Borloo no se marcha solo, sino con todo el Partido Radical que preside –que en 2002 contribuyó a constituir la UMP, la unión de las derechas–, y con la voluntad de organizar una gran confederación de centroderecha capaz de concurrir de forma independiente a las elecciones. Incluidas las presidenciales del año que viene.
No es el único que pretende disputar este espacio político. Si Borloo es capaz de arrastrar consigo al Nuevo Centro de Hervé Morin –una de las formaciones en que se escindió la histórica UDF de Giscard d’Estaing–, más difícil tiene atraerse al Movimiento Demócrata (MoDem) de François Bayrou o a la República Solidaria del ex primer ministro Dominique de Villepin, que en los próximos días puede anunciar su propia candidatura al Elíseo.
En todo caso, Borloo ha dejado claro su intención de que esta nueva confederación de centro presente un candidato propio en las elecciones presidenciales del 2012 –él mismo, u otro– que represente una “alternativa a la UMP y al PS”. Por más que teóricamente Borloo se quiera inscribir en la actual mayoría, algo ha empezado a romperse y puede ser definitivo si un candidato centrista se enfrenta a Sarkozy.
Tanto si todas las fuerzas centristas se unen como si presentan una constelación de candidaturas ello sólo puede ir en detrimento de Sarkozy, a quien la fragmentación del voto puede llevar a sucumbir en la primera vuelta, como vaticinan las encuestas.
El primer ministro, François Fillon, alertó ayer contra la división y dirigiéndose a los centristas, advirtió: “A nadie interesa cortar la mayoría en rebanadas”.
La radicalización derechista protagonizada por el presidente francés en el último año, en pos de los votos populares que se le van a la extrema derecha, está por ver que dé el resultado perseguido. De momento, el discurso anti-islámico y anti-inmigración orquestado por el Elíseo está logrando más bien lo contrario: alimentar al Frente Nacional de Marine Le Pen, como se ha visto en las elecciones cantonales. De dudosa eficacia, el medicamento autoadministrado por Sarkozy para asegurarse la reelección en el 2012 tiene además, como demuestra la fuga de los centristas, terribles efectos secundarios.
La ex secretaria de Estado, y actual embajadora de Francia ante la Unesco, Rama Yade, que en 2007 simbolizó –junto a Rachida Dati– la voluntad de Sarkozy de incorporar a miembros de las minorías a puestos de responsabilidad en el Gobierno, ha anunciado también su decisión de abandonar el partido gubernamental y seguir los pasos de Borloo. La marcha de la rebelde Rama Yade, una de las figuras políticas más populares de Francia, tiene un enorme significado. Y no sólo ideológico. Quiere decir que ha intuido que Sarkozy va camino de estrellarse.
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