sábado, 8 de diciembre de 2012

Héroe de acero


Su rostro, esculpido en granito, inunda estos días las pantallas de toda Francia. Y en cuanto aparece, se las come. Hombre atractivo –una “belle gueule”, según unánime opinión–, apasionado y valiente, su arrolladora oratoria y su intensa mirada, empañada a veces por lágrimas de rabia, ha seducido a todo el país. Se llama Édouard Martin, tiene 49 años y es el líder de los trabajadores de la acería de Florange, embarcado en una lucha desigual contra Arcelor-Mittal por la salvación de los dos últimos altos hornos de Lorena. La Francia en crisis, la Francia que sufre, se ha emocionado con él, se ha indignado con él, se ha rebelado con él. La Galia irreductible ha encontrado a su nuevo héroe.

Pero el nuevo Vercingétorix no viene de Auvernia, sino de Andalucía. Édouard Martin nació como Eduardo el 15 de junio de 1963 en Padul, un pueblo granadino al pie de Sierra Nevada. Tenía siete años cuando toda la familia se trasladó a Amnéville, a orillas del Mosela, donde su padre, José, había encontrado trabajo en la industria siderúrgica. Con un CAP (Certificado de Aptitud Profesional) en electromecánica, el joven Édouard buscaba trabajar en el sector del automóvil, pero acabó también en los Altos Hornos de Florange, donde fue contratado en 1981. Nunca se ha arrepentido. “Fue un flechazo. Los grandes bloques de acero enrojecido, el calor, el ruido, el olor, el humo... Es mágico, es algo extraordinario”, explica entregado.

En el último año, Édouard Martin, delegado del sindicato reformista CFDT, ha encarnado el espíritu de resistencia contra la desindustrialización del país. Su combatividad, su activismo, a los que aporta una apabullante telegenia, han conseguido arrastrar hasta la planta de Florange a Nicolas Sarkozy y a François Hollande, obligados a hacer promesas difíciles de cumplir. El actual presidente francés lo acaba de vivir en sus carnes esta semana, cuando Arcelor-Mittal dejó en entredicho un acuerdo con el Gobierno sobre el futuro de los altos hornos, paralizados desde hace más de un año y aparentemente condenados al cierre definitivo.

La decepción y la ira podían leerse este jueves en los labios y en la mirada de Édouard Martin, quien tras un breve instante de flaqueza en el que se le quebró la voz y se le humedecieron los ojos, clamó “traición” y lanzó anatemas contra tirios y troyanos. “Nuestra determinación es tan fuerte como nuestro asco”, dijo, antes de añadir: “Nosotros seremos vuestra desgracia”. Si algo domina con maestría Édouard Martin, más allá de la producción del acero, es el lenguaje televisivo. “Mirando los telediarios comprendí que hacía falta hacer frases claras y muy cortas”, confesó. Una enseñanza que aplica con una pericia poco común.

La hoy ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, diputada del departamento de Mosela, quedó pronto seducida –como todo el mundo– por Édouard Martin, al que un día definió como el working class hero (el héroe de la clase obrera). “Es un tribuno sin par, tiene una fuerza de persuasión y una elocuencia fuera de lo común”, opina. Hasta el punto de haber acariciado la idea de ficharlo para hacer política en las filas del Partido Socialista. Una idea que él, por ahora, descarta.

La salvación de los altos hornos es hoy su único objetivo. Y sus compañeros, como Marc Michel, están dispuestos a “seguirle hasta el fin del mundo”.


1 comentario:

  1. Muy buen post! Como este video sobre él: http://www.youtube.com/watch?v=3bru71ULg1E

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