“Hay que decir la verdad sobre el pasado, pero este viaje es
para preparar el futuro”, subrayó Hollande en la conferencia de prensa que
ofreció ayer tarde tras mantener un almuerzo de trabajo con el presidente
argelino, Abdelaziz Buteflika. “Ha llegado el momento de abrir un nuevo
periodo, una nueva era”, añadió, inscribiéndose a este respecto en un proceso
de “continuidad” –y no de ruptura– con las iniciativas tomadas por sus
predecesores.
Hollande confía en que, esta vez y a diferencia de las
anteriores, el esfuerzo pueda coronarse con éxito, gracias por un lado a un
“cambio de época” –cincuenta años no pasan en balde– y por otro a un “cambio de
método”, más pragmático, en la forma de abordar las relaciones bilaterales.
Así, el presidente francés ha preferido abandonar el proyecto del nonato
tratado de amistad que Chirac había acordado elaborar con Buteflika en el 2003
y limitarse a una declaración política conjunta acompañada de un documento
marco que detallará un programa de cooperación a cinco años vista en el terreno
de la defensa, la industria, la agricultura, la educación o la cultura.
Pero Hollande es plenamente consciente de que nada podrá
construirse si no se cierra la herida –todavía abierta– entre los dos países.
Toda la expectación está centrada pues en la jornada de hoy, llamada a ser
crucial. El presidente francés pronunciará a primera hora un importante
discurso ante las dos cámaras del Parlamento argelino, ante las que abordará el
espinoso legado de la Historia. Y posteriormente acudirá a rendir homenaje al
monumento a Maurice Audin, comunista francés y militante anticolonialista
muerto en 1957 torturado por los militares franceses.
“Hay que decir la verdad sobre el pasado. La verdad sobre la
colonización, sobre la guerra, sobre la memoria. Pero el pasado no debe impedir
trabajar porel futuro”, afirmó al respecto Hollande, quien hace dos meses
reconoció por primera vez de forma oficial la matanza de manifestantes
argelinos en una manifestación en París el 17 de octubre de 1961. El presidente
francés admitió la “sangrienta represión” de la policía y rindió homenaje a las
víctimas, aunque sin emitir ningún juicio ni mucho menos pedir perdón.
Tampoco lo hará hoy. “No vengo aquí para expresar
arrepentimiento o pedir excusas”, aclaró Hollande, cuyas palabras serán
calibradas al milímetro. Para los argelinos más exigentes, su gesto puede
resultar insuficiente. Pero ir más allá podría generar incomprensión en
Francia, donde también subsisten heridas sin cerrar.
El presidente francés, acompañado de Valérie Trierweiler,
aterrizó a primera hora de la tarde en Argel al frente de una impresionante
delegación de cerca de 200 personas, integrada por nueve ministros y una docena
de parlamentarios, una cuarentena de empresarios y diversos escritores y
artistas, además de cien periodistas. Su homólogo argelino le recibió con todos
los fastos, incluido un desfile en coche descapotable ante miles de personas.
Si Francia da mucha importancia a los acuerdos económicos
–Renault debe firmar la construcción de una factoría en Orán–, diversos
litigios están también sobre la mesa por resolver: la política francesa de
visados o la indemnización a los afectados por las pruebas nucleares en el
Sahara, por un lado: la nunca dilucidada matanza de los monjes de Tibéherine en
1996, por el otro.
“Repensar” la Unión por el Mediterráneo
La Unión por el Mediterráneo (UPM), el gran proyecto lanzado
en el 2008 por Nicolas Sarkozy, está tan encallado como el “Proceso Barcelona”
que pretendía superar. Hollande dijo ayer en argel que la UPM debe ser
“repensada”. Mientras tanto, el presidente francés apuesta por centrarse en
proyectos concretos en foros más pequeños, como el 5+5.
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