que el norte de Mali se convierta en un nuevo Afganistán.
“La situación en el norte de Mali es gravísima. La presencia
de grupos terroristas fuertemente armados y con mucho dinero –fruto de la toma
de rehenes y de la droga– representa una amenaza para África y para la
seguridad de Europa”, valoraba recientemente el ministro francés de Exteriores,
Laurent Fabius.
El Consejo de Seguridad de la ONU se disponía la pasada
madrugada a votar un proyecto de resolución, presentado por Francia, para
autorizar una intervención militar internacional en apoyo del Gobierno
maliense. El objetivo es desplegar una fuerza de 3.300 soldados de varios
países africanos, con apoyo logístico occidental, para reforzar a las tropas
gubernamentales y expulsar a los terroristas del norte.
Hasta ahora, tal iniciativa había sido vista con reticencia
por Estados Unidos, Argelia y Mauritania, además de por el propio secretario
general de Naciones unidas, Ban Ki-Moon. Sin embargo, según fuentes
diplomáticas citadas por la agencia Reuters, Washington habría cerrado un
compromiso con París, lo que permitiría la aprobación de la resolución por
unanimidad. El nuevo texto no fijaría, al parecer, un calendario preciso para
la intervención militar –que en cualquier caso se retrasaría hasta el segundo
semestre del 2013– y animaría al Gobierno de Bamako a abrir negociaciones con
los grupos rebeldes tuaregs aliados con Al Qaeda, algunos de los cuales han
empezado a marcar distancias con los terroristas.
La vía del diálogo es la que siempre ha propugnado Argelia,
que mantiene desde hace tiempo relaciones con los rebeldes del norte de Mali,
en particular con el grupo denominado Ansar Dine, un organización islamista
separatista dirigida por Iyad Ag Ghali, antiguo líder de la rebelión tuareg de
los años noventa. Aliado inicialmente a Aqmi, parecería que ahora ha empezado a
marcar distancias y estaría dispuesto a negociar con las autoridades malienses.
Lo mismo que el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), cuyos
representantes mantuvieron el pasado 4 de diciembre un primer encuentro con una
delegación gubernamental para abordar la resolución del conflicto.
En el proceso que se abre ahora tendrá un papel fundamental
el nuevo enviado especial de la ONU para la zona del Sahel, Romano Prodi, quien
desde su nombramiento el pasado mes de octubre ha apostado por agotar todas las
vías para evitar la guerra. En opinión de Prodi, es imposible llevar a cabo una
intervención militar antes del mes de septiembre del 2013.
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