Lo primero que hizo el zar Alejandro I al entrar victorioso en París el 31 de marzo de 1814 al frente de sus cosacos, tras la derrota de Napoleón, fue colocar a la ciudad bajo su protección personal, salvándola así de la violencia y la destrucción de los vencedores. Y ganándose para siempre el reconocimiento de los parisinos. El último zar en visitar la ciudad, Nicolás II, calurosamente vitoreado por la población, lo hizo en son de paz para poner en 1896 la primera piedra del hermoso puente de Alejandro III, en honor de su padre y símbolo de la alianza franco-rusa. Más de un siglo después, Rusia se dispone a dejar una nueva impronta en el corazón de París, a la vez política, espiritual, cultural y arquitectónica, con la construcción de una monumental iglesia ortodoxa rusa a orillas del río Sena y a pocos pasos de la torre Eiffel.
Un arquitecto español afincado desde hace años en Francia, Manuel Núñez-Yanowski, ha sido el ganador del concurso internacional de proyectos convocado por los Gobiernos ruso y francés para llevar adelante el proyecto. Él ha sido el elegido para asumir el delicado encargo de incardinar el templo, forzosamente vinculado a la estética barroca de las iglesias ortodoxas rusas, en el racional París del barón Haussmann. “Es un proyecto muy emblemático para Rusia y para Francia” –subraya el autor–, tanto por su significado como por su emplazamiento. Ubicado en el corazón de la ciudad, la construcción del templo será –según las palabras de Núñez-Yanowski– algo asimilable al “aterrizaje de un ovni ortodoxo y postsoviético en medio de París”. Las tradicionales cúpulas rusas en forma de bulbos, compartiendo el horizonte con la imagen mecánica de la torre Eiffel, tendrán un enorme impacto y cambiarán radicalmente el paisaje parisino de la rive gauche.
El proyecto de construcción de una nueva iglesia ortodoxa rusa en París fue planteado formalmente por primera vez en el 2007, durante la visita del entonces patriarca de Moscú, Alexis II, a Francia y recibió la luz verde política en un encuentro que los presidentes ruso y francés, Dimitri Medvedev y Nicolas Sarkozy, mantuvieron en un aparte de la cumbre climática de Copenhague en diciembre del 2009. Pocos meses después, el Estado francés adjudicó al Kremlin por 70 millones de euros la venta de un viejo edificio de Méteo-France –codiciado también por Arabia Saudí– estratégicamente situado frente al Pont de l’Alma, a 200 metros del flamente Museo del Quai Branly diseñado por Jean Nouvel.
El interés ruso por el edificio de Méteo-France –que se trasladará a una nueva sede en la banlieue de París el año que viene– inquietó durante un tiempo a la Dirección Central de Información Interior (DCRI) –los servicios secretos franceses–, puesto que al lado del templo se levanta el Palais de l’Alma, antiguas caballerizas de Napoleón III que albergan hoy diversos servicios y apartamentos vinculados a la Presidencia de la República.
Aquí será donde se levante, en 2014, la nueva iglesia ortodoxa rusa, cuya primera misión –una misión de Estado– será intentar atraer a la diáspora rusa a la ortodoxia de Moscú: por razones históricas, la única iglesia ortodoxa rusa de la capital francesa –la catedral de Saint-Alexandre-Nevsky, consagrada en 1861 en una discreta calle del distrito VIII, la rue Daru, no lejos de L’Étoile– está bajo la obediencia del patriarcado de Constantinopla.
Un total de 109 proyectos fueron presentados al concurso convocado por los gobiernos de Rusia y Francia, de los que tras varias cribas fueron elegidos tres finalistas: el equipo de arquitectos integrado por el estudio francés Sade –dirigido por Manuel Núñez-Yanowski– y el ruso Arch Group; el arquitecto francés Frédéric Borel, y la asociación del también francés Jean-Michel Wilmotte con el taller ruso Mosproekt 2. El jurado, compuesto por representantes de los dos gobiernos así como del Ayuntamiento de París, decidió finalmente el pasado 17 de marzo adjudicar la obra, con un presupuesto de 34,5 millones de euros, al equipo de Núñez-Yanowski. La obra, que debería arrancar en el 2012, será ejectuada por la sociedad Nexity.
El proyecto de Núñez-Yanowski prevé erigir un templo respetuoso con los cánones tradicionales –rematado por cinco cúpulas doradas–, aunque cubierto por una especie de velo de cristal, metáfora del “manto de la Vírgen”, que le otorga una dimensión contemporánea, tal como exigía la principal condición del concurso: la combinación de tradición y modernidad. “Creo que era la única respuesta correcta. La iglesia, en tanto que símbolo puro, no podía enfrentarse a una arquitectura de autor; no podía haber otra arquitectura que la del templo ortodoxo”, explica Núñez-Yanowski. La iglesia estará situada en el centro de un gran jardín romántico, visible desde la calle y abierto el público, en el que el autor quiere recrear el espíritu del magnífico jardín –explosivo de color ahora en primavera– que el pintor impresionista Claude Monet cultivó en su casa de campo de Giverny. Este jardín, que ascenderá lateralmente en sucesivas terrazas, servirá para cubrir –esto es, ocultar– el edificio administrativo anexo al templo, que albergará las oficinas, una residencia para popes y seminaristas, un centro cultural y servicios diversos, como un restaurante.
El velo mariano de cristal descenderá desde las cúpulas de la iglesia para cubrir el conjunto, que estará asimismo rodeado por una alta verja transparente, una vidriera de 200 metros de perímetro que recordará en cierto modo la que cierra el cercano Museo del Quai Branly y que servirá como soporte cultural, una especie de “dazibao interactivo”, según Nuñez-Yanowski, en alusión a los carteles manuscritos que los chinos pegan en los muros. “Será la vitrina ortodoxa más grande del mundo y estará en París”, subraya. Un escaparate de la nueva Rusia. Ni Alejandro I ni Nicolás II podían haber imaginado nada mejor.
Un barcelonés nacido en Samarkanda
Nacido en Samarkanda (Uzbekistán) en 1942, Manuel Núñez-Yanowski, Manolo, vió la luz para la arquitectura en Barcelona, ciudad donde estudió y empezó su carrera profesional. Socio de Ricard Bofill entre 1962 y 1978, fue uno de los fundadores del Taller de Arquitectura, que dejó para buscar nuevos horizontes en Bélgica y, despúes, en Francia, donde ha realizado numerosas obras. Entre las más destacadas se cuenta el complejo de viviendas de Les Arènes de Picasso en Noisy-le-Grand (1984) –todo un barrio con 540 viviendas y varios centros escolares–, además de diversos edificios en París. Aunque su presencia en Barcelona ha sido proporcionalmente menor, Núñez-Yanowski ha dejado su huella con edificios notables, como la sede de la escuela ESADE (1992) y la nueva sede del Teatre Lliure en el palacio de la Agricultura de Montjuïc (1996), una obra esta última que le volvió a vincular temporalmente a uno de sus amores de juventud, el teatro. Desde 1991 trabaja asociado a Miriam Teitelbaum, con la que fundó el estudio Sade (Society of Architects and Developers), donde combina la elaboración de proyectos arquitectónicos con la planificación urbanística. Sade ha realizado diversos proyectos en Rusia (Kaliningrado, San Petersburgo, Moscú...), por lo que no es un equipo desconocido para el Kremlin. Núñez-Yanowski se inscribe en la línea modernista de Gaudí, con un gusto por lo barroco.
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