Veintinueve días
después del estallido de la crisis, las dos facciones enfrentadas de la derecha
francesa acordaron ayer finalmente una tregua –armada– para poner fin al
proceso de descomposición que afecta a la Unión por un Movimiento Popular
(UMP), fracturada política e ideológicamente en dos bloques, desde las
contestadas elecciones internas del pasado 18 de noviembre para elegir a su
presidente.
La solución a la crisis –que no el final de la guerra–
pasará por una nueva votación, en septiembre del 2013, para elegir al nuevo
presidente del partido. Hasta entonces, Jean-François Copé, oficialmente
proclamado vencedor de las elecciones internas –lo cual es contestado por su
rival, el ex primer ministro François Fillon, que denunció numerosas
irregularidades–, seguirá en el cargo, aunque controlado por una dirección
“paritaria”, y se situará “en reserva” durante la campaña. A cambio del
compromiso de una nueva votación relativamente cercana y una reforma de los
estatutos internos para evitar las disfunciones detectadas en la anterior
votación, Fillon se compromete a disolver el grupo disidente
–Reagrupamiento-UMP– que había constituido en la Asamblea Nacional con una
setentena de fieles, lo que se producirá en enero. Los dos grupos de la
derecha, que se disponían hoy a votar en referéndum interno sobre una salida a
la crisis –en claro desafío a la dirección del partido–, se reunirán igualmente
juntos, pero para validar el acuerdo.
La determinación de la fecha de las nuevas elecciones a la
presidencia de la UMP ha costado media docena de reuniones cara a cara entre
Copé y Fillon. Al final, la fecha acordada queda relativamente a medio camino
entre la que proponía el primero –pasadas las elecciones municipales del 2014–
y lo que reclamaba el segundo –la próxima primavera–, aunque más cerca de este
último. En todo caso, la elección no quedará circunscrita a los dos spirantes,
sino que será abierta a cualquier otro candidato potencial, y estará
supervisada por un comité de independientes.
Determinado a mantenerse a toda costa en el cargo hasta
después de las elecciones municipales –con el fin de capitalizar una posible
victoria electoral de la derecha–, Jean-François Copé es quien finalmente más
ha cedido. El contestado presidente de la UMP era también quien más estaba
perdiendo políticamente con el enfrentamiento, el que estaba sufriendo un mayor
desgaste, tanto a nivel interno como externo.
Los últimos barómetros de los institutos de opinión CSA y
TNS-Sofres no dejan lugar a la duda. Mientras François Fillon ha descendido
entre 10 y 18 puntos entre los votantes de la UMP, hasta situarse en un nivel
de popularidad de entre el 66% y el 70%, Copé cae entre 17 y 21 puntos hasta un
escaso 35%-44%. Seguir en esta espiral podía haber acabado siendo letal para
quien busca asegurarse la jefatura del partido para optar al Elíseo en las
elecciones presidenciales del 2017.
Las ambiciones personales de los dos contendientes y la
fractura ideológica que la guerra Copé-Fillon ha evidenciado –entre una UMP
populista-identitaria y otra liberal-centrista– hacen prever una reanudación de
las hostilidades a corto plazo. Los tambores de guerra han cesado, pero el
hacha sigue desenterrada.
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