Arrieros de la política son, los dos. Y en el camino de la ambición han acabado por encontrarse. François Hollande, ex primer secretario del Partido Socialista francés, anunció ayer oficialmente su intención de concurrir a las primarias de su partido para encabezar la candidatura socialista al Elíseo en las elecciones presidenciales del 2012, lo que le aboca irremediablemente –a no ser que alguien se retire a media carrera– a disputarse la nominación con su ex mujer y madre de sus hijos, la ex presidenciable socialista Ségolène Royal, que en el 2007 fue derrotada por Nicolas Sarkozy. El duelo de los ex, no por esperado será menos electrizante. Y complicará sobremanera el camino de los otros dos grandes aspirantes a candidato: el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn –el favorito de los sondeos–, y la primera secretaria del PS, Martine Aubry.
El François Hollande que se presentó ayer en su feudo local de Tulle, en Corrèze –¡las tierras de Jacques Chirac!–, es un hombre nuevo, un hombre que ha roto las cadenas. A sus 56 años, Hollande ha renovado completamente su imagen –ha adelgazado diez kilos, se ha teñido el pelo de negro– y se ha desembarazado de todas las constricciones que se había autoimpuesto en el pasado. Un hombre doblemente libre.
Libre de la jefatura del PS, que ocupó entre 1997 y 2008, y desde la que se dedicó básicamente a componer entre las diferentes corrientes del partido para salvaguardar su unidad, aún a costa de desvanecer su propia personalidad política. Libre también de la alargada sombra de su ex compañera de casi treinta años –Ségolène Royal, con quien tiene cuatro hijos en común–, a quien en 2007 cedió de mala gana el paso en su malograda carrera por hacerse con la presidencia de la República. Hoy , François Hollande expone abiertamente su ambición política –lo que tantas veces se había prohibido antes– y exhibe sin sonrojo su relación sentimental con la periodista Valérie Trier-weiler , a quien no ha tenido empacho de calificar en la prensa rosa como “la mujer de (su) vida”.
Las posibilidades de François Hollande de ganar la nominación en las primarias socialistas son inciertas. Pero, desde luego, no se trata de un figurante. A diferencia de otros aspirantes minoritarios ya declarados, como Manuel Valls –que ha empezado a amagar con la retirada– y Arnaud Montebourg, la candidatura de Hollande puede resultar peligrosísima para los barones del PS. El ex primer secretario lleva meses trabajando sin descanso, apareciendo constantemente en los medios de comunicación y pateándose Francia de arriba a abajo. El resultado es que su valoración por la opinión pública va subiendo enteros y los sondeos vaticinan que podría vencer –él también– al presidente saliente, el cada vez más tambaleante Sarkozy.
El ascenso de Hollande tiene su reverso de la medalla en la práctica desaparición política y mediática de Ségolène Royal, que después de su anuncio de candidatura –el pasado diciembre– parece haberse perdido por incógnitos meandros. No es la primera vez, sin embargo. Y si algo ha demostrado Royal es que su determinación y su capacidad de resurrección son igualadas por pocos.
Con un discurso reformista y una imagen de seriedad a toda prueba, François Hollande es un político bien visto por el electorado de centro-derecha, como Strauss-Kahn, pero también por los votantes tradicionales de izquierda, lo que no es del todo así en el caso del director del FMI.
Dominique Strauss-Kahn es, hoy por hoy, la principal garantía de victoria del PS en las presidenciales del año que viene. Pero para plantarse frente a Sarkozy antes ha de salvar el escollo de las primarias, que deben celebrarse en octubre y serán abiertas a todos los simpatizantes de la izquierda. Su cargo en el FMI le ha obligado –o permitido– mantener silencio hasta ahora, para desesperación de sus partidarios... Y de Martine Aubry. Coartada por su puesto y condicionada por el pacto que alcanzó en su día con DSK, por el cual éste apoyó su elección al frente del partido a cambio de su respaldo en la carrera presidencial, la primera secretaria del PS también espera.
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