Su rostro, esculpido en
granito, inunda estos días las pantallas de toda Francia. Y en cuanto
aparece, se las come. Hombre atractivo –una “belle
gueule”, según unánime opinión–, apasionado y valiente, su
arrolladora oratoria y su intensa mirada, empañada a veces por lágrimas de
rabia, ha seducido a todo el país. Se llama Édouard Martin, tiene 49 años y es
el líder de los trabajadores de la acería de Florange, embarcado en una lucha
desigual contra Arcelor-Mittal por la salvación de los dos últimos altos hornos
de Lorena. La Francia en crisis, la Francia que sufre, se ha emocionado con él,
se ha indignado con él, se ha rebelado con él. La Galia irreductible ha
encontrado a su nuevo héroe.
Pero el nuevo Vercingétorix no viene de Auvernia, sino de
Andalucía. Édouard Martin nació como Eduardo el 15 de junio de 1963 en Padul,
un pueblo granadino al pie de Sierra Nevada. Tenía siete años cuando toda la
familia se trasladó a Amnéville, a orillas del Mosela, donde su padre, José,
había encontrado trabajo en la industria siderúrgica. Con un CAP (Certificado
de Aptitud Profesional) en electromecánica, el joven Édouard buscaba trabajar
en el sector del automóvil, pero acabó también en los Altos Hornos de Florange,
donde fue contratado en 1981. Nunca se ha arrepentido. “Fue un flechazo. Los
grandes bloques de acero enrojecido, el calor, el ruido, el olor, el humo... Es
mágico, es algo extraordinario”, explica entregado.
En el último año, Édouard Martin, delegado del sindicato
reformista CFDT, ha encarnado el espíritu de resistencia contra la
desindustrialización del país. Su combatividad, su activismo, a los que aporta
una apabullante telegenia, han conseguido arrastrar hasta la planta de Florange
a Nicolas Sarkozy y a François Hollande, obligados a hacer promesas difíciles
de cumplir. El actual presidente francés lo acaba de vivir en sus carnes esta
semana, cuando Arcelor-Mittal dejó en entredicho un acuerdo con el Gobierno
sobre el futuro de los altos hornos, paralizados desde hace más de un año y
aparentemente condenados al cierre definitivo.
La decepción y la ira podían leerse este jueves en los
labios y en la mirada de Édouard Martin, quien tras un breve instante de
flaqueza en el que se le quebró la voz y se le humedecieron los ojos, clamó
“traición” y lanzó anatemas contra tirios y troyanos. “Nuestra determinación es
tan fuerte como nuestro asco”, dijo, antes de añadir: “Nosotros seremos vuestra
desgracia”. Si algo domina con maestría Édouard Martin, más allá de la
producción del acero, es el lenguaje televisivo. “Mirando los telediarios
comprendí que hacía falta hacer frases claras y muy cortas”, confesó. Una
enseñanza que aplica con una pericia poco común.
La hoy ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, diputada del
departamento de Mosela, quedó pronto seducida –como todo el mundo– por Édouard
Martin, al que un día definió como el working class hero (el héroe de la clase obrera). “Es un tribuno sin par, tiene una fuerza de
persuasión y una elocuencia fuera de lo común”, opina. Hasta el punto de haber
acariciado la idea de ficharlo para hacer política en las filas del Partido
Socialista. Una idea que él, por ahora, descarta.
La salvación de los altos hornos es hoy su único objetivo. Y
sus compañeros, como Marc Michel, están dispuestos a “seguirle hasta el fin del
mundo”.
Muy buen post! Como este video sobre él: http://www.youtube.com/watch?v=3bru71ULg1E
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